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Sale la cuarta parte que los micros y tarda solo una hora más, con el confort básico resuelto. ¿Lujos? El lujo es vulgaridad.
Digamos que el futuro es nuestro gato de Schrödinger. Hay algoritmos que inducen nuestros gustos pero no podemos navegar por líneas temporales. Internet todo lo consigue, salvo vivir sin trabajar. El microondas, la comida precocinada, son placebos industriales que nos dan la falsa impresión de estar evolucionados. Pero no hay manera aún, en 2023, de estar en todos lados al mismo tiempo, porque no somos un slogan de una compañía telefónica -por ahora-.
Quizás nuestras partículas virtuales pueden repartirse entre el home office, un chat caliente y las compras de provisiones para el fin de semana, pero esa materialidad que respira oxígeno adulterado y putea frente a la computadora por ahora es uno solo. Multiskill sí, pero infragmentable.
Hace décadas que la fantasía futurista tiene como piedra angular a los autos voladores. Como si con eso resolviéramos el resto de las cuestiones. La postal se suele acompañar de escenas monocromáticas, en clave ascética, donde poco es mucho, un emoji es el Ulises, y la comida ha perdido todo tipo de valor social. Todo sea por el aesthetic, ¿no?
La cosa es que nuestros medios de locomoción vigentes son bien conocidos. Y el viejo y confiable tren representa actualmente el método más noble para dirigirnos a varios destinos del país.
Cuatro veces menos y una hora más
Viajar una larga distancia por tierra tiene su propia narrativa. El chiste no tan chiste de la supuesta frescura del refrigerio que en sus épocas doradas los colectivos ofrecían al subir -capítulo aparte merece la empresa gauchita que te convidaba hasta copa de Tía María y, si lo pedías, hasta podías repetir-; o la posibilidad de pagar el coche cama y por momentos sentir que descansamos mejor que en la más cheta de las king size. Si hasta existe un género propio de "películas de Chevallier", donde pueden entrar Taken, 50 First Dates o en general cualquier título con muchos tiros o que vimos por inercia un domingo random en la tele de aire.
El tren que recorre Buenos Aires - Mar del Plata comenzó a circular en 2017. El servicio incluye paradas intermedias en las localidades bonaerenses de Brandsen, Chascomús, Lezama, Castelli, Sevigné, Dolores, General Guido, Maipú, Las Armas, Pirán, Vidal y Vivoratá. Quizás una de las únicas desventajas que tenga sea la poca frecuencia: salen todos los días tres formaciones en ambas direcciones con un extra directo entre cabeceras los viernes y sábados.
Ahora bien, hablemos de números. El boleto de tren oscila entre los $1600 y $1900 contra los $8500 en que ronda irse en bondi. Sí, cuatro veces menos y apenas una hora más de viaje. Y si algo suena tan fácil, de algún sitio brotará la trampa. O, al menos, los obstáculos. Desde hace un buen tiempo comenzaron a circular quejas de usuarios porque el día que salían a la venta los boletos (algún momento del 1 al 5 del mes anterior, aunque tampoco quedó nunca del todo claro), en cuestión de minutos se vendían todos los asientos.
El precio imbatible y las ganas de caminar en la arena con bucito, ya sea junio o enero -just Mar del Plata things- pueden explicar cierta demanda, pero la realidad no se condecía: no importa si era temporada alta o baja, cuando te subías al vagón era común encontrarte con gran parte de los asientos vacíos. Años más tarde, demanda de por medio, Trenes Argentinos agregó algunas medidas de seguridad para evitar que los pasajes fueran comprados a mansalva por algún robot rutero.
¿Qué cambió entonces? Ahora es obligatorio completar los datos personales de cada pasajero, hay un captcha previo para completar la transacción y, 72 horas antes de viajar, hay que confirmarlo mediante un mail que recibís en tu correo. De no hacerlo, el boleto automáticamente vuelve a estar disponible para la venta.
