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Redacción Crónica Ferroviaria
Tanto Monte Comán (Provincia de Mendoza) como centenares de pueblos y ciudades del interior del país donde el ferrocarril ha dejado de pasar desde hace décadas, se convirtieron en fantasmas o, como esta ciudad mendocina, en una pueblo habitado por sólo gente mayor.
Durante la mayor parte del siglo XX, la principal fuente de recursos para la localidad mendocina de Monte Comán fue la actividad ferroviaria. Pero en la década de 1990 el tren dejó de funcionar, por lo que muchos puestos de trabajo fueron eliminados y una gran cantidad de pobladores abandonaron la ciudad, donde sólo quedaron los jubilados, expresa en medio Crónica.com
En la actualidad, Monte Comán tiene menos de 4.000 habitantes, de los cuales 2.200 son personas de la tercera edad. En diálogo con Crónica, Teresita, presidenta del centro de jubilados de esa localidad, explicó: "Este es un pueblo en el que viven en su mayoría jubilados. Anteriormente, cuando estaba el ferrocarril, llegamos a tener casi 7.000 habitantes. Pero al cesar sus servicios, muchas familias buscaron trabajo en otro lado".
El principal centro de atracción turística de Monte Comán, ubicado a 914 kilómetros de Capital Federal, es la antigua estación de tren. "Estaba abandonada y nosotros, entre todo el pueblo, se la cedimos a la subcomisaría, entonces el gobierno de la provincia se encargó de arreglarla. Allí, si bien funciona la sede de policía, todavía se conserva la vieja locomotora y los rieles, entre otras cosas", explicó Teresita.
Como sucedió en todos los pueblos que se hicieron con el ferrocarril y al no pasar más los trenes, los problemas socioeconómicos provocaron la enorme reducción del número de pobladores, ya que los jóvenes buscan nuevos horizontes. "Los jóvenes que nacen aquí se van a trabajar a San Rafael o a San Luis, porque no hay fuentes de trabajo. Tampoco se puede cosechar porque está todo seco. Y no hay empleos estables. Quienes se dedican a la agricultura van a cosechar a los sectores aledaños, lo demás todo el año se vive gracias al jubilado", señaló y agregó: "Todos nos conocemos y nos ayudamos. Este pueblito no posee ningún servicio, no tenemos gas, tampoco cloacas, no tenemos agua potable, tomamos agua de pozo, tratada por una cooperativa que hay acá, al igual que la luz".
Este problema que venimos desde hace años planteando desde CRÓNICA FERROVIARIA, al parecer ya no tiene solución. Han pasado varias décadas del ferrocidio ocurrido en los 90 del siglo pasado, y hasta el día de hoy se ha avanzado muy pero muy poco, a punto tal que otra vez se vuelve a vivir la misma sensación cuando en aquella nefasta década se suspendieron casi todos los trenes de media, larga distancia y regionales.
Es una triste realidad que se sigue viviendo hoy en día en el interior del país y que parecería ser que el ferrocarril es el patito feo de los medios de transporte.
Redacción Crónica Ferroviaria
Tanto Monte Comán (Provincia de Mendoza) como centenares de pueblos y ciudades del interior del país donde el ferrocarril ha dejado de pasar desde hace décadas, se convirtieron en fantasmas o, como esta ciudad mendocina, en una pueblo habitado por sólo gente mayor.
Durante la mayor parte del siglo XX, la principal fuente de recursos para la localidad mendocina de Monte Comán fue la actividad ferroviaria. Pero en la década de 1990 el tren dejó de funcionar, por lo que muchos puestos de trabajo fueron eliminados y una gran cantidad de pobladores abandonaron la ciudad, donde sólo quedaron los jubilados, expresa en medio Crónica.com
Vista hoy de la desolada estación Monte Comán
En la actualidad, Monte Comán tiene menos de 4.000 habitantes, de los cuales 2.200 son personas de la tercera edad. En diálogo con Crónica, Teresita, presidenta del centro de jubilados de esa localidad, explicó: "Este es un pueblo en el que viven en su mayoría jubilados. Anteriormente, cuando estaba el ferrocarril, llegamos a tener casi 7.000 habitantes. Pero al cesar sus servicios, muchas familias buscaron trabajo en otro lado".
El principal centro de atracción turística de Monte Comán, ubicado a 914 kilómetros de Capital Federal, es la antigua estación de tren. "Estaba abandonada y nosotros, entre todo el pueblo, se la cedimos a la subcomisaría, entonces el gobierno de la provincia se encargó de arreglarla. Allí, si bien funciona la sede de policía, todavía se conserva la vieja locomotora y los rieles, entre otras cosas", explicó Teresita.
Ayer, hace tiempo cuando el ferrocarril reinaba por esos lugares
Como sucedió en todos los pueblos que se hicieron con el ferrocarril y al no pasar más los trenes, los problemas socioeconómicos provocaron la enorme reducción del número de pobladores, ya que los jóvenes buscan nuevos horizontes. "Los jóvenes que nacen aquí se van a trabajar a San Rafael o a San Luis, porque no hay fuentes de trabajo. Tampoco se puede cosechar porque está todo seco. Y no hay empleos estables. Quienes se dedican a la agricultura van a cosechar a los sectores aledaños, lo demás todo el año se vive gracias al jubilado", señaló y agregó: "Todos nos conocemos y nos ayudamos. Este pueblito no posee ningún servicio, no tenemos gas, tampoco cloacas, no tenemos agua potable, tomamos agua de pozo, tratada por una cooperativa que hay acá, al igual que la luz".
Este problema que venimos desde hace años planteando desde CRÓNICA FERROVIARIA, al parecer ya no tiene solución. Han pasado varias décadas del ferrocidio ocurrido en los 90 del siglo pasado, y hasta el día de hoy se ha avanzado muy pero muy poco, a punto tal que otra vez se vuelve a vivir la misma sensación cuando en aquella nefasta década se suspendieron casi todos los trenes de media, larga distancia y regionales.
Es una triste realidad que se sigue viviendo hoy en día en el interior del país y que parecería ser que el ferrocarril es el patito feo de los medios de transporte.