Historias de Personal Ferroviario
¿Cómo es sentarse en la cabina del maquinista de un tren suizo? Para Lea Steppacher es el trabajo de sus sueños. Y confía en que le dure mucho, porque la joven no teme ser remplazada por un tren sin conductor.
En la sala de descanso, antes de iniciar el viaje, me preguntan si deseo tomar algo. Acepto un café, pero la máquina que lo suministra tiene una pequeña avería y el vaso queda a medio llenar. No pasa nada. Además, es muy molesto tener que ir al baño en pleno viaje. Y ahora que lo pienso: ¿Qué hacen los maquinistas en estos casos?
“Simplemente ir antes de iniciar un recorrido”, dice Lea Steppacher entre risas. Luce genuinamente divertida con la pregunta que acabo de hacerle. La realidad es que los maquinistas no tienen alternativa, una vez que el tren está en movimiento, no hay forma de abandonar la cabina ni siquiera unos segundos. A diferencia de un avión, un tren carece de copiloto y no está estructurado para operar en modo de piloto automático.
Lea Steppacher tiene 36 años y trabaja desde hace ocho para los Ferrocarriles Federales Suizos (FFS). Le encanta su trabajo, especialmente cuando desde la cabina ve nacer u ocultarse el sol.
“¡No hay nada más hermoso que un viaje al amanecer o al atardecer! Gozas admirándolos y además te pagan por ello”, dice con entusiasmo mientras se disculpa porque esa tarde, en particular, el mal tiempo nos ha impedido disfrutar de un rosado atardecer durante el recorrido que realizamos entre Zúrich y Basilea. Pero nada empaña mi emoción. Tengo el privilegio de ir al frente del tren con Steppacher en el mejor asiento de todos. Desde él puedo mirar y disfrutar nuestro camino.
Confiada y dinámica, Steppacher precisa que su asiento no es privilegiado por la vista que tiene, sino por la responsabilidad que supone. Ella tiene el control de este tren repleto de viajeros pendulares y encabezado por una locomotora RE 460.
“Es un sentimiento indescriptible. Estás llevando un tren, controlando su velocidad y potencia. Y observas a cientos de personas abordar durante las horas pico”, relata Steppacher con la resplandeciente mirada de sus ojos verdeazulados.
La velocidad de nuestro recorrido aumenta. Es un espectáculo hipnótico: Las vías giran hacia la izquierda y después hacia la derecha; hay las señales de tráfico y algunas otras señalizaciones que jamás había percibido. Observo todo mientras unas gotas de lluvia se deslizan sobre el parabrisas.
Un sueño de la niñez
"Desde niña me enseñaron a ver a los trenes como algo maravilloso. Cuando eres pequeño te parecen mucho más grandes y rápidos de lo que verdaderamente son. Además, sientes que te llevan hacia un lugar especial”, dice. Otro sueño de su infancia era conducir un gran autobús amarillo ‘Postauto’ [autobús postal]
.
Con el paso de los años se decantó por ir a la universidad y estudió Historia y Geografía. Pero solo una semana después de graduarse le llegó una oferta de trabajo que buscaba maquinistas en Basilea.
"Supe de inmediato que ahí estaba mi corazón... Y ahí sigue todavía. Uno de mis profesores me dicho en broma que me había llegado la hora de poner en práctica todo lo que había aprendido en geografía", sonríe.
Y es verdad, su trabajo la lleva por toda Suiza. Una de sus rutas favoritas, dice, es la que va de Basilea a Porrentruy, atravesando la región del Jura, que acostumbra realizar montada en un ágil tren Stadler Flirt.
Esta ruta "es un universo de remanso de paz. Normalmente, hay trenes dos minutos antes y dos minutos después, pero en este caso los intervalos son de 15 minutos", refiere Steppacher.
"Los pasajeros lo sienten todo"
Con un título universitario y una formación adicional para ser docente, Steppacher podía ser profesora de educación media. Pero no ha desperdiciado estas aptitudes. Además de maquinista, da clases a entre 12 y 18 nuevos candidatos reclutados cada año.
"Reciben durante un año entrenamiento intensivo y deben cumplir con los más altos niveles de exigencia. Estar aquí requiere mucha valentía y compromiso. No es un trabajo para todo el mundo. En cada clase hay una o dos personas que se dan cuenta de que no son adecuadas para conducir un tren”, dice.
"A veces es porque carecen de la seguridad suficiente; otras, porque les falta serenidad. Todos los movimientos deben ser mesurados, ya que los pasajeros lo sienten todo", explica Steppacher, cuyas manipulaciones son tan sutiles que cuesta creer que va realmente "conduciendo". Los botones de su consola hacen pensar en los estudios de sonido, solo que algunos son mucho más grandes, del tamaño de la palma de una mano.
