Trenes Turísticos
Sobre la vías de La Trochita de la Patagonia, en un territorio que se vincula únicamente al tren, imaginaron nuevas formas de uso y pensaron que sería bueno hacerlos en bici-tren.
A cien años de la llegada de la primera locomotora (1922-2022), pedalear sobre las vías de aquellos viejos trenes que le dieron vida a los pueblos alejados de la Patagonia. Ir sobre arterias de hierro, con el viento helado que golpea la cara, mientras un puma y su cría cruzan frente a esos extraños visitantes que cada vuelta de pedal descubren un mundo, será posible.
La bici-tren surgió en el marco de un proyecto de turismo científico que se llama “Ciencia al viento” y se generó en el Instituto Patagónico de Ciencias Sociales y Humanas (CCT Conicet- Cenpat) de Puerto Madryn. Pretende diseñar, planificar y en algunos casos desarrollar potenciales iniciativas de turismo científico en la región Patagonia.
En el arranque se asociaron con un taller de ingeniería naval de Puerto Madryn. “Es de un compañero con quien salimos a andar en bici. La idea no era hacer una travesía y volver a casa, si no dejar algo, construir”, explicó el doctor en ciencias biológicas con master en ecoturismo y educación ambiental, Diego González Zevallos del CONICET, uno de los motores de esta idea.
La campaña de investigación se llevó a cabo del 29 de abril al 3 de mayo y contó con un equipo diverso de personas que incluyó ciclistas, becario, fotógrafo, documentalista, historiador y personal del taller naval . Entre los objetivos figuró mapear los 402 kilómetros de Esquel a Ingeniero Jacobacci, identificando áreas óptimas para desarrollar la actividad y registrando diferentes grados dificultad; y lo hicieron en las bici-trenes que desarrollaron en el taller naval.
“Las bici-trenes pueden ser carros con ruedas tipo trenes, como las que alquilás para pedalear sobre un lago, pero montadas sobre vías. También pueden ser bicicletas comunes adaptadas para pedalear sobre rieles, se las une con varillas metálicas y llevan una especie de patín para la rueda delantera mientras que la de atrás apoya en el riel y es la que tracciona”, relató Diego González Zevallos.
El paseo se hace con un pedaleo tranquilo, sereno de 15 a 20 km/h, o menos. Lleva al turista a insertarse en lugares inhóspitos. El viernes 29 se pedaleó un poco en los alrededores de Esquel, el sábado 30 de Nahuelpan a la Cancha, unos 30 kilómetros.
El domingo 1 de mayo estuvieron en El Maitén, rumbo a Desvío Tomhaehacia al sur, luego en el puente que cruza el Río Chubut hacia el norte. El lunes 2 de mayo fueron a Río Chico, donde está el puente, y el túnel en el Cerro Mesa. Ahora van a hacer mapas con los grados de dificultad de cada tramo, la altitud y entrevistas a actores clave para contar con información de base. En cada uno de esos lugares, los locales los recibieron muy bien.
“Fue un trabajo en equipo con la gente del taller naval, ellos aportaron sus conocimientos en ciclismo y diseño de las bici-trenes y nosotros nos encargamos del contenido. Desde la ciencia nos interesa imaginar futuros escenarios que respeten las múltiples identidades y la diversidad de miradas que habitan un mismo territorio.‘¿Seremos capaces de vincularnos de otras formas con espacios, que han sido concebidos sólo para un tren?”, preguntó Diego.
Sostienen que una salida de este tipo, aporta a la salud, a lo lúdico y a lo recreacional, que no hay persona que se haya subido a la bici-tren y esboce una sonrisa de oreja a oreja porque es muy divertido.
En febrero la gente del taller naval realizó las primeras pruebas. Para esta campaña de investigación desarrollaron más modelos, y adaptaron un cuatriciclo a la trocha del tren a modo de zorrita como apoyo logístico en las vías.
“Es un proceso, hay muchas cuestiones que tienen que ver con la legislación ferroviaria. Las vías no se pueden usar por que sí, si no estás fuera de la ley”, explicó González Zevallos.
Para la prueba, tuvieron que lograr el aval de Trenes Patagónicos que es el concesionario de Río Negro y del Viejo Expreso Patagónico que es el de Chubut. También se necesitaba la autorización de Comisión Nacional de Regulación del Transporte de Nación, más los seguros de los que participaban.
Con los primeros pasos, comenzaron a darle vida a algo que quiere ser un producto. “Se puede hacer turismo científico, contando ciencia en un producto científico, pero también lo interesante acá es aplicar metodología científica en el armado y estructura de la iniciativa. A los desarrollos turísticos siempre se le critica que no tienen planificación, y acá nace desde ese punto”, detalló el científico.
Explicaron que si bien prima en la sociedad un concepto de turismo atado al mercado, esta iniciativa tiene que ver con las culturas, las identidades, los saberes de actores locales, y comunidades originarias. “Es mostrar un mensaje consciente de las diferentes miradas que existen sobre un territorio”.
Para Diego es el primer eslabón de una cadena que tiene como protagonista a la historia ferroviaria de conectividad que existió para toda la región patagónica. Tiene que ver con un turismo de intereses especiales, no masivo, un perfil de turista interesada/o en cuestiones ambientales, sociales, que le gusta conocer la matriz cultural de los sitios que visita y es ahí donde la ciencia aporta el conocimiento como valor agregado.
“Cuando se cerraron los ramales fueron las provincias las que lucharon para que no se desguacen esas vías y el Estado Nacional les otorgó la responsabilidad de esos tramos. Es una manera lúdica, deportiva, recreativa y científica también de introducirse en un territorio, de mostrar la conflictividad y el respeto a la diversidad”, dijo.
De interés provincial
La Honorable Legislatura del Chubut declaró de interés provincial el Proyecto. La primera etapa fue la puesta a punto, y concluyó con esta prueba. Ahora se redactará un documento y se entrega a las dos provincias.
El becario doctoral, Federico Abbondio, es licenciado en turismo y está realizando su tesis en Conicet sobre turismo científico. En la segunda etapa pretende hacer entrevistas a los actores locales. En la tercera etapa dependerá del interés de las comunidades, que deben decir si les interesa apropiarse del proyecto. De ser así, se iniciaría un proceso de construcción conjunta en dónde les ayudarían a gestionarlo y desarrollarlo.
“En general el sector científico está entrenado en eso, porque nos autogestionamos con convocatorias públicas. Es un montón de tiempo que nos insume redactar proyectos, planes de trabajo, cambios de gestiones, pero hay que dar gracias que exista la posibilidad de hacerlo”, concluyó el científico.