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Es una obra que beneficiaría directamente a unos 200.000 pasajeros de transporte público y automovilistas, porque dará mayor fluidez al paso de trenes, colectivos y vehículos particulares. Sin embargo, como toda construcción, genera trastornos a un pequeño grupo: son los perdedores del viaducto Mitre.
"Tengo el andén dentro de mi casa", se lamenta Alba Carrizo, una vecina del barrio de Belgrano, mientras contempla la gran estructura del ramal Tigre frente al edificio donde vive, en la calle Echeverría.
Desde su departamento en el cuarto piso, el sector vidriado de la nueva estación Belgrano C, que deja entrever cómo bajarán los pasajeros del ferrocarril, se ubica exactamente frente a la ventana de su habitación y llega hasta el living: "Perdí todo tipo de intimidad, es como tener a las personas en casa", cuenta indignada.
La obra se inaugurará dentro de pocos días. Su objetivo principal es agilizar el tránsito y la frecuencia de los trenes, además de mejorar la conectividad barrial, mediante la elevación de la infraestructura ferroviaria y la eliminación de barreras.
Pero algunos vecinos que residen en la zona afirman que se ven afectados por distintas cuestiones. Son los que, por el tendido del viaducto y las estaciones en altura, perdieron la vista privilegiada que tenían de la Plaza Barrancas de Belgrano. También dicen que la chapa de la estructura refleja sobre los departamentos y afecta la iluminación, y que el ruido molesta. Y se quejan de la posible pérdida de valor inmobiliario del lugar.
Una de las barreras que se eliminaron se encuentra sobre Blanco Encalada. A la vuelta, en la calle 11 de Septiembre, Mónica -una vecina que prefirió no dar a conocer su apellido expresa su descontento desde su pequeño patio, cuya única entrada de luz natural ahora está atravesada por la estructura por la que transitará el tren.
"Es un paredón espantoso. Antes había aire, sol, luz. Yo compré esta casa por eso y ahora el tren me pasa por la cara", dice la mujer. Y reflexiona: "Pienso que puede desvalorizar la zona".
En relación con este punto, José Rozados, director de Reporte Inmobiliario, resume el impacto de la obra de esta manera: "Afecta de modo diferencial. Para el sector comercial la obra es ventajosa porque hay menos barreras, mejor conectividad y accesibilidad, pero desde el punto de vista residencial hay vecinos que se verán beneficiados y otros perjudicados con respecto a las vistas, porque ahora va a aparecer una visual distinta a la vista abierta que tenían antes", analiza.
Según las estimaciones de Reporte Inmobiliario, el metro cuadrado para la venta de un departamento usado de dos ambientes en esa zona se comercializa a un costo promedio de US$4021.
"El valor de las propiedades cerca de una vía de tren, ya sea en la superficie o a ocho metros de altura, está condicionado más que nada por el ruido. En este caso, esa variable no va a estar porque se eliminó la barrera, pero sí va a tener el sonido del tren", dice Rozados.
"Hay que ver cómo se desarrolla el espacio que se encuentra por debajo del viaducto y cómo se le da vitalidad para saber si la zona perderá valor o no", explica Rozados, y puntualiza: "Lo que pase debajo de esos viaductos pasa a ser un factor central para analizar la evolución de la calidad del entorno y, por ende, de los precios de las propiedades".
A la vuelta del domicilio de Mónica, sobre la calle Blanco Encalada al 1809, Marcelo Dadino solía tener la vía del tren al lado de su casa. Ahora que se levantó el viaducto, considera que cambió "una complicación por otra". Detalla: "Me afecta la vista, pero cambió la circulación. Entre las dos opciones, me quedo con la de ahora".
En la esquina de la calle Echeverría 1673, Cleder Vásquez vive en el edificio situado frente al viaducto. "Antes te sentabas en el balcón y veías el parque de Barrancas de Belgrano. Ahora tomás mate y ves chapa", se queja.
Explica que la obra no solo cambió la vista, sino también la iluminación de su departamento. "La obra tapa completamente la vista y la chapa es como una lupa hacia el departamento. Se hace una radiación terrible, es como tener un reflector. Cuando el sol esté fuerte, va a ser un sauna", indica.
Lo mismo le ocurre a Rosa Loupam, una inquilina que vive desde hace 12 años en el mismo edificio de la calle Echeverría: "De noche no se ve nada y de día tendría que estar con anteojos de sol, porque me encandila la chapa", grafica. "No entiendo por qué no pusieron vidrio donde está el edificio y la chapa en otra parte", agrega.
En el mismo sentido, Alba Carrizo apunta: "Cuando sale el sol, rebota la luz y te pega en la cara, así que no podés mirar. Aparte hace un año y medio que no duermo por el ruido. Yo no pienso en el valor monetario, pienso en que no tengo intimidad. Tengo el tren metido dentro de mi casa y me quedo vestida desde que me levanto hasta que me acuesto. Levantarte a la mañana y mirar la plaza es maravilloso; no solo perdí eso, sino que tengo el andén encima y cuando baje la gente del tren va a estar acá mirando mi casa".