"Con unos cuantos movimientos suaves de tu mano puedes controlar este tren gigantesco. Esto es algo fascinante y muy satisfactorio", confiesa. El elemento más moderno del tren que hemos abordado es una tableta que marca el progreso del viaje.
Además, por razones de seguridad, Steppacher explica que existe el llamado "pedal del hombre muerto", una plataforma que hace contacto con sus pies. La presión constante de sus plantas confirma que está viva. Si por cualquier razón se quedara dormida o sufriera un vahído, el tren se detendría inmediatamente.
Asimismo, los maquinistas deben realizar otra acción específica cada 1 600 metros –según el modelo del tren puede ser presionar un botón o efectuar alguna manipulación combinada–, para confirmar que todo va bien. Y si se olvidan de hacerlo, tienen 200 metros para reaccionar y corregir. Si esto no sucede, se encenderá una alarma y también se activará el freno de emergencia.
Es el sistema de doble verificación que confirma que Steppacher está bien… ¡Aquí estoy, cariño!”, responde la maquinista.
Cada vez que una locomotora llega a una estación de ferrocarril, hay un colega uniformado que aguarda su llegada y está listo para tomar el relevo si el conductor principal no está en condiciones de continuar el viaje. “Pero si un maquinista no se siente bien físicamente, no se presentará, es demasiado arriesgado”, señala la joven con una gran sonrisa.
Aislamiento social
Nuestro tren es desviado, lo cual suma 10 minutos a nuestra ruta, que debía ser de una hora exacta. Steppacher se ríe cuando le confieso que ese tiempo extra es en realidad un regalo para mí. Y tengo la impresión de que para ella también, pues este trayecto es aún más bello. Observamos a nuestro paso campos repletos de flores amarillas de colza, pintorescas iglesias y el castillo de la cervecería Feldschlösschen.
Pese al entusiasmo que despierta en ella su trabajo, Steppacher admite que también hay desventajas: los turnos laborales con horarios irregulares.
"Debes aprender a lidiar con eso; limita tu vida social. Tienes que hacer un esfuerzo para conservar a tus amigos”, afirma y reconoce que a menudo debe rechazar invitaciones en sábado.
Cuando trabaja, la mayor parte del tiempo está sola en su cabina. "TE tiene que gustar trabajar sola durante largos periodos; es una gran responsabilidad que requiere que estés centrado”, señala. Pero matiza los inconvenientes afirmando que el equipo de mecánicos de Basilea es genial. Además de compartir información y consejos, después del trabajo suelen dar paseos en bicicleta o hacer excursiones juntos.
Cambios futuros
La Oficina Federal de Transporte analiza la posibilidad de introducir trenes sin conductor entre Lucerna y San Gall. Y a principios de este año, los FFS anunciaron vía un comunicadoEnlace externo que “promoverán la automatización de las operaciones ferroviarias y de control de los trenes. Asimismo, se contempla la posibilidad de utilizar trenes conducidos a distancia”.
¿Qué piensa Steppacher de esa posibilidad? La maquinista dice que no teme que su trabajo esté en riesgo.
Desde un punto de vista técnico, afirma, “no puedo ni imaginar [que prescindan de nosotros] en la estructura operacional. Pero es verdad que las locomotoras asumen cada vez más funciones del maquinista”. Sin embargo, recuerda que los FSS acaban de invertir en una nueva flotilla de trenes cuya vida útil es de 40 años y todos ellos cuentan aún con una cabina de maquinista.
¿Se imagina Lea Steppacher realizando el mismo trabajo hasta el día de su jubilación?
“¡Podría hacerlo! Tengo muchos colegas que conducen trenes desde hace más de 30 años. Y pesar de que todo se ha ido transformando, siguen pensando que les gusta mucho ir en una cabina”, ríe.
Si algún día se cansara de los ferrocarriles, Steppacher asegura que consideraría su viejo sueño infantil de conducir un autobús postal ‘Postauto’ en Engadina [región del cantón Grisones].
O probaría suerte con los camiones, dado que dispone de una formación para conducir vehículos de triple eje.
“A mí, siempre me ha fascinado la maquinaria pesada”, dice y suelta una carcajada.
Comienza a anochecer cuando llegamos a Basilea. Es el último trayecto del día para Lea Steppacher y su tren. Se pone su visera negra y su bufanda roja y controla que todo en la cabina está en orden. Incluso baja los toldos de las ventanillas antes de bajarnos.
Después de unas fotos para dar por terminado el viaje, nos despedimos en el andén. Lea Steppacher me abraza y me da tres besos, como es costumbre en Suiza. No lo había pensado antes, pero es la maquinista que me gustaría tener cuando me subo a un tren.Swissinfo.ch
¿Cómo es sentarse en la cabina del maquinista de un tren suizo? Para Lea Steppacher es el trabajo de sus sueños. Y confía en que le dure mucho, porque la joven no teme ser remplazada por un tren sin conductor.
