Nota de Opinión
Por: Gerardo Isas (Arquitecto, urbanista y docente)
"¿Cómo se mide el bienestar de los ciudadanos en una ciudad? ¿Cuáles son los factores más importantes a tener en cuenta? ¿En dónde se ubica en los ránkings el Gran Tucumán y la capital en particular?". Federico Türpe
Parto de dos premisas: a) El municipio capital piensa mal y el que piensa mal da pasos inconducentes; 2) el principal moderador de la calidad de vida es el dispar acceso a la tierra propia, en un entorno productivo.
1) Entender que el aliado es el humano de a pie (peatón), y no el auto. El municipio tiene un acuerdo con el peor de los sindicatos: el Sindicato de Conductores de Autos Privados, que tienen un “free pass” del municipio. Impunidad total en estacionamiento libre y todo tipo de abuso sobre la calle. El auto es el medio de transporte más barato del momento y los peatones están en total desventaja.
Cuando el embotellamiento apremia el municipio resuelve alejar a los ómnibus, en una de las más deslucidas de sus políticas. El privilegiado en llegar al centro debe ser el transporte público y no el privado. No entenderlo es vivir en los ‘70.
2) Recobrar la residencialidad perdida. La residencialidad se construye con acciones y es una forma del ejercicio del derecho a la calidad de vida.
Por ejemplo, los 18 semáforos en Santiago hacia el oeste no son para favorecer a ese hermoso barrio residencial, sino para favorecer al que usa el barrio para llegar al country, y quiere una calle Santiago en onda verde a 80 Km/h. Santiago, Mendoza, San Juan, Don Bosco, todos son “countryductos”. Primero sacaron los reductores de velocidad, último recurso de un barrio residencial, atravesado por gente apurada que no le gusta la “Autopista Mate de Luna”, pero quiere ir a 80 km/h
Muchos countrys de nuestras comunas están a 25 km de Plaza Independencia. La lejanía se compensa con la velocidad. SMT renuncia a la residencialidad a partir de los ’90. Residencialidad es, por ejemplo, que puedas enseñarle a caminar a tu hijo en la vereda.
3) Reconciliarse con el río Salí. Además de la ineludible asistencia al Barrio Costanera, hay que crear condiciones jurídicas para el desarrollo de tu principal pulmón y principal refugio de la naturaleza agreste. Más valioso que el oro. Pero el río Salí figura en el Código de Planeamiento Urbano (CPU) como destinado a instalaciones tóxicas y peligrosas. Tu asistencialismo pierde, repentinamente, todo brillo. La ciudad no tendría que tener nada peligroso ni tóxico.
4) Desactivar los dispositivos artificiales que manipulan la calidad de vida, según el barrio, mediante el CPU 2001. Los barrios tienen que competir en igualdad de condiciones. No puede ser que, en Barrio Norte y Sur se pueda desarrollar por ordenanza cinco veces más que en los Barrio Ciudadela y Villa 9 de Julio.
Privilegios para revisar.
5) Dejar de banalizar los bienes ferroviarios. Bernabé Aráoz es la calle que acompaña al Ferrocarril Belgrano y no al revés. Se sacaron los reductores de velocidad, indispensables para que el que atraviese la vía lo haga sin esperas. No hay barreras desde los ‘90. Borraron el “pare, mire y escuche”. El Belgrano no es el Trencito del Parque. El municipio tiene que trabajar para mejorar la vinculación con la infraestructura ferroviaria y no invisibilizarla. Sostener y embellecer el contexto de los bienes ferroviarios sería lo que está faltando. El tren es una bendición para la sociedad.
6) Proteger al vecino de la industria gastronómica, especialmente en distritos residenciales. Algunos restaurantes tienen resuelto el estacionamiento barato, el de propina. El estacionamiento barato es un plus, y se buscan coquetos barrios residenciales porque sus casas tienen el auto guardado adentro. No hablo de la higiene, sino de las plataformas claramente en abuso de la vía pública. Hay una automática pérdida del valor de las propiedades aledañas a la gastronomía.
7) Aplicarse al diseño, tan desvalorizado en la capital.
Que los recursos escasos sean para bienes durables y necesarios. El caso de los refugios de paradas de ómnibus, es un catálogo de desaciertos en decisiones de diseño, desde los materiales inadecuados, la violenta implantación sin estudio, como en Santiago al 400 y otras 24 paradas iguales.
8) Enseñar a cruzar la calle a los tucumanos que no saben cruzar la calle.
Creer que la luz verde es para seguir derecho y también para girar es nuestra tóxica forma de manejar autos. Si usted no lo entiende, es que no sabe cruzar la calle. Soy ambidiestro, sé cómo se cruza, pero como quiero vivir, cruzo como cruzan la calle los tucumanos
La descripción del autor, si se condice con la realidad, implica una enorme serie de desatinos de la Municipalidad. La descripción que hace es realmente asombrosa.
ResponderEliminarCompadezco a los habitantes de esa hermosa ciudad.