El juego de la silla
Para la temporada 2023, la taquilla abrió en noviembre y cual tour de banda mainstream, los boletos hicieron sold out el mismo día. La analogía se transfiere a su técnica ansiosa: era cantado como estribillo de canción pop ese acampe en reposeras que la gente montó en la estación para asegurarse sus lugares. A este hype se lo respeta, sin dudas. Los elegidos pudieron incluso pegar suerte online. La próxima travesía: los que planeen irse para la tanda que sigue, el finde largo del 24 de marzo.
Si bien lo que marca la diferencia de precio es viajar en asientos individuales o dobles, hay un bonus que se obtiene con un hack divino: las butacas que tienen mesita. No es la plegable, que la tienen todas las ubicaciones, sino una amplia, donde hay lugar para el termo, el tupper y hasta un juego de mesa. Huraños abstenerse: el azar los enfrentará con un extraño por unas cuantas horas. Si están dispuestos a la ruleta ferroviara, por allí rondará la perilla, entre el sumun de Julie Delpy en Antes del amanecer o el roncador de ultratumba. Suerte.
Desde el andén 14 de Constitución parten los coches. Sus prestaciones no serán un lujo, aunque guardan lógica con el pregón de instrucciones que en su versión aérea roza lo paródico. El auxiliar del tren indica reglas, prohibiciones y pautas para el buen viajar de todes: cuidar la higiene de los baños, horario del comedor, habilitación full del mate siempre y cuando la yerba no haga las veces de papel picado, si acaso algún pasajero entusiasmado quisiera hacer cosplay de Alacrán. Y contención de maratones infantiles por los pasillos...
Al speech le sobran caracteres. El tedio de lo protocolar se compensa con el buen trato de los trabajadores. Y repitamos cual Padre Nuestro: no existe en el plano móvil una relación precio calidad más idílica que la de este tren.
El comedor es más un concepto. Hay espacio para sentarse, pero la oferta alimenticia es prácticamente nula: suele haber café y a veces galletitas. A mediados de diciembre, la fantasía-devenida-realidad mundialista también inundó los pasillos de los coches: pasaban vendiendo sanguchitos de jamón y queso con botella de Coca a $400 el combo. No será la Mega Dibu pero...
Tiempo, harina y levadura
¿Nos quejamos igual? Y sí. Acá no hay cine Shampoo, las teles brindan sólo contenido institucional. Durante mucho tiempo transmitían los mensajes de prevención contra el Covid-19, hoy sirven de propaganda turística al mostrar los diferentes destinos posibles de escapada. Video breve y estéril pero suficiente para recordar que tenemos un país con tantas alternativas geográficas sólo equiparables con la cantidad de Pokemones.
La rigidez de los asientos es otro punto en contra pero, vamos de nuevo, ¿cuánta mullidez cabe en $1600? Cuando te querés dar cuenta, ya llegaste.
Es un buen promedio de tiempo para leer (si sos de lectura rápida o simplemente manija llegás a leer una novela) y escuchar algún disquito o capítulo de podcast, trabajar, o simplemente estirar las piernas y recrear en vivo el video Star Guitar de los Chemical Brothers, eso sí: en una versión con menos túneles, más vacas y la superioridad pintoresca del desfile de carteles espectaculares con campañas que pueden ir desde la candidateada a diputado de un ignoto hasta publicidades de segundas marcas emulando sin mucho disimulo a sus originales, como la línea de bronceadores Cocoa Beach.
La ruta 2 avanza a sus anchas, haciéndonos parte de su anatomía, constante y cíclica. Los mojones indican progreso; las pintadas aventurando resultados electorales futuros, no tanto.
Y si la vianda quedó corta y no hay manera de evitar la fantasía sinestésica de encontrar el aroma de Atalaya cada vez que se corre la cortina de la ventana, no hay que desesperar: se está camino a la ciudad en donde cualquier cuchitril con harina y levadura se las ingenia para venderte medialunas (se piden dulces o saladas) superiores a cualquier hojaldre porteño con sobreprecio. Y no es sólo de facturas la gloria, el botín se extiende a cualquier panificado. Juremos por las sanguchitos de miga morir. ¿Hace falta que lo diga?.Fuente: Por: Camila Caamaño para Página12.com