En la sala de descanso, antes de iniciar el viaje, me preguntan si deseo tomar algo. Acepto un café, pero la máquina que lo suministra tiene una pequeña avería y el vaso queda a medio llenar. No pasa nada. Además, es muy molesto tener que ir al baño en pleno viaje. Y ahora que lo pienso: ¿Qué hacen los maquinistas en estos casos?
“Simplemente ir antes de iniciar un recorrido”, dice Lea Steppacher entre risas. Luce genuinamente divertida con la pregunta que acabo de hacerle. La realidad es que los maquinistas no tienen alternativa, una vez que el tren está en movimiento, no hay forma de abandonar la cabina ni siquiera unos segundos. A diferencia de un avión, un tren carece de copiloto y no está estructurado para operar en modo de piloto automático.
Lea Steppacher tiene 36 años y trabaja desde hace ocho para los Ferrocarriles Federales Suizos (FFS). Le encanta su trabajo, especialmente cuando desde la cabina ve nacer u ocultarse el sol.
“¡No hay nada más hermoso que un viaje al amanecer o al atardecer! Gozas admirándolos y además te pagan por ello”, dice con entusiasmo mientras se disculpa porque esa tarde, en particular, el mal tiempo nos ha impedido disfrutar de un rosado atardecer durante el recorrido que realizamos entre Zúrich y Basilea. Pero nada empaña mi emoción. Tengo el privilegio de ir al frente del tren con Steppacher en el mejor asiento de todos. Desde él puedo mirar y disfrutar nuestro camino.
Confiada y dinámica, Steppacher precisa que su asiento no es privilegiado por la vista que tiene, sino por la responsabilidad que supone. Ella tiene el control de este tren repleto de viajeros pendulares y encabezado por una locomotora RE 460.
“Es un sentimiento indescriptible. Estás llevando un tren, controlando su velocidad y potencia. Y observas a cientos de personas abordar durante las horas pico”, relata Steppacher con la resplandeciente mirada de sus ojos verdeazulados.
La velocidad de nuestro recorrido aumenta. Es un espectáculo hipnótico: Las vías giran hacia la izquierda y después hacia la derecha; hay las señales de tráfico y algunas otras señalizaciones que jamás había percibido. Observo todo mientras unas gotas de lluvia se deslizan sobre el parabrisas.
Un sueño de la niñez
"Desde niña me enseñaron a ver a los trenes como algo maravilloso. Cuando eres pequeño te parecen mucho más grandes y rápidos de lo que verdaderamente son. Además, sientes que te llevan hacia un lugar especial”, dice. Otro sueño de su infancia era conducir un gran autobús amarillo ‘Postauto’ [autobús postal]
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Con el paso de los años se decantó por ir a la universidad y estudió Historia y Geografía. Pero solo una semana después de graduarse le llegó una oferta de trabajo que buscaba maquinistas en Basilea.
"Supe de inmediato que ahí estaba mi corazón... Y ahí sigue todavía. Uno de mis profesores me dicho en broma que me había llegado la hora de poner en práctica todo lo que había aprendido en geografía", sonríe.
Y es verdad, su trabajo la lleva por toda Suiza. Una de sus rutas favoritas, dice, es la que va de Basilea a Porrentruy, atravesando la región del Jura, que acostumbra realizar montada en un ágil tren Stadler Flirt.
Esta ruta "es un universo de remanso de paz. Normalmente, hay trenes dos minutos antes y dos minutos después, pero en este caso los intervalos son de 15 minutos", refiere Steppacher.
"Los pasajeros lo sienten todo"
Con un título universitario y una formación adicional para ser docente, Steppacher podía ser profesora de educación media. Pero no ha desperdiciado estas aptitudes. Además de maquinista, da clases a entre 12 y 18 nuevos candidatos reclutados cada año.
"Reciben durante un año entrenamiento intensivo y deben cumplir con los más altos niveles de exigencia. Estar aquí requiere mucha valentía y compromiso. No es un trabajo para todo el mundo. En cada clase hay una o dos personas que se dan cuenta de que no son adecuadas para conducir un tren”, dice.
"A veces es porque carecen de la seguridad suficiente; otras, porque les falta serenidad. Todos los movimientos deben ser mesurados, ya que los pasajeros lo sienten todo", explica Steppacher, cuyas manipulaciones son tan sutiles que cuesta creer que va realmente "conduciendo". Los botones de su consola hacen pensar en los estudios de sonido, solo que algunos son mucho más grandes, del tamaño de la palma de una mano.