Por estos motivos, según los habitantes consultados por LA NACION, algunos vecinos, principalmente inquilinos, se fueron de la zona por la incomodidad de la obra.
Una de ellas es Raquel Higuera, que vive en el edificio desde hace un año y medio y está próxima a entregar el departamento a su dueño para trasladarse a Moreno. "Rescindí el contrato porque no puedo vivir más acá. Me molestaba mucho el ruido, sumado a que el alquiler es costoso y las expensas subieron. Vivir acá no es recomendable", señala.
Algo similar ocurre en el edificio de la calle Juramento 1694, ya que las ventanas por las que antes se podía ver el espacio verde de las Barrancas de Belgrano ahora pegan de frente sobre la construcción del viaducto.
En este sentido, los vecinos del inmueble en general valoraron la obra, pero reconocieron que obstruyó la vista que antes tenían. Por ejemplo, un hombre que reside en uno de los departamentos de la planta baja y no quiso dar su identidad explicó que "la obra es moderna, linda, vistosa, pero para los vecinos del 2º, 3º, 4º, 5º y 6º pisos no fue bueno por el ruido, la vista y la zona, que es un basural".
Respecto de los cuestionamientos que expusieron los vecinos, en el Ministerio de Desarrollo Urbano y Transporte porteño sostuvieron que se realizan reuniones participativas en las que se analizan posibilidades para saber qué finalidad dar a los terrenos debajo tanto de este viaducto como del correspondiente al ferrocarril San Martín, también en ejecución.
"Se dividen en mesas de no más de diez vecinos junto a un facilitador. Los técnicos exponen las características de los terrenos y la factibilidad de cada área. Luego, los vecinos trabajan sobre mapas que muestran cada tramo, exponiendo qué cosas, actividades o servicios les gustarían tener y cuáles no", explicaron los voceros. Después, se arman informes para elegir los proyectos finales que surgen de esos encuentros.
Los terrenos bajo los viaductos serán licitados por la Agencia de Administración de Bienes del Estado (AABE) y la Ciudad determinará los lineamientos técnicos para ocuparlos. Los ganadores de esas licitaciones operarán el espacio concesionado por 30 años.LaNación.com
Es una obra que beneficiaría directamente a unos 200.000 pasajeros de transporte público y automovilistas, porque dará mayor fluidez al paso de trenes, colectivos y vehículos particulares. Sin embargo, como toda construcción, genera trastornos a un pequeño grupo: son los perdedores del viaducto Mitre.
"Tengo el andén dentro de mi casa", se lamenta Alba Carrizo, una vecina del barrio de Belgrano, mientras contempla la gran estructura del ramal Tigre frente al edificio donde vive, en la calle Echeverría.
Desde su departamento en el cuarto piso, el sector vidriado de la nueva estación Belgrano C, que deja entrever cómo bajarán los pasajeros del ferrocarril, se ubica exactamente frente a la ventana de su habitación y llega hasta el living: "Perdí todo tipo de intimidad, es como tener a las personas en casa", cuenta indignada.
La obra se inaugurará dentro de pocos días. Su objetivo principal es agilizar el tránsito y la frecuencia de los trenes, además de mejorar la conectividad barrial, mediante la elevación de la infraestructura ferroviaria y la eliminación de barreras.
Pero algunos vecinos que residen en la zona afirman que se ven afectados por distintas cuestiones. Son los que, por el tendido del viaducto y las estaciones en altura, perdieron la vista privilegiada que tenían de la Plaza Barrancas de Belgrano. También dicen que la chapa de la estructura refleja sobre los departamentos y afecta la iluminación, y que el ruido molesta. Y se quejan de la posible pérdida de valor inmobiliario del lugar.
Una de las barreras que se eliminaron se encuentra sobre Blanco Encalada. A la vuelta, en la calle 11 de Septiembre, Mónica -una vecina que prefirió no dar a conocer su apellido expresa su descontento desde su pequeño patio, cuya única entrada de luz natural ahora está atravesada por la estructura por la que transitará el tren.
"Es un paredón espantoso. Antes había aire, sol, luz. Yo compré esta casa por eso y ahora el tren me pasa por la cara", dice la mujer. Y reflexiona: "Pienso que puede desvalorizar la zona".
En relación con este punto, José Rozados, director de Reporte Inmobiliario, resume el impacto de la obra de esta manera: "Afecta de modo diferencial. Para el sector comercial la obra es ventajosa porque hay menos barreras, mejor conectividad y accesibilidad, pero desde el punto de vista residencial hay vecinos que se verán beneficiados y otros perjudicados con respecto a las vistas, porque ahora va a aparecer una visual distinta a la vista abierta que tenían antes", analiza.
