EXTERIOR
Sensible, commocionado, al oír y ver la tragedia del tren de Renfe,
precisamente la víspera del Patrono de España, Santiago, y llegando a la propia
estación de Santiago de Compostela con 13 coches nada menos y más de 200
viajeros. La triste historia la conocen suficientemente y no precisa ampliación
alguna.
En cuanto vi el estado en el quedó el convoy, me dio un respingo y un
mal cuerpo se apoderó de mí: me sentí dentro del tren y de la gente
siniestrada. Me invadió la angustia. Consideré imposible que tal desastre
sucediese y menos ante la insistencia de una peligrosa curva. Hoy entendemos
que las vías no son de aquel viejo material de madera que se iba pudriendo con
el tiempo y que sus tornillos iban saltando.
Luis Alonso Vega
Que la unidades no son coches de madera que en los accidentes se
convertían en astillas. Y que los controles en el tráfico son precisos gracias
a la electrónica desde hace muchos años. Los vagones confortables y seguros y
así me veo en ellos siempre que a un tren me subo.
Indebidamente, siempre me llamé «trenero» y no viajero y utilicé
ferrocarriles de casi todos los tipos y desde bien pequeño. Si es cierto que mi
cuerpo iba más seguro cuando los vagones abandonaron la madera y pasaron a ser
metálicos incluso en tercera clase, aunque sus asientos permanecían en incómoda
madera. Hoy un mullido tejido plástico mejoró discretamente los billetes más
baratos y nos dio aire acondicionado para un mejor hábitat.
Las especulaciones del siniestro llegaron a la misma velocidad que la
luz y los fallecidos nos fueron goteando más lentamente. Siempre pensando que
iban a cesar. Al día siguiente el número me parecía insólito. Conozco esos
trenes, los veo a menudo al pasar por los talleres de Fuencarral y poco antes
de llegar a la estación madrileña de Chamartín, donde tengo visto a esos
convoyes preparados para ir a diferentes destinos. Alguien dijo que eran
viejos. A mi nunca me parecieron tales y siempre bien pintados y nada
abandonados ni oxidados.
Alguien tiene que apechugar con la culpa y en principio un veterano
maquinista fue el que no respetó la señalización: es extraño, ¿verdad?
Yo, el «trenero», sigo teniendo fe en el ferrocarril, ¿y usted?.LaNuevaEspaña.com
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