"Con unos cuantos movimientos suaves de tu mano puedes controlar este tren gigantesco. Esto es algo fascinante y muy satisfactorio", confiesa. El elemento más moderno del tren que hemos abordado es una tableta que marca el progreso del viaje.
Además, por razones de seguridad, Steppacher explica que existe el llamado "pedal del hombre muerto", una plataforma que hace contacto con sus pies. La presión constante de sus plantas confirma que está viva. Si por cualquier razón se quedara dormida o sufriera un vahído, el tren se detendría inmediatamente.
Asimismo, los maquinistas deben realizar otra acción específica cada 1 600 metros –según el modelo del tren puede ser presionar un botón o efectuar alguna manipulación combinada–, para confirmar que todo va bien. Y si se olvidan de hacerlo, tienen 200 metros para reaccionar y corregir. Si esto no sucede, se encenderá una alarma y también se activará el freno de emergencia.
Es el sistema de doble verificación que confirma que Steppacher está bien… ¡Aquí estoy, cariño!”, responde la maquinista.
Cada vez que una locomotora llega a una estación de ferrocarril, hay un colega uniformado que aguarda su llegada y está listo para tomar el relevo si el conductor principal no está en condiciones de continuar el viaje. “Pero si un maquinista no se siente bien físicamente, no se presentará, es demasiado arriesgado”, señala la joven con una gran sonrisa.
Aislamiento social
Nuestro tren es desviado, lo cual suma 10 minutos a nuestra ruta, que debía ser de una hora exacta. Steppacher se ríe cuando le confieso que ese tiempo extra es en realidad un regalo para mí. Y tengo la impresión de que para ella también, pues este trayecto es aún más bello. Observamos a nuestro paso campos repletos de flores amarillas de colza, pintorescas iglesias y el castillo de la cervecería Feldschlösschen.
Pese al entusiasmo que despierta en ella su trabajo, Steppacher admite que también hay desventajas: los turnos laborales con horarios irregulares.
"Debes aprender a lidiar con eso; limita tu vida social. Tienes que hacer un esfuerzo para conservar a tus amigos”, afirma y reconoce que a menudo debe rechazar invitaciones en sábado.
Cuando trabaja, la mayor parte del tiempo está sola en su cabina. "TE tiene que gustar trabajar sola durante largos periodos; es una gran responsabilidad que requiere que estés centrado”, señala. Pero matiza los inconvenientes afirmando que el equipo de mecánicos de Basilea es genial. Además de compartir información y consejos, después del trabajo suelen dar paseos en bicicleta o hacer excursiones juntos.
Cambios futuros
La Oficina Federal de Transporte analiza la posibilidad de introducir trenes sin conductor entre Lucerna y San Gall. Y a principios de este año, los FFS anunciaron vía un comunicadoEnlace externo que “promoverán la automatización de las operaciones ferroviarias y de control de los trenes. Asimismo, se contempla la posibilidad de utilizar trenes conducidos a distancia”.
¿Qué piensa Steppacher de esa posibilidad? La maquinista dice que no teme que su trabajo esté en riesgo.
Desde un punto de vista técnico, afirma, “no puedo ni imaginar [que prescindan de nosotros] en la estructura operacional. Pero es verdad que las locomotoras asumen cada vez más funciones del maquinista”. Sin embargo, recuerda que los FSS acaban de invertir en una nueva flotilla de trenes cuya vida útil es de 40 años y todos ellos cuentan aún con una cabina de maquinista.
¿Se imagina Lea Steppacher realizando el mismo trabajo hasta el día de su jubilación?
“¡Podría hacerlo! Tengo muchos colegas que conducen trenes desde hace más de 30 años. Y pesar de que todo se ha ido transformando, siguen pensando que les gusta mucho ir en una cabina”, ríe.
Si algún día se cansara de los ferrocarriles, Steppacher asegura que consideraría su viejo sueño infantil de conducir un autobús postal ‘Postauto’ en Engadina [región del cantón Grisones].
O probaría suerte con los camiones, dado que dispone de una formación para conducir vehículos de triple eje.
“A mí, siempre me ha fascinado la maquinaria pesada”, dice y suelta una carcajada.
Comienza a anochecer cuando llegamos a Basilea. Es el último trayecto del día para Lea Steppacher y su tren. Se pone su visera negra y su bufanda roja y controla que todo en la cabina está en orden. Incluso baja los toldos de las ventanillas antes de bajarnos.
Después de unas fotos para dar por terminado el viaje, nos despedimos en el andén. Lea Steppacher me abraza y me da tres besos, como es costumbre en Suiza. No lo había pensado antes, pero es la maquinista que me gustaría tener cuando me subo a un tren.Swissinfo.ch