Nota de Opinión
Por
Juan Carlos Cena (*) (Para Crónica Ferroviaria)
“La
nacionalización de los ferrocarriles es el primer paso ineludible de la
liberación económica. La liberación económica no es más que la puerta que se
abre a un destino llamado a perdurar cono sus caracteres propios en la memoria
del espíritu humano” “No es posible opinar sobre la oportunidad y conveniencia
de la nacionalización ferroviaria si se desconoce la capacidad de poder y de
acción de los ferrocarriles”.
Raúl
Scalabrini Ortiz – Los Ferrocarriles deben ser Argentinos – A. Peña Lillo,
Editor 1965.
La
historia de los ferroviarios es un testimonio de pugnas, abnegaciones,
sacrificios, rebeldías, muertes y desapariciones. Desde sus inicios el
movimiento obrero ferroviario fue duramente reprimido, nunca lo doblegaron.
Todos los gobiernos de todos los signos trataron de sujetar y domesticar a los
trabajadores ferroviarios: los ¨ferrucas¨.
Los
trabajadores del riel somos nada más ni nada menos que la carnadura
imprescindible de ese medio de transporte que es el ferrocarril. Porque entre
ese objeto metálico que es puesto en movimiento, llamado tren, y ese carnal que
lo prepara orgulloso y lo encaballa para que se deslice por las enrieladuras de
nuestro territorio, se establece una relación biunívoca vital, substancial:
Ocurre lo real maravilloso entre el hierro en movimiento y ese ser humano, toda
una correspondencia casi mágica. No se puede dividir esa relación que nace
desde su parición.
Todo
ocurre en esa relación indivisible que existe entre el trabajo y el hacedor del
trabajo que es el obrero, en este caso: el ferroviario. El ferroviario es parte
inseparable del ferrocarril. Él es el ferrocarril. Hierro con carnadura, unidad
vigorosa. Por lo tanto, eso es el ferrocarril. Armonía que se transforma en una
misteriosa relación, "como ese adiós que guarda el tren…"
A
tantas historias, tantas preguntas, damos tantas respuestas. Es necesario
aclarar que trabajar en el ferrocarril no es lo mismo que ser ferroviario. El
ferroviario incorporó, a su ser ese inmenso objeto metálico en movimiento como
su sujeto: él es el ferrocarril, es de su pertenencia, no como una propiedad
privada, sino porque él es parte constitutiva del ferrocarril, no está añadido,
adosado, sino contenido; el ferrocarril y el ferroviario constituyen un
conjunto integrado, solidario. Por eso, caminar por las playas de maniobras o
recorrer sus rincones es como recorrer el patio y las comisuras de su casa.
Todas
estas cuestiones son las que van construyendo nuestra identidad: somos
trabajadores trashumantes montados sobre nuestra geografía. En ese andar hemos
sido solidarios, sembradores y cosechadores de ideas, vertebradores e
integradores de costumbres y cantares, y así. Identidad que se cimienta en el
trabajo reiterado, en la relación social diaria, cotidiana, permanente,
repetida.
Correspondencia
que continua en el sindicato y en el barrio, así, sencillamente, nos vamos
consolidando y elevando nuestra conciencia de trabajadores. En esa armonía se
establecen códigos de comportamiento, como que hay que tener una actitud
correcta frente al trabajo y colaborar en la cuestión laboral con el otro, que
se le atrasa el trabajo porque no sabe o no entiende. Esta es una de las
manifestaciones firmes del sentido solidario que destierra el individualismo y
el egoísmo.
Cuando
uno define al ferroviario como parte indisoluble de ese modo de transporte y
éste, el ferroviario, viene percibiendo primero y sintiendo después que esa
parte de él, la acerada, se oxida, descascara, que su movimiento está lleno de
fatigas y su andar es irregular, que se cansa y descarrila, tal como lo
veníamos anunciando a los gritos, se transfigura en dolor, al ver que una
estructura de más de 150 años se detiene primero por obra de los hombres,
avalados por otros más, y que es violada, saqueada, destruida, después, y que
sus restos gangrenados, empecinadamente, pretenden seguir siendo movimiento y
no puede, la fatiga la descarrila y produce muertes o bien heridos, en el mejor
de los casos.
Ultima
escena de un crimen anunciado
Nos
maldecimos por haber tenido razón cuando dábamos el grito preventivo una y otra
vez. Maldecimos los silencios de cobardes, cómplices y corruptos; 51 muertes
sesgó la avaricia y más de 700 heridos, el dolor sin medida, no cuantificable,
y las responsabilidades que se escaparon montados en la cobardía.
Repito,
el dolor, el tremendo dolor de los accidentados con heridas psicológicas,
traumas como laceraciones y el dolor de los otros, los familiares y amigos, el
dolor que no cesa y los oportunistas que como caranchos se quieren apropiar de
ese dolor para hacer politiquería de la más baja estofa.
El
otro momento fue Mariano Ferreyra
Mariano
Ferreyra que luchaba contra las tercerizaciones en el ferrocarril fue asesinado
por una patota.
Leonardo
Andrada, el Tatú
Leonardo
Andrada, maquinista que advirtió una anomalia técnica "el freno
largo" (mal los frenos) antes que ocurriera la Masacre de Once, asesinado
de cuatro tiros, uno de gracia, en la cabeza.
Ambos
son nuestros nuevos mártires de esta democracia relativa.
Frágil
democracia que abandona a los verdaderos dueños de la tierra, nuestros
originarios y a los que luchan por un mundo mejor.
En
este contexto, llenos de tristeza y vergüenza, conmemoramos nuestro día, el día
del ferroviario. Día de reflexión, de mucha reflexión, día para reanudar la
marcha de la lucha para recuperar el ferrocarril porque es un bien nacional al
servicio de lo público. Pero, no puedo dejar de decir con todas mis fuerzas
que:
Maldigo al maldito/ Maldigo a los
malditos/ Maldigo al maldito que gangrenó los ferrocarriles/ Maldigo a los
malditos que lo corrompieron /Maldigo a los malditos que lo contaminaron
/Maldigo a los malditos que se callaron/ Maldigo a los que se enriquecieron/
Maldigo a los cobardes… maldigo a los malditos.
• Juan Carlos Cena: Miembro fundador del
MONAREFA. Autor de numerosos trabajos y libros: EL FERROCIDIO, FERROVIARIOS,
sinfonía de acero y lucha, FERROCARRILES ARGENTINOS, destrucción
recuperación,
entre otros. ExSecretario
General del Personal Técnico de Dirección de los FF.AA. 1984 – 1989.