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Al espacio se lo disputan las autoridades de los Talleres y de la
Asociación de amigos de los Talleres
Desilusiona llegar al Museo Ferroviario de los Talleres de Tafí Viejo,
el único museo “vivo” de la provincia, y ver, en el portón de hierro, el
anuncio de que está cerrado.
El jefe no está en los talleres, está de viaje. Excepto los empleados de
la empresa y algunos municipales, sin su permiso nadie entra al corazón abierto
de Tafí Viejo y, por ende, nadie entra al Museo Ferroviario. No importa si son
periodistas, turistas, vecinos o estudiantes: el museo está cerrado con la
misma firmeza que tiene el sargento primero Gómez, policía federal, para
anunciárselo a los visitantes. Ni siquiera ayuda el hecho de que los talleres,
o parte de ellos, estén a un paso de convertirse en Patrimonio Cultural.
El Museo Ferroviario comenzó a funcionar en 2005, como intento de
rescatar objetos, herramientas, imágenes, glorias y, en última instancia, la
cultura ferroviaria que estaba siendo devorada dentro del gigante dormido. Se
sabe que en el salón se exhiben escritorios, máquinas de escribir, una
melancólica boletería de Ferrocarriles del Estado y la vieja sirena que recordó
a todo el pueblo, durante 70 años, la hora en que comenzaba el día. Y réplicas
a escala de locomotoras y vagones, engranajes… Pero el museo no puede ser
visitado. A menos que se presente una nota o se cuente con la autorización del
jefe de los Talleres, el museo está cerrado.
“Está cerrado porque ellos no entregan la llave. Pretenden hacer lo que
hacían hasta el año pasado: estar dentro del museo sin trabajar y cobrando un
sueldo como empleados. Ellos están para otra cosa; estamos en plena producción,
no puedo tener dos operarios atendiendo el museo ocho horas. Hace tres semanas
que les pedí la llave y no quieren dármela”, justifica Oscar Guzmán, el jefe.
Se refiere a los operarios que hace nueve años formaron la ONG Asociación
Amigos del Museo y los Talleres Ferroviarios de Tafí Viejo, hoy empleados de la
empresa que explota la planta, Belgrano Cargas y Logística.
En pugna
Por iniciativa de esta ONG, después de nueve años, el miércoles la
Comisión de Patrimonio dictó la Protección Preventiva para los Talleres
Ferroviarios, para que se estudie y se conserve su patrimonio. Es un paso hacia
la inclusión definitiva en el listado de Bienes Protegidos por la Ley N° 7535,
aunque difícilmente se llegue a incluir las 22 hectáreas que ocupan los
talleres.
Los miembros de la Asociación se conforman con que se protejan el Museo
-el salón cultural Néstor Kirchner-, la Calle de la Memoria, bautizada en
homenaje a 17 ferroviarios desaparecidos, y dos bibliotecas.
Además del minucioso estudio realizado por el Instituto de Historia de
la Facultad de Arquitectura, Patrimonio se entusiasmó con aquello del “museo
vivo”: “es un museo dentro de un lugar que está en plena actividad, en el que
se pueden ver el pasado y el presente de la cultura ferroviaria en un mismo
espacio. El único de este tipo en nuestra provincia y uno de los pocos en el
país. Por otro lado, ha sido gestado por la propia comunidad y por los obreros
ferroviarios”, destacó luego de la declaratoria Mercedes Aguirre, directora de
Patrimonio.
Hasta hace un mes, el Museo Ferroviario recibía algunas visitas.
“Cuatrocientas personas por semana”, estima Ramón Martínez, presidente de la
Asociación. En sus manos sostiene la llave del museo, la misma que reclama el
ingeniero Guzmán.
Pero no hay permiso para abrir el candado y el sargento Gómez acata con
firmeza la orden del jefe. “Me comprometen”, se excusa, y pide: “de la puerta
para afuera, por favor”. “Vengan de Inglaterra o vengan de Salta, a las visitas
y a los turistas les tenemos que decir que no se puede visitar el museo, que
está cerrado por orden del jefe”, resume -aunque no se convence- Orlando Díaz, socio
de los Amigos del Museo.
“El ingeniero Guzmán desconoce el trabajo que hemos hecho como
asociación en estos 10 años. Es vergonzante que no nos permita el ingreso a
algo que hicimos nosotros”, se disculpa Ariel Espinoza, empleado ferroviario y
tesorero de la Asociación. Asegura que nunca han descuidado el trabajo para
atender el museo, como sostiene su jefe: dice que lo hacían vecinos, vecinas y
voluntarios cercanos a la Asociación.
En opinión del responsable de la planta, en tanto, ese trabajo debe ser
hecho por gente capacitada para la tarea, “algo bien hecho”, dice. “Ya hay un
acuerdo con el Conicet, firmado por nuestro ministro (Florencio) Randazzo para
que se hagan todos los estudios en el museo. Lo que pretendo con el museo es
tenerlo abierto todo el día, las 24 horas”, afirma Guzmán. Y advierte: “si esta
gente no me entrega la llave, debo tomar una medida la próxima semana”.
Lo cierto es que el museo está cerrado. Hasta tanto se resuelva esta
“interna” que recorre las vías y agita el orgullo ferroviario, el “museo vivo”
estará en coma para todo público hasta nuevo aviso. Del otro lado del portón de
hierro está Tafí Viejo, que siempre espera algún acontecimiento dentro de ese
lugar que reconoce como su propio “Big Bang”.LaGaceta