29 de agosto de 2011

¡VIVA SÍVORI!


Por: Prof. Hugo Mengascini (Para CRÓNICA FERROVIARIA)

En 1946, bajo este título se daba a conocer en el escenario político de Tandil una proclama que hacía alusión a la candidatura de uno de los más dignos gremialistas y mutualistas que diese esta ciudad: Don Agustín Sívori.

Al año siguiente, se realizaba en el distrito la primera compulsa electoral interna en el peronismo. Los sectores peronistas en pugna por el control de la fuerza partidaria estaban representados por Enrique Pizzorno -abogado italiano recientemente llegado al país- y, por otro lado, el caudillo Juan Adolfo Figueroa, quien aferrado a los viejos métodos paternalistas tenía a su favor al electorado del ámbito rural. Procedía del radicalismo y había sido amigo de los jefes del ejército que participaron del movimiento del 4 de junio de 1943, cediendo muchas veces espacio en su estancia Los Bosques para maniobras militares.

En las listas presentadas para las elecciones internas figuraban obreros pertenecientes a la Unión Ferroviaria. Como precandidato a concejal sobresalía el dirigente Silverio Serrano, uno de los pocos dirigentes sindicales que había conservado su relación con Juan A. Figueroa; mientras que el "pizzornismo" llevaba como precandidato a Intendente Municipal al dirigente ferroviario Agustín Sívori.

Como resultado de la contienda electoral, la lista liderada por Figueroa se impuso con la obtención de 1.050 votos sobre 526 logrados por su opositor. De acuerdo a lo expresado por el diario El Eco de Tandil, los adherentes a la candidatura de Sívori procedían del sector obrero urbano. De modo que, a partir de este comentario, puede inferirse que el electorado de Sívori congregaba a numerosos trabajadores ferroviarios debido a la buena imagen conseguida entre los obreros de la Unión Ferroviaria. Sin embargo, este sería su único y ligero paso por la política partidaria, “de pura casualidad” manifestaría años más tarde Don Agustín.

Nacido en Ayacucho, en 1898, pasó luego por Mar del Plata donde cursó sus estudios primarios. Allí, cuando tenía 14 años comenzó a trabajar como mozo y después como guarda de los viejos tranvías a caballo que en aquella época existían en esa ciudad. Posteriormente, en 1918, se incorporaba en el ferrocarril como controlador de vagones participando, además, en la Comisión de Reclamos de la Unión Ferroviaria.

A Tandil llegó en octubre de 1929, donde ocuparía en la Unión Ferroviaria distintos cargos hasta ser designado presidente de la comisión ejecutiva de la organización gremial en los años 1939 y 1942. Sus últimas actuaciones como personal activo las desarrolló en la comisión administradora de la Casa Social de las entidades sindicales ferroviarias (la Confraternidad Ferroviaria).

Poco después de alcanzar la jubilación, en 1951, junto a otros compañeros creó la Agrupación de Jubilados y Pensionados ferroviarios. “Además de los ferroviarios, llegan muchas veces hasta mi casa otros compañeros de gremios diversos de Tandil. Siempre trato de ayudarlos”, solía decir.

Durante muchos años fue presidente de la comisión de jubilados ferroviarios que agrupaba, en los años sesenta, a más de 400 miembros pasivos a quienes le dedicó todos los momentos de su vida militante.

Con José Lebonatto, Silverio Serrano, Francisco Saux, Nicasio Murias, José Fernández (hijo) y Juan Papini impulsó la iniciativa del Policlínico Ferroviario, organismo sanitario de relevancia y una de las obras de carácter social de más trascendencia de la ciudad y de la región de aquellos tiempos.

En el sanatorio regional para ferroviarios, Don Agustín desplegaría una actividad solidaria inconmensurable. “Visito a los compañeros en el policlínico…luego voy a los bancos y a realizar otras diligencias que los compañeros no pueden realizar, y regreso al policlínico. Voy dos o tres veces por día…”, afirmaba en una nota periodística.

De modo tal, que en 1967 los gremios ferroviarios resolvieron que había que “motorizar a Sívori”, un automóvil (un Fiat 600) para que Don Agustín pudiera continuar brindando -sin esfuerzos físicos- la ayuda solidaria y la atención a los compañeros internados en el Policlínico Ferroviario procedentes de la zona, así como a aquellos que no tenían familiares. Pero Sívori no aceptó el obsequio, sino que solicitó que el dinero fuese entregado a la Cruz Roja para socorrer a las víctimas de las inundaciones que, por entonces, había asolado al Gran Buenos Aires.

En esa ocasión, más de 300 personas colmaron el Salón de la Confraternidad Ferroviaria para brindar a Don Agustín un afectuoso homenaje con prolongados discursos y aplausos que demostraban a ese hombre la desinteresada tarea que a través de muchos años venía desarrollando en beneficio de la comunidad. Se le entregó una medalla de oro, una plaqueta y un pergamino. También una flamante bicicleta que relevaba a la que hasta ese momento lo había acompañado. “La bicicleta es parte de mi vida. Cuando estoy fuera de Tandil la añoro”, declaraba Don Agustín en una entrevista publicada en el diario El Eco de Tandil.

A menudo, cuando el periodismo local lo entrevistaba para exaltar su trayectoria gremial y mutualista, expresaba con humildad: “No vale la pena. No creo que todo esto tenga alguna importancia. Me parece que le están dando mucha trascendencia”. Alguna vez se le preguntó acerca del poder y de sus ideales, ante lo cual sostuvo que “mi ideal es combatir la miseria, ayudar a la gente humilde. Cuidar a los niños que representan el futuro del país. Tratar de orientarlos. Bueno…poder nunca he tenido y tampoco lo he deseado, ni siquiera se me ocurrió pensarlo”.

Ferviente luchador por los derechos sociales, su lectura favorita tenía relación con las cuestiones jurídicas, dado que se debían “conocer las leyes para poder defenderse de todo”, expresaba. Participó activamente en los debates acerca de la problemática situación que atravesaban los jubilados y las pensionadas. Del mismo modo, cuando en 1961 se dio a conocer el plan extranjero de reestructuración de los ferrocarriles, que tenía la intención de favorecer a la industria automotriz, intervino en las discusiones y en la lucha para poner freno a ese tren destructor puesto en marcha durante el gobierno de Frondizi.

El 25 de junio de 1977, la prensa tituló: “Murió un auténtico dirigente gremial: Agustín Sívori.” Aquel hombre que se entregó de lleno a su trabajo en la Mutual Ferroviaria y con pasión puso sus energías donde las necesidades del pueblo trabajador se tornaban más flagelantes. El hombre de los “cabellos de plata”, de figura delgada, en su bicicleta, con su libreta y sus minuciosas anotaciones, dejaba de transitar las calles de Tandil. Tenía 79 años.

Como muy bien lo reflejó aquel día un cronista de El Eco de Tandil: “…Su figura poseía calor y destino. El amor a la humanidad le iluminaba juvenilmente su viejo rostro. Es posible que al verlo -como dijo el poeta- la primera sorprendida haya sido la muerte.”

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