Actualidad
La obra para elevarlas quedó paralizada, porque la empresa a cargo no le pagó a los subcontratistas. Aún no se sabe cuándo las habilitarán.
Escaleras que llevan a ninguna parte, zonas que no terminan de recobrar vida, negocios que cierran. Las obras de las dos estaciones elevadas del viaducto San Martín que quedaban sin terminar venían a buen ritmo, pero en septiembre se frenaron y no volvieron a arrancar. El dolor de cabeza no es sólo para los usuarios del tren: también para los comerciantes de áreas que perdieron movimiento, primero el que les traían los pasajeros, después el del personal de la construcción.
Las obras frenadas en la estación La Paternal del Tren San Martín. Foto: Luciano Thieberger.
A mediados de julio el San Martín volvió a llegar, viaducto mediante, a Retiro. Desde ese momento, entre las estaciones Palermo y La Paternal el tren circula a ocho metros de altura. Pero esta última parada y la de Villa Crespo (ex Chacarita) iban a estar listas recién a fines de agosto. Ahora, ni eso: el plazo prometido no se cumplió y las obras se frenaron por una denuncia de estafa, cuando queda apenas un 7% para finalizar, según fuentes oficiales.
Es que la empresa a cargo de los trabajos, una UTE (Unión Transitoria de Empresas) formada por Green y Rottio, dejó de pagarles a las subcontratistas. Por eso, desde el Gobierno porteño rescindieron el contrato y ejecutarán una cláusula de caución contra la UTE por haberlo incumplido. Con esos fondos pagarán los trabajos faltantes. La obra de las estaciones es solventada tanto por Ciudad como por Nación.
“Como primera medida se está estudiando que AUSA contrate a los subcontratistas y administre directamente lo que resta. Se están analizando otras herramientas para ayudar a los subcontratistas, como una exención impositiva y prioridad de contratación”, indica a este diario un vocero del Ministerio de Desarrollo Urbano y Transporte.
En la estación Villa Crespo del Tren San Martín quedaron escaleras que, por ahora, no conducen a ningún lugar. Foto: Luciano Thieberger.
Esto no equivale a que los fondos salgan del tesoro dos veces, aclaran desde esa cartera: la obra no se paga completa, sino por tramos, una vez que el sector en cuestión está finalizado y se presenta certificado de obra. Por lo tanto, “lo que se pagó es lo que se trabajó”.
Mientras tanto, no hay precisiones sobre la fecha de inauguración de las estaciones, que están muy avanzadas, como pudo comprobar este diario en una recorrida. De hecho, las plataformas están finalizadas, incluso con sus pisos y solados hápticos, que son mosaicos con relieves que dan indicaciones para las personas con mala visión o ceguera.
La obra de la estación de Villa Crespo. No hay precisiones sobre la fecha de inauguración. Foto: Luciano Thieberger
Lo que sí resta terminar son los refugios: colocarles los asientos y, en Villa Crespo, los carteles identificatorios y muchos de los techos. La Paternal, en tanto, ya cuenta con parte de la señalética y muestra mayores avances. Las escaleras mecánicas y el sector de boleterías tampoco están listos.
Pero no sólo hace falta terminar las estaciones: también los señalamientos, según indican a Clarín trabajadores ferroviarios. Esos trabajos, afirman, serán llevados adelante por personal de la Unión Ferroviaria. Para hacerlo, deberán esperar a que se terminen las dos bajadas de vías de las cuatro que debe haber entre La Paternal y Villa del Parque, tarea ya en marcha pero que “va muy lenta”, según describen.
La obra de las dos estaciones elevadas del tren San Martín quedó paralizada porque la empresa a cargo de la obra dejó de pagarle a los subcontratistas. Foto: Luciano Thieberger.
“Al lado de las dos bajadas de vías que hoy se usan van dos más, una por sentido porque, si hay problemas en una vía, se paraliza el servicio en esa dirección -asegura la misma fuente-. Cuando se termine eso, la Unión Ferroviaria comenzará con el señalamiento de La Paternal a Palermo, porque ahora están con uno provisorio. Así también con los detalles que queden en las estaciones. Hasta marzo mínimo no van a abrir”.
A Nora Sierra (54) ya le dieron tantas fechas tentativas que no sabe hasta cuándo ni qué esperar. “Vivo en José C. Paz y el tren me salvaría la vida”, reconoce detrás del mostrador de un bar de comida al paso en Warnes, frente a la estación La Paternal. Su periplo actual para llegar al trabajo acumula cifras: metros de más, plata y minutos perdidos, números de varias líneas de colectivos.
Los vecinos se quejan de que, ante la falta del tren, pierden mucho tiempo en medios alternativos de transporte. Foto: Luciano Thieberger.