Según las estimaciones de Reporte Inmobiliario, el metro cuadrado para la venta de un departamento usado de dos ambientes en esa zona se comercializa a un costo promedio de US$4021.
"El valor de las propiedades cerca de una vía de tren, ya sea en la superficie o a ocho metros de altura, está condicionado más que nada por el ruido. En este caso, esa variable no va a estar porque se eliminó la barrera, pero sí va a tener el sonido del tren", dice Rozados.
"Hay que ver cómo se desarrolla el espacio que se encuentra por debajo del viaducto y cómo se le da vitalidad para saber si la zona perderá valor o no", explica Rozados, y puntualiza: "Lo que pase debajo de esos viaductos pasa a ser un factor central para analizar la evolución de la calidad del entorno y, por ende, de los precios de las propiedades".
A la vuelta del domicilio de Mónica, sobre la calle Blanco Encalada al 1809, Marcelo Dadino solía tener la vía del tren al lado de su casa. Ahora que se levantó el viaducto, considera que cambió "una complicación por otra". Detalla: "Me afecta la vista, pero cambió la circulación. Entre las dos opciones, me quedo con la de ahora".
En la esquina de la calle Echeverría 1673, Cleder Vásquez vive en el edificio situado frente al viaducto. "Antes te sentabas en el balcón y veías el parque de Barrancas de Belgrano. Ahora tomás mate y ves chapa", se queja.
Explica que la obra no solo cambió la vista, sino también la iluminación de su departamento. "La obra tapa completamente la vista y la chapa es como una lupa hacia el departamento. Se hace una radiación terrible, es como tener un reflector. Cuando el sol esté fuerte, va a ser un sauna", indica.
Lo mismo le ocurre a Rosa Loupam, una inquilina que vive desde hace 12 años en el mismo edificio de la calle Echeverría: "De noche no se ve nada y de día tendría que estar con anteojos de sol, porque me encandila la chapa", grafica. "No entiendo por qué no pusieron vidrio donde está el edificio y la chapa en otra parte", agrega.
En el mismo sentido, Alba Carrizo apunta: "Cuando sale el sol, rebota la luz y te pega en la cara, así que no podés mirar. Aparte hace un año y medio que no duermo por el ruido. Yo no pienso en el valor monetario, pienso en que no tengo intimidad. Tengo el tren metido dentro de mi casa y me quedo vestida desde que me levanto hasta que me acuesto. Levantarte a la mañana y mirar la plaza es maravilloso; no solo perdí eso, sino que tengo el andén encima y cuando baje la gente del tren va a estar acá mirando mi casa".
Por estos motivos, según los habitantes consultados por LA NACION, algunos vecinos, principalmente inquilinos, se fueron de la zona por la incomodidad de la obra.
Una de ellas es Raquel Higuera, que vive en el edificio desde hace un año y medio y está próxima a entregar el departamento a su dueño para trasladarse a Moreno. "Rescindí el contrato porque no puedo vivir más acá. Me molestaba mucho el ruido, sumado a que el alquiler es costoso y las expensas subieron. Vivir acá no es recomendable", señala.
Algo similar ocurre en el edificio de la calle Juramento 1694, ya que las ventanas por las que antes se podía ver el espacio verde de las Barrancas de Belgrano ahora pegan de frente sobre la construcción del viaducto.
En este sentido, los vecinos del inmueble en general valoraron la obra, pero reconocieron que obstruyó la vista que antes tenían. Por ejemplo, un hombre que reside en uno de los departamentos de la planta baja y no quiso dar su identidad explicó que "la obra es moderna, linda, vistosa, pero para los vecinos del 2º, 3º, 4º, 5º y 6º pisos no fue bueno por el ruido, la vista y la zona, que es un basural".
Respecto de los cuestionamientos que expusieron los vecinos, en el Ministerio de Desarrollo Urbano y Transporte porteño sostuvieron que se realizan reuniones participativas en las que se analizan posibilidades para saber qué finalidad dar a los terrenos debajo tanto de este viaducto como del correspondiente al ferrocarril San Martín, también en ejecución.
"Se dividen en mesas de no más de diez vecinos junto a un facilitador. Los técnicos exponen las características de los terrenos y la factibilidad de cada área. Luego, los vecinos trabajan sobre mapas que muestran cada tramo, exponiendo qué cosas, actividades o servicios les gustarían tener y cuáles no", explicaron los voceros. Después, se arman informes para elegir los proyectos finales que surgen de esos encuentros.
Los terrenos bajo los viaductos serán licitados por la Agencia de Administración de Bienes del Estado (AABE) y la Ciudad determinará los lineamientos técnicos para ocuparlos. Los ganadores de esas licitaciones operarán el espacio concesionado por 30 años.LaNación.com