ACTUALIDAD
El gobierno está abandonando distintos ramales, y permite que se roben
los rieles. El desarme del sistema ferroviario responde a un negociado
legalizado por el mismo gobierno, que permitió que privados se queden con
bienes del Estado y los vendan
No hay sólo desidia e impericia en el abandono del sistema ferroviario,
también existe un negocio turbio y millonario que seguirá machando sobre rieles
en tanto y en cuento este gobierno continúe con
su política de destrucción.
En la lucha para ponerle un freno a la entrega está Jorge de Mendonça,
un histórico referente ferroviario que intenta revertir la situación dando
testimonio de la crisis del sector. En una de sus recorridas por el interior
bonaerense, sacó la fotografía de las vías (o lo que queda de ellas del
ferrocarril Urquiza, en el tramo entre Hurlingham y Zárate), que llegó a la
redacción de Hoy, y que acompaña esta nota.
Pastos altos, hierros faltantes, desvíos forzados. Unidos y organizados
(como el slogan que utiliza La Cámpora y el resto de las organizaciones
ultrakirchneristas, conformadas por militantes rentados), se están robando
todo.
La concesión de estas vías estaba a cargo de la empresa All, que fue
pseudoestatizada por el gobierno K en mayo de este año. Fue una cortina de humo
ya que, al igual que lo sucedido con YPF, el Estado se terminó haciendo cargo
de una empresa vaciada y saqueada por amigos del poder político, y desde ese
momento nada cambió. Peor aún, se profundizó el desguace, no modificándose en
nada el modelo de los ’90 ya que el propio Estado terminó conformando otra
sociedad anónima para administrar este servicio.
Por estas vías circulaba la formación conocida como El Gran Capitán, que
unía Capital Federal y la provincia de Buenos Aires, con las Cataratas del Iguazú
(Misiones), y que dejó de funcionar en 2011.
“Hay tres tipos de robos en las
vías: uno es el hormiga, el que va y se lleva la chapa o los hierros que
necesita para su casilla o la reventa. Pero también están quienes saben muy
bien cómo hacer su trabajo, son técnicos especializados que desmontan y venden
rieles usados a las empresas ferroviarias. Son viejos y muy buenos, y se
termina comprando los rieles que fueron robados”, dice Mendonça, aunque el que
más le preocupa es el tercer tipo de robo, ese que cuenta con el aval del
Estado.
“Lo peor de todo - agrega – es que, en 2008, la CNRT (Comisión Nacional
de Regulación del Transporte) autorizó a las empresas concesionarias a retirar
las vías de estaciones o ramales que no se utilizan, para ser usadas en la
reparación de otros lugares”, dijo el
especialista en temas de transporte, telecomunicaciones y territorio. Así, los tramos del antiguamente extenso
recorrido de los trenes nacionales son desguazados.
Decisión
gubernamental
“El problema es que este desguace, por decisión del organismo,
imposibilitaría la reconstrucción del sistema ferroviario”, agregó el
dirigente.
El Estado interviene, entonces, cortándose sus propias piernas y
poniéndole la firma a la infamia. “Es un negocio para las empresas privadas,
que tienen autorización a desmontar las vías, que son del Estado, y las
revenden o reutilizan. Hay que meter preso al funcionario que lo hizo, porque
son recursos estatales utilizados para negocios privados, y encima está
legalizado”.
Conocedor del problema, Jorge lamenta la planificación del atropello:
“es una desintegración ferroviaria total. En muchas vías abandonadas, falta el
60% de los rieles, en perfecto estado para utilizar, y están desguazadas con
herramientas especiales, esto está bien hecho.”
Por eso, nuestro entrevistado asegura que “hay ineptos en los puestos de
decisión del sistema ferroviario. Las
tierras ferroviarias están siendo utilizadas por el Estado para negocios
inmobiliarios. En áreas de Buenos Aires ya no hay espacios logísticos adonde
llevar la carga. No quedan terrenos para dejar los trenes de pasajeros, para
limpiarlos siquiera”.
Molesto, agrega que “el Estado está mandando un mensaje de destrucción
del ferrocarril, cuando autoriza a hacer construcciones adonde antes había
vías”.
La crisis del sector es profunda y amenaza la proyección de Argentina
como país. Cualquier nación que piense en su desarrollo y que planifique a
largo plazo, entiende el rol central del sistema ferroviario. Hoy, sin embargo,
el futuro del país es como un suicida que entrega sus esperanzas y se tira a
las vías cuando ve llegar el tren. Sólo que el tren ya no pasa.
Los
intereses de las piezas chinas
Días atrás, se conoció que el gobierno K metió las manos en las arcas
del Banco Nación para obtener financiamiento por un monto de 228,9 millones de
dólares para la supuesta compra en China de 300 formaciones del ferrocarril de
la línea Roca.
Como todo lo que anuncia el gobierno K en materia ferroviario, hay que
tomarlo con alfileres. Huele a negocio oscuro. Y más si se tiene en cuenta que,
con este tipo de compras, donde el pago de sobreprecios siempre está a la orden
del día, se deja de lado la posibilidad
real de una reconstrucción del sistema ferroviario.
Por ejemplo, según datos relevados por Hoy, cerca de 700 vagones están
en condiciones de ser restaurados, en pocos meses, por fábricas nacionales. Es
más, al haber sido parte de la otrora pujante industria nacional, los trenes,
locomotoras y vagones se podrían construir o arreglar con un alto porcentaje de
piezas locales, sin necesidad de recurrir a la importación, como sucede en el
sector automotriz.
Las estimaciones señalan que la capacidad instalada en el país
permitiría, en menos de tres años, en caso de haber planes estratégico y una
inversión genuina para modernizar la infraestructura local, fabricar coches,
vagones y locomotoras cero kilómetro, generando miles de puestos trabajo
genuinos. Unos 8000 millones de dólares, que equivale a solo el 4,5% de lo que
el gobierno K pagó en concepto de una deuda externa ilegal e ilegítima en la
última década, alcanzarían para poner en marcha el sistema, volviendo a
conectar el país.
Lamentablemente, ningún tipo de reactivación se vislumbra en este
sentido. Diario Hoy