“Tengo dos formas de llegar. Una es tomarme el San Martín hasta Villa del Parque y de ahí el 57. La otra es subir al Urquiza en Lemos y después al colectivo 449 o 448. De cualquier forma, pierdo entre 40 y 50 minutos, y pago más boletos”, lamenta Sierra.
Algo parecido le pasa a otra usuaria del tren, Julieta Mammana (27), que se mudó de Bella Vista a Villa Crespo y, para visitar a su familia, ahora toma subte B, el tren Urquiza y de ahí remís. Lo hace por dos motivos: porque aún no está abierta Villa Crespo, que de funcionar le permitiría resolver el viaje con sólo un boleto, y también por las condiciones mismas del servicio del San Martín, que “desde que hace recorrido completo, avanza muy lento y demora 30 o 40 minutos más que antes”. “Es tan malo que si no me hubiera mudado, no podría llegar a trabajar ni a cursar a tiempo”, reconoce.
La cantidad de gente que circula por Corrientes y Dorrego disminuyó por el cierre de la estación. Foto: Lucía Merle
Para empeorar el panorama, y a pesar de que las estaciones seguían cerradas, en agosto dejaron de circular los micros gratuitos que trasladaban a los usuarios desde Villa del Parque hasta La Paternal y Villa Crespo. Esto afecta también a los comercios que rodean ambas paradas, y que redujeron su actividad desde que comenzaron las obras hace dos años, pero sobre todo en los últimos meses.
En un kiosco en Corrientes casi Darwin, a dos cuadras de la aún cerrada Villa Crespo, Miguel (42) reconoce que factura un 35% menos que hace un año, “entre la crisis y el cierre de la estación”. Y Leandro (44), de la librería ubicada a una cuadra, calcula que perdió un 30% de ventas desde el inicio de los trabajos y reclama una exención de impuestos. "Porque estoy muy a favor de la obra pero, mientras tanto, ¿nosotros qué hacemos?”, cuestiona.
“Esto pasó de ser una zona céntrica propia de la cercanía del tren, a una barrial. Hay muchísimo menos público y las ventas cayeron un montón. Hasta tuvimos una época en la que ni siquiera pasaban los autos por acá. La gente que alquilaba locales se tuvo que ir. Venir acá no es negocio”, reconoce Gonzalo Fernández (37), de la zapatería ubicada en Corrientes al 6000, con casi cuatro décadas en el barrio. Y sale a la vereda, para contar los locales vacíos o que van camino a estarlo: uno de pagos, otro de deportes, uno de ropa para chicos.
Muchos negocios de la zona de Corrientes y Dorrego tuvieron que cerrar por la caída en las ventas. Foto: Lucía Merle
También es el caso de la pescadería ubicada en la misma cuadra, que llegó hace un año y medio y este mes se va. “No hay flujo de gente. Si hasta sacaron los colectivos gratuitos que paraban acá cerca y al menos traían un poco de movimiento”, lamenta Daniel (59), que no tiene previsto volver a abrir su negocio en otra parte.
La apertura el 1° de noviembre del estadio Movistar Arena, ubicado a unas cuadras, promete ser un pequeño bálsamo a tanta quietud comercial, aunque gran parte de sus eventos son en horario nocturno, cuando muchos negocios ya cerraron.
Obras frenadas en la estación La Paternal del Tren San Martín. Foto: Luciano Thieberger.
Mientras tanto, en La Paternal, el poco trajín comercial de la zona se volvió casi nulo. Detrás de la ventana enrejada de su kiosco sobre la calle Osorio, Estela (63) habla con Clarín. “Desde que frenaron la obra, no tenemos ni el público de los pasajeros ni el de la construcción. A la noche es una boca de lobo, porque falta el trajín propio de una estación”, explica.
La obra de la estación La Paternal del Tren San Martín también quedó paralizada. Foto: Luciano Thieberger.
A una cuadra de allí, en el restaurante de Warnes y Garmendia, Facundo (42) describe la situación como un efecto dominó: “Sin estación de tren, no hay movimiento. Sin movimiento, hay inseguridad y la gente no camina ni estaciona más por acá. Sin gente, no hay clientes: antes mi local estaba lleno, ahora hay un 60% menos”.
Del otro lado del viaducto, en la zona pegada al lado sur del Cementerio de la Chacarita, sí sigue el ir y venir, gracias a los talleres mecánicos. Tanto que, por momentos, el tránsito es un caos. Es que Warnes se redujo a sólo dos carriles, mano y contramano. Y eso además deja menos lugar para estacionar, por lo que los clientes de los talleres dejan los autos sobre las veredas, cada vez más deterioradas.
Mientras tanto, debajo del viaducto, un grupo de obreros del Gobierno porteño termina la vereda del ingreso a la futura La Paternal. Por ahora, nadie aporta precisiones sobre cuánto tiempo falta para que a esa acera -y el resto de las instalaciones- se les dé uso definitivo.DiarioClarín.com