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Sin rieles ni
estaciones operables, Leales fue borrado del mapa ferroviario. Varios apeaderos
y escalas de ese departamento, por el cual atravesaba el ramal C-10, ya no
existen. Las pocas estaciones que siguen en pie se utilizan como viviendas. Los
trenes solo perviven en el recuerdo o en la imaginación.
Hoy ya no
crecen flores suicidas entre los carriles. La única opción es apelar a la
imaginación o al recuerdo. No hay andenes ni vías. Cuesta creer que por allí,
alguna vez, pasaban trenes. Ese es el aspecto que ofrece hoy La Encantada , en el ingenio
Leales, como tantos otros lugares que fueron estaciones o apeaderos
ferroviarios y que hoy apenas viven en la memoria de algún longevo habitante de
la zona.
Aunque apenas
transcurrieron tres décadas desde que el ramal Pacará-Las Termas de Río Hondo
fue literalmente borrado, es complicado descubrir vestigios.
Después de
dejar atrás El Bracho se accede a la ruta provincial 321. Un par de kilómetros
hacia el oeste se encuentra la rotonda del cruce con la 306. Por esta última se
encara hacia Quilmes o Palá Palá. Pero al obviarse el ingreso a la 322, unos 300 metros hacia el sur,
por la 306, se encuentra el acceso a La Encantada.
Un arco sobre
dos columnas de hierro sostiene un cartel que dice "Bienvenidos al ingenio
Leales". Desde allí hay que internarse 800 metros , atravesar
por el costado de la fábrica azucarera y detrás de ella se puede ver la ex
estación La Encantada
o lo que queda de ella. Hoy es una vivienda donde reside la familia Argüello.
Vivienda y criadero
"Aquí
tomaba el tren para viajar a la ciudad. La vida era diferente entonces. No solo
el tren de pasajeros paraba, también pasaban las formaciones que iban o venían
con caña de azúcar o que trasladaban a los trabajadores del ingenio. A partir
de 1960 comenzó a operar el coche motor. Era más rápido que la formación
tradicional", evocó Miguel Carranza, de 67 años, nativo del lugar. Las
puertas y techos de la estación son originales. La playa de maniobras transmutó
en criadero de pollos y de cerdos. No quedan ni vestigios de lo que alguna vez
fue la boletería, y lo que era la galería ahora hace de comedor de diario de
los Argüello. Algunos rieles que fueron extraídos del otrora trazado sirven de
parantes para una suerte de pérgola que la familia hizo al costado del
desvencijado edificio.
Según algunos
lugareños, la estación se inauguró en 1915 junto con "sus hermanas"
de Santa Rosa de Leales y Villa de Leales. Y lleva el nombre de una antigua
finca. En esas tierras también se habría erigido el ingenio Leales.
Una puja despareja
Así como a
veces pensamos quién pronunciará nuestros nombres por última vez, también por
allí corrió un tren por última vez. Lo irrefutable es que por esos paisajes
nadie volverá a disfrutar de la música de los rieles con la mirada a través de
la ventanilla. Tampoco podrán soñar con el regreso del tren. Porque ni el tren
fantasma podrá pasar. El C-10 ya no existe. Aunque la esperanza siga vigente y
la realidad contraste con ella. Es una puja despareja. Como una lucha de gente
pequeña contra temibles y supuestos invencibles gigantes. Algo así como un
canto a la defensa de unos ideales que ya se empiezan a considerar trasnochados
en un mundo cada vez más globalizado.LaGaceta
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