Historias Ferroviarias
Hace unos días quedó habilitado el viaje en ferrocarril desde Palmira hasta Retiro. La experiencia de los primeros en sacar el pasaje para cruzar el ancho del país en 30 horas.
Esta semana se cumplió la vuelta del tren a Mendoza. Marian Aldeco, quien se subió en el último ferrocarril que salió desde Mendoza, fue una de las primeras en sacar pasaje para viajar, durante casi 30 horas, en tren hasta Buenos Aires. Una experiencia fuera del tiempo, que esta semana le permitió conocer “otra cara de la Argentina”.
La profesora de Historia compró tres pasajes, el 2 de junio, cuando ya quedaban pocos lugares en el coche pullman, que tiene asientos reclinables para descansar. También hay primera clase y camarote, a precios superiores. Para ella, su pareja (jubilado, con 40% de descuento) y su hija (mitad de precio, por ser menor), pagó $14.000 en total. “Cada pasaje en avión muy barato, de Buenos Aires a Mendoza, para volver el domingo, salió $13.000”, compara la mendocina.
Hoy Marian cumple 48 años y se regaló este viaje diferente hasta Capital, con una mezcla de curiosidad y añoranza. Recuerda que una sola vez se había subido antes al tren. Cuando era chica viajó con su familia a San Juan, en la última máquina con coches de pasajeros que salió de la Estación Mendoza. Dice que con su compañero, Gabriel Pérez, “nos gusta probar otras cosas”.
Esta vez el trayecto que fue extenso, y lento, tanto que hicieron una “familia de vagón” con el resto de los pasajeros. “Les decía que si nos ponen una cámara somos Gran Hermano ¿Quién convive con otra persona 30 horas en este espacio?”, comenta entre risas Marian.
La promesa cumplida del tren a Mendoza
Era la primera vez que se podía comprar pasajes para viajar en tren a Buenos Aires. De ahora en más, se dice que saldrá cada 15 días. Unas 100 personas se congregaron en la Estación Palmira, la más grande del este, en la provincia de Mendoza. A las 10 en punto del 20 de junio salió la máquina, con una mezcla de algarabía y nostalgia. Un grupo grande de pasajeros sacó pasaje hasta La Paz, con la idea de aprovechar el feriado y experimentar el trayecto más corto (cuatro horas) del nuevo ferrocarril. Visitar el comedor, conocer el resto de los coches sin peligro de caerse, porque va a paso muy lento. Esa fue la aventura de quienes volvieron en colectivo desde el último pueblo de Mendoza, en la mitad del tiempo o menos.
En el vagón de Marian, Violeta y Gabriel subieron diez personas en total, que tenían como destino Retiro. “Veníamos todos muy emocionados con el viaje. La mayoría iba por la aventura. Compartimos mate, sanguchitos y galletas… , pasamos el primer día charlando”, cuenta Marian.
El trayecto más lento fue desde Palmira hasta San Luis, porque está en peores condiciones. “Pienso que se va a ir acortando en la medida de que reacondicionan las vías”, dice Gabriel. Hay durmientes rotos al costado y terraplenes recién hechos. En ese tramo las vías se apartan de la Ruta 7 y la cámara lenta permite apreciar los campos incultos, como si se estuviera en otro tiempo. “Una belleza toda la vida que hay ahí”, dice Marian. Por cada poblado que pasaban, ya de noche, salían niños y adultos a filmar con celulares, a ondear banderas argentinas y a saludar “a dos manos”.
En Justo Daract, San Luis, Trenes Argentinos tiene un recorrido fijo desde hace un año. Así que allí el coche se completó con personas que estudian o trabajan en la Ciudad de Buenos Aires.
Desconexión y la otra Argentina desde el tren
En la mañana del miércoles 21, Violeta es quien contesta el teléfono mientras su madre duerme. “Puedo usarlo porque tenemos datos”, remarca la preadolescente. Detalle: el tren no tiene wifi. Casi no hay otros niños en el vagón, solo un par de adolescentes con sus familias y varios adultos mayores. El primer día jugó a las cartas, estuvo un tiempo prendida a la pequeña pantalla y atendió lo que su madre y "Pérez" le señalaban en las ventanillas, como el saludo de la gente.
Gabriel, que es poeta, valora la experiencia de “poder ver el patio trasero de la Argentina. Ver qué quedó de esos pueblos cuando fueron cerrados los ramales. Se pone en contacto con la Argentina tan querida, invisibilizada, escondida bajo la alfombra de lo que llaman progreso”.
En palabras de Marian “es el lado B”, en analogía con los viejos casettes. Las casas tienen una fachada hacia la ruta o calles principales, pero desde el tren se ven “todos los patios, la ropa tendida, piletas a medio desarmar, la heladera que se rompió y quedó atrás, la churrasquera armada con los ladrillos que había. Y la gente despojada, sin caretas. Abrían las puertas de sus casas y salían a saludar. A la noche, cuando ya hacía frío, corrían las cortinas y seguían saludando desde las ventanas”.
La mendocina destaca el apreciar en la provincia de Buenos Aires “la magnitud del campo cultivado, que es hasta donde alcanza la vista. Una extensión grandísima”. Y Gabriel prestó atención a “esa parte que no queremos ver,: la pobreza, la precariedad, los residuos, la contaminación, los efectos de la sequía en los campos. Los efectos del desmonte. Argentina es uno de los países con mayor deforestación”. También, los inmensos silos y las plantaciones de soja: “Esa Argentina que se esconde, no por la pobreza, sino por la opulencia, la cantidad de dinero que se maneja y que parece que no se queda en el país”, relata el hombre.
Hubo una parada extra en Junín de Buenos Aires, donde subieron algunos pasajeros más, porque su tren estaba averiado. Los campos empezaron a quedar atrás y aparecieron las casas chiquitas de losetas, pegadas a las vías. La ciudad brota un poco antes de José C. Paz, con “una casa al lado de la otra”.
De allí en más, la ansiedad de llegar a la Estación Retiro. Algo que se cumplió con atraso, a las 15:30 del miércoles. Varias personas de la "familia vagón" coordinaron para tomar el mismo subte que los llevaría a sus destinos. Marian, Violeta y Gabriel volverán con dos nuevas parientas en el mismo avión, el próximo domingo. En una hora y 45 minutos regresarán el trayecto que esta semana hicieron en casi 30 horas, con otros ojos.Fuente: MDZ.com