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Quedan menos de treinta días para que la Ciudad celebre sus tan famosas “elecciones concurrentes” y es natural que empiecen a aparecer propuestas de campaña. Las demandas ciudadanas versan sobre distintos tópicos y el pie de largada entre los precandidatos porteños se dio en torno a materia de Transporte.
Vayamos en concreto a una problemática porteña y vecinal. ¿Cuántas veces escuchaste sobre “la grieta” de la política? ¿Te suena? Bueno… si encima naciste, viviste o caminaste la Ciudad y en el particular, en alguna de las comunas 6, 7, 9 o 10, la grieta de la que toca hablar ahora no es una alegoría ni una metáfora, es una fisura y una barrera física, urbana y que de seguro te complejizó la vida en algún momento. Hablamos de las vías de la Línea Sarmiento.
Diego es vecino de la Comuna 7, integrada por los barrios de Flores y Parque Chacabuco. Es una de las tantas personificaciones de carne y hueso del estrés que supone tener que cruzar a diario las vías del tren. “Pasá un día cualquiera por Nazca y Rivadavia y verás el verdadero infierno”, expresa desoladamente y sin matices. Claro, mientras más frecuencia de trenes haya, más tiempo estarán bajas las barreras. No podés mejorar la frecuencia de los trenes sin empeorar el tránsito y viceversa.
Él vive al sur de las vías y por pocas cuadras tiene que cruzarlas para ir a trabajar o a dejar a su hija al jardín, al norte de ellas. Su historia podría ser la de un privilegiado, que viaja en auto y puede esperar cómodo cuando las barreras bajan, pero para tener una película más completa, pensemos que por la zona de esa intersección vial también pasan varias líneas de colectivos, ambulancias, bomberos, policías y un sinfín de peatones. Un trastorno para muchas personas.
Recordemos ahora la génesis de esta nota, las elecciones. ¿Qué opciones se proponen para dar solución a este asunto? Tenemos por un lado la “trinchera” que auspicia el equipo de Martín Lousteau, el viaducto del equipo de Jorge Macri y la idea de Santoro quien “[cree] que hay otro tipo de prioridades”, como extender el subte; pero de eso hablaremos en otro momento. Imaginemos que el diez de diciembre de 2023 entra a Uspallata 3150 Martín Lousteau con su equipo de Movilidad, ponen primera y empiezan la “trinchera”. En primer lugar, ello resultaría en decidir el método constructivo: excavación abierta, en talud escalonado y para ponerlo en criollo: imaginen un movimiento constante de suelo con camiones de tránsito pesado llenos de tierra y escombros dando vueltas por los barrios aludidos por un tiempo prolongado.
También sirve de guía recordar el proyecto “Programa del Corredor Verde del Oeste” del Gobierno porteño de Ibarra, que en 2001 soñaba con terminar la trinchera hasta Liniers y arriba “taparla” con parques; un “Hudson Yards” porteño. Se calculaba que los trabajos durarían más de ocho años y su costo alcanzaría los doscientos ochenta millones de pesos (280.000.000.-) en épocas del 1 a 1; el financiamiento sería provisto en partes asimétricas por los Gobiernos de la Ciudad y de la Nación. Está a la vista que esto no ocurrió y ahora el plan vuelve con nuevo nombre. ¿Qué cambio hubo en este tiempo que permitiría realizar algo que en el pasado no? No hay respuesta aún.
La otra bifurcación de esfuerzo imaginario, es que el mismo día mencionado, Jorge Macri cambie de piso en la Sede de Gobierno porteña y acelere la puesta a punto de los planes para elevar las vías de la Línea Sarmiento. Un dato: él habló de “realizar el Viaducto Sarmiento que recorrerá por arriba de la tierra los 11 kilómetros que abarcan 8 barrios”.
Retomando el asunto de las interferencias, ahora, surge una barrera física bien visible que impide de raíz la completitud de su frase: la Autopista Perito Moreno, que obstaculiza el desarrollo de un Viaducto de tal extensión, salvo que se construya una “montaña rusa” ferroviaria (así la bautizaron desde UCR-Evolución) que corra por encima de la susodicha vía rápida.
El Gobierno de la Ciudad explicó posteriormente que, en realidad, el viaducto se elevaría desde la actual trinchera en zona de Caballito hasta la estación Floresta, para descender paulatinamente a la altura de la Perito Moreno (Villa Luro) y retomar su calce en superficie. Vélez Sarsfield, Villa Luro y Liniers no podrían beneficiarse de los trenes en altura y, en consecuencia, sería correcto hablar de un viaducto de cuatro kilómetros y, muy posiblemente, de doble vía. El tiempo de los trabajos se extendería hasta 3 años según el precandidato del PRO y los costos, si bien claramente a esta altura no están definidos, podrían asemejarse quizás a los del viaducto Mitre, de 3,9 kilómetros de extensión y un costo de u$s86 millones.
Otra trascendente preocupación de los vecinos es en torno a qué podría ocurrir en el bajo viaducto. “Belgrano quedó divino”, comentan desde la Secretaría de Desarrollo Urbano porteña. Pero las realidades de los cien barrios porteños (48 según la Ley 1.777) son disímiles y Diego, con prudencia, manifiesta;:“Belgrano es una cosa y acá la realidad es otra. ¿Por qué debería pasar algo distinto en el [bajo] viaducto Sarmiento de lo que ocurre debajo de la Autopista 25 de Mayo?”.
Está bien manifestar preguntas y poner bajo escrutinio las propuestas de campaña. En definitiva, quienes más conocen los barrios y sus calles, son sus vecinos.
(*) Martín Furman, Abogado UBA, Magíster en Políticas Públicas UPF y especialista en Movilidad para Ámbito.com