EXTERIOR
El gravísimo
accidente ferroviario del 24 de julio en una curva cercana a la estación de
Santiago de Compostela está siendo investigado en dos vías: la judicial y la
técnica; ésta correrá a cargo de la
Comisión de Investigación de Accidentes Ferroviarios (CIAF),
creada en 2007 y residenciada en el Ministerio Fomento. Además, la ministra de
Fomento, Ana Pastor, ha formado una nueva comisión de expertos, presidida por
Ignacio Barrón de Angoiti, ingeniero de Caminos, director del departamento de
Viajeros, Alta Velocidad y Estaciones y coordinador para Latinoamérica de la Unión Internacional
de Ferrocarriles (UIC), que analizará el sector ferroviario y efectuará
propuestas y recomendaciones para su mejora y mayor seguridad.
Sin duda,
ambas vías de investigación, que a la larga deberán ser concluyentes,
esclarecerán por completo el siniestro, en el que el factor humano fue
indudablemente relevante, como reconoció con dramática honradez el propio
maquinista al pie de la tragedia que involuntariamente había provocado. Sin
embargo, el siniestro, sin duda el más grave desde que este país modernizó su
sistema ferroviario y se introdujo a partir de 1992 en la alta velocidad, nos
ha permitido indagar en el estado general de la seguridad ferroviaria en
nuestro país, hasta el extremo de que buena parte de la opinión pública ha
entrado en los arcanos técnicos de los diferentes sistemas de control y
señalización, que se han popularizado. Y en este discernimiento hemos llegado a
conclusiones que no nos agradan y que han de requerir un salto cualitativo en
materia de seguridad.
Un conocido
chascarrillo del mundo de la aviación asegura que, dentro de no mucho tiempo,
los aviones serán tripulados por un solo piloto y un perro. El piloto, para dar
tranquilidad a los pasajeros, y el perro, bien amaestrado, para impedir que el
piloto toque cualquier mando. La automatización ha sido, en efecto, la clave de
la seguridad en la aviación? que, con los prodigiosos 'drones' en pleno desarrollo,
augura un tiempo en que la incidencia del factor humano en la seguridad de este
modo de transporte se vuelva irrelevante.
En buena
parte de nuestras líneas de ferrocarril, en cambio, el fallo humano no resulta
corregido por la automatización. El accidente de Santiago, que se debió a un
imprudente exceso de velocidad, no pudo ser evitado por un sistema de control
capaz de contrastar que el tren descarrilaría si no moderaba la marcha. En
aquel tramo, estaba funcionando el sistema ASFA (Anuncio de Señales y Frenado
Automático), basado en balizas electromagnéticas ubicadas en el eje de la vía y
asociadas a la señalización, que sirve básicamente para detener el tren si el
maquinista no respeta lo indicado por las señales (se utilizan cinco
indicaciones vinculadas a otras tantas frecuencias: anuncio de parada, vía
libre condicional, vía libre o paso a nivel protegido, próxima señal en parada
y parada). Este sistema, instalado en los años setenta del pasado siglo en toda
la red y modernizado en 2005 (el ASFA digital) es semejante a los existentes en
otros países de nuestro ámbito, funciona hasta 200 km/h y proporciona una
seguridad notoria, como lo prueba la baja siniestralidad de nuestra red
ferroviaria. Sin embargo, como ha sido evidente, no ha podido impedir que un
convoy circulara a velocidad excesiva por un tramo que no era capaz de
soportarla.
El sistema
europeo de Alta Velocidad, el ERTMS (European Rail Traffic Management System)
contiene un sistema automático de control (ATC), el ETCS, de forma que el tren
responde autónomamente cuando el maquinista supera la velocidad máxima
establecida en cada tramo o rebasa señales que indican detención. Es un sistema
auspiciado por las instituciones comunitarias que se está extendiendo por toda
Europa desde 2006 y que en España ha sido ya instalado en 1.974 kilómetros
de línea de alta velocidad. La primera línea de AVE de nuestro país,
Madrid-Sevilla, que entró en servicio en 1992, fue equipada con el sistema LZB
de Siemens, que es también sistema de control continuo basado en un trayecto
dividido en cantones: cada 100
metros , supervisa la velocidad y si es superior a la
permitida avisa al maquinista y frena el tren si éste no responde.
La exigencia
social, después del siniestro de Santiago, es que se dé el salto hacia la
completa automatización. Que el ferrocarril disponga en la totalidad de las
líneas de sistemas de control capaces de minimizar el error humano, de modo que
el maquinista pasará a ser el encargado de supervisar el buen funcionamiento de
los sistemas informáticos. Con toda probabilidad, la comisión de expertos
creada en Fomento llegará a esta misma conclusión, que después deberá ser
convenientemente administrada: la modernización de las infraestructuras habrá
de realizarse al ritmo presupuestario adecuado, que será el que decida el
Parlamento. Es probable que éste, sensibilizado por la tragedia, dé preferencia
a este objetivo de la seguridad ferroviaria.ElEconomista.es
Roberto Guillermo Lamas dijo...
ResponderEliminarHace un tiempo muchos decían que esos accidentes "solo pasan en países bananeros como Argentina..."
No hay bananas en Argentino, coño¡¡ Lo que sí hay son argentinos, bife chorizo y tango...
EliminarEn Centroamérica, si hay bananas.
Bromas aparte, hemos sufrido mucho en Chile al ver tamaña desgracia de nuestros hermanos gallegos.
CHE ''Roberto Guillermo Lamas'' Y QUE OPINAS DE LOS PARAGOLPES SIN AGUA, LOS VAGONES PODRIDOS Y SIN IMPLEMENTAR EL SISTEMA ASFA QUE PARA EL TREN AL TRASPASAR UNA SEÑAL EN ROJO??? ILUMINADO K IGNORANTE
ResponderEliminarES VERDAD. SE DECÍA QUE SOLO PASABA EN PAISES COMO EL NUESTRO.
ResponderEliminarIGUAL SIGO CREYENDO QUE SOLO AQUI PASA A CADA RATO Y EN FORMA SOSTENIDA POR LA COMPLICIDAD DEL GREMIO.
DE DONDE SE SOSTUVO SINO CIRIGLIANO? Y TODAVÍA EN CIERTA FORMA, ESTÁ.