Nota de Opinión
Por: Giovanni Vecchio y Stefan Steiniger (para El Mostrador)
Sea por el paro camionero o por el cambio climático, muchos apuestan por que el futuro del país es el ferrocarril.
Y el Gobierno pareciera estar de acuerdo, ya que su Plan de Reactivación Económica da prioridad a inversiones ferroviarias como las nuevas líneas de Santiago a Melipilla y Batuco, y un nuevo puente ferroviario sobre el Biobío en Concepción. Dichos proyectos se enfocan prevalentemente en servicios para grandes áreas urbanas. Sin embargo, considerando que el territorio nacional tiene infraestructura ferroviaria a lo largo del país, ¿el tren puede ser una alternativa válida para el transporte de pasajeros y de carga?.
Al momento el transporte de carga en Chile considera bien poco el tren: según datos del Observatorio Logístico del Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones, en 2018 se movieron 12.490 millones de toneladas de carga por carretera, versus 25 millones de toneladas de carga por trenes, equivalente a ¡0,2%! Y las estadísticas muestran que el transporte ferroviario de carga va bajando, aunque juegue un rol importante en transferir productos en los puertos: el 30% de las toneladas que llegan a los muelles de los puertos viaja en tren.
Sin embargo, si miramos al transporte de pasajeros, hoy el tren va ganando importancia: según el Instituto Nacional de Estadística, el número de viajeros ha crecido de +20% en el 2018, llegando a más de 47 millones de pasajeros. Pero la mayoría de ellos utiliza los servicios suburbanos de las tres áreas metropolitanas del país: Santiago, Concepción y Viña del Mar-Valparaíso. De hecho, la escasez de infraestructuras y de servicios ferroviarios entre las principales ciudades chilenas hace que el tren hoy en día no sea una opción para movilizarse entre ellas.
Aun así, Chile sí tiene potencial para que sea posible viajar en tren entre algunas de las principales ciudades del país. Pensemos en un radio de 500 km de Santiago: una distancia recorrida en pocas horas de tren, pero suficiente para llegar a Concepción y transitar por las regiones que concentran más del 60% de la población nacional. La ciudad penquista es servida por la red ferroviaria, pero sin servicios pasajeros regulares para llegar a la capital. En cambio, en tiempos normales tiene 19 vuelos diarios a Santiago, además de innumerables buses. En la zona central, la más poblada del país, el transporte ferroviario es una alternativa poco explorada para el transporte de pasajeros y de carga, a pesar de su potencial para mover volúmenes significativos de personas, reduciendo también las emisiones contaminantes.
Es precisamente la sustentabilidad ambiental del tren el factor que está aumentando el interés del público hacia los rieles, especialmente en tiempos de cambio climático. Lo demuestra Europa, donde el transporte ferroviario está conociendo un nuevo interés por parte de los viajeros. Por ejemplo, Holanda está evaluando prohibir los vuelos de corta duración en rutas donde exista una alternativa ferroviaria: entre Ámsterdam y Bruselas la misma aerolínea holandesa KLM está transfiriendo sus pasajeros a los trenes, con viajes que en promedio son de 2 horas y 12 minutos, contra los 45 minutos del avión –sin contar el tiempo para controles de seguridad, esperas, idas y vueltas hacia y desde los aeropuertos–.
Pensar un Chile sobre rieles no significa pensar un país que se mueva solo en tren. Al contrario: significa pensar posibles formas de intermodalidad, promoviendo de caso en caso el modo de transporte más sustentable y energéticamente eficiente para el transporte de pasajeros y carga. Significa crear sinergias entre distintos modos de transporte, con combinaciones que incluyan el tren en vez del uso exclusivo de buses y camiones. Significa dar la posibilidad de viajar a lo largo del país generando menos contaminación, facilitando que nosotros y nuestros productos viajemos de manera más sustentable. Es tiempo para trenes.
Por: Giovanni Vecchio y Stefan Steiniger (para El Mostrador)
Sea por el paro camionero o por el cambio climático, muchos apuestan por que el futuro del país es el ferrocarril.
Y el Gobierno pareciera estar de acuerdo, ya que su Plan de Reactivación Económica da prioridad a inversiones ferroviarias como las nuevas líneas de Santiago a Melipilla y Batuco, y un nuevo puente ferroviario sobre el Biobío en Concepción. Dichos proyectos se enfocan prevalentemente en servicios para grandes áreas urbanas. Sin embargo, considerando que el territorio nacional tiene infraestructura ferroviaria a lo largo del país, ¿el tren puede ser una alternativa válida para el transporte de pasajeros y de carga?.
Al momento el transporte de carga en Chile considera bien poco el tren: según datos del Observatorio Logístico del Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones, en 2018 se movieron 12.490 millones de toneladas de carga por carretera, versus 25 millones de toneladas de carga por trenes, equivalente a ¡0,2%! Y las estadísticas muestran que el transporte ferroviario de carga va bajando, aunque juegue un rol importante en transferir productos en los puertos: el 30% de las toneladas que llegan a los muelles de los puertos viaja en tren.
Sin embargo, si miramos al transporte de pasajeros, hoy el tren va ganando importancia: según el Instituto Nacional de Estadística, el número de viajeros ha crecido de +20% en el 2018, llegando a más de 47 millones de pasajeros. Pero la mayoría de ellos utiliza los servicios suburbanos de las tres áreas metropolitanas del país: Santiago, Concepción y Viña del Mar-Valparaíso. De hecho, la escasez de infraestructuras y de servicios ferroviarios entre las principales ciudades chilenas hace que el tren hoy en día no sea una opción para movilizarse entre ellas.
Aun así, Chile sí tiene potencial para que sea posible viajar en tren entre algunas de las principales ciudades del país. Pensemos en un radio de 500 km de Santiago: una distancia recorrida en pocas horas de tren, pero suficiente para llegar a Concepción y transitar por las regiones que concentran más del 60% de la población nacional. La ciudad penquista es servida por la red ferroviaria, pero sin servicios pasajeros regulares para llegar a la capital. En cambio, en tiempos normales tiene 19 vuelos diarios a Santiago, además de innumerables buses. En la zona central, la más poblada del país, el transporte ferroviario es una alternativa poco explorada para el transporte de pasajeros y de carga, a pesar de su potencial para mover volúmenes significativos de personas, reduciendo también las emisiones contaminantes.
Es precisamente la sustentabilidad ambiental del tren el factor que está aumentando el interés del público hacia los rieles, especialmente en tiempos de cambio climático. Lo demuestra Europa, donde el transporte ferroviario está conociendo un nuevo interés por parte de los viajeros. Por ejemplo, Holanda está evaluando prohibir los vuelos de corta duración en rutas donde exista una alternativa ferroviaria: entre Ámsterdam y Bruselas la misma aerolínea holandesa KLM está transfiriendo sus pasajeros a los trenes, con viajes que en promedio son de 2 horas y 12 minutos, contra los 45 minutos del avión –sin contar el tiempo para controles de seguridad, esperas, idas y vueltas hacia y desde los aeropuertos–.
Pensar un Chile sobre rieles no significa pensar un país que se mueva solo en tren. Al contrario: significa pensar posibles formas de intermodalidad, promoviendo de caso en caso el modo de transporte más sustentable y energéticamente eficiente para el transporte de pasajeros y carga. Significa crear sinergias entre distintos modos de transporte, con combinaciones que incluyan el tren en vez del uso exclusivo de buses y camiones. Significa dar la posibilidad de viajar a lo largo del país generando menos contaminación, facilitando que nosotros y nuestros productos viajemos de manera más sustentable. Es tiempo para trenes.