Gremiales
En un acto convocado por Nuevo Encuentro-Unidos y Organizados, los
protagonistas de la histórica lucha sindical que enfrentó al neoliberalismo se
mostraron a favor de las iniciativas oficiales para reponerlos como medio de
transporte y fuente de trabajo.
Los 23 años de la huelga ferroviaria fueron la excusa para juntarse. Los
protagonistas de aquella histórica lucha contra la liquidación menemista de los
trenes se pronunciaron a favor de los planes oficiales para restaurarlos como
medio de transporte y fuente de trabajo. Y lo hicieron en un acto – convocado
por Nuevo Encuentro - Unidos y Organizados en el ex Mercadito de Flores (hoy
una cooperativa) bajo el lema “De la resistencia a la recuperación”– en el que
también expresaron algunas críticas a la orientación de la actual política en
la materia y coincidieron en repudiar a la burocracia sindical ferroviaria. Los
dirigentes de aquella huelga estuvieron acompañados por Roberto Pianelli,
secretario general de la Asociación Gremial de Trabajadores del Subte y Premetro,
y Gabriela Cerruti, legisladora porteña por Nuevo Encuentro.
Juan Vitale, ex huelguista, hoy es miembro del Centro de Estudios
Ferroviarios y uno de los fundadores de Fraternales por la Recuperación.
“Recuperar los trenes es una asignatura pendiente, porque los que bancamos el
proceso iniciado en 2003 decimos que nos ponemos a disposición para lo que haga
falta, pero también decimos que se perdieron ocho años y ahora estamos en una
carrera contrarreloj. Queremos sumarnos a esa carrera, queremos un ferrocarril
federal, estatal, que no compita con el transporte automotor”, dijo en su
discurso. Luego recordó que “esa huelga no fue espontánea, ni empezó de
casualidad; nuestra resistencia empezó mucho antes, pero a partir de 1989
luchamos contra la privatización. Esa huelga de 1991 fueron 45 días históricos
contra los planes del menemismo, con la reforma del Estado, la emergencia
económica y luego el decreto que abrió el camino a la privatización”. El
veterano dirigente explicó que lo hicieron “siguiendo una tradición democrática
del gremio, que no tiene comparación, que no tiene nada que ver con la
burocracia enquistada hoy en la dirección de La Fraternidad, que fue cómplice
del desguace y hoy pone continuos palos en la rueda a esta nueva gesta de
transformación de la que nos sentimos parte; de la manera que el Gobierno
decida que lo hagamos, queremos ser parte, pero a la burocracia la vamos a
combatir”.
A su turno, Pianelli destacó los paradigmas culturales de los luchadores
ferroviarios, que lo “marcaron a fuego, ese orgullo de ser ferroviario jamás lo
volví a ver”. A su criterio, la huelga de 1991 no fue sólo por salario o por
condiciones laborales, fue “por el patrimonio y contra la entrega del
ferrocarril”, y ambas cosas fueron “arrebatadas por el menemismo de la
conciencia de los trabajadores”. Según dijo, ante el público que el viernes
pasado acudió al viejo Mercadito, “en estos diez años recuperamos muchos
paradigmas culturales, en los derechos humanos, en la solidaridad de ‘la patria
es el otro’, pero aún falta recuperar el sentido de clase expresado en las
huelgas de resistencia a las privatizaciones”. Y trazó un lazo de unidad entre
las burocracias del ferrocarril, de la UTA y de los portuarios. “Recién ahora,
después de la barbarie de Once, empezamos a tener una política que encabeza el
Flaco (ministro Florencio) Randazzo, con todas las contradicciones y con la
burocracia aún enquistada en los sindicatos, que no colabora en lo más mínimo
para generar esa memoria histórica porque, precisamente, son los responsables
de haberla quebrado”, dijo el sindicalista del subte. Y citó a Rodolfo Walsh al
decir que “siempre el enemigo de clase intenta que perdamos la memoria para que
tengamos que volver a empezar”.
Luego tuvo la palabra Daniel Rilo, dirigente de Nuevo Encuentro, quien
al recordar el fracaso de la huelga (en 1992) que marcó el inicio del cierre de
ramales citó a John William Cooke, en “Apuntes para la Militancia” de 1964:
“Hay miles y miles de hombres que sólo conocieron la derrota, pero lo que no conocieron
fue el deshonor”. Tras marcar que luego de la época en que Carlos Menem dispuso
“ramal que para, ramal que cierra”, dijo que “ahora los ramales están
recuperándose por mayor inversión del Estado nacional”. Y se pronunció contra
el procesamiento “de dos compañeros de ATE por luchar por su salario. No vamos
a permitir la criminalización de la protesta social”.
Para Ramón Duarte, del Movimiento Nacional Ferroviario, los presentes
acudieron por “la bandera de la recuperación integral de los ferrocarriles”, y
mencionó la campaña que lanzaron hace algunos años, “ramal que lucha, ramal que
vuelve”. Dijo Duarte: “Tuvimos diez años muy malos con (Ricardo) Jaime y (Juan
Pablo) Schiavi, y hoy viene Randazzo; estamos a favor de la recuperación
nacional del tren, valoramos su empeño en enfrentar este triángulo de
corrupción ferroviario, que nació en los ’90. Somos una continuidad histórica
de lo que planteaban los compañeros en aquel momento de la huelga de 1991.
Sepan disculpar si somos muy francos o muy críticos, pero nosotros padecemos
todos los días a (Omar) Maturano (del sindicato de maquinistas La Fraternidad),
a Schiavi, a (José) Pedraza” (ex líder de la Unión Ferroviaria).
Leonardo Sechi, de la seccional Tolosa de La Fraternidad durante la
huelga de 1991, dijo que fue un acto para recordar a los compañeros que la
hicieron posible, “los de base, que salían cada mañana con la urna a juntar
guita, los que aguantaban en el piquete de convencimiento al carnero”. Y
agregó: “Muchos compañeros se tomaron el tren y no volvieron, porque es cierto
que perdimos la huelga (al año siguiente), pero no nos vencieron, y por eso
estamos acá, en esto que no es sólo un homenaje, es un acto de lucha”.
Sechi convocó para que hablara a Luis Peralta, del ferrocarril Mitre y
miembro de la mesa de enlace durante la huelga del ’91. “Somos una camada de
luchadores que venimos peleando desde la dictadura, y el ferrocarril era
nuestro lugar de organización, independientemente de la militancia de cada
uno”, dijo. “Estos tipos venían a descabezar toda organización de los
trabajadores, y todos perdimos el laburo, pero seguimos sin claudicar”, agregó.
“El ánimo de este Gobierno es volver a aquella estructura ferroviaria, pero
están dejando de lado a aquellos nichos de honestidad, a aquellos que
llevábamos trenes de agua donde no había agua, más que alianzas estratégicas
con tipos como Maturano, con los que realmente quieren que el ferrocarril
vuelva a ser un servicio esencial”, afirmó el dirigente. Sechi aclaró que la
suya no es una crítica porque “pasaron 20 años sin que nadie hiciera nada”,
pero expresó que “aunque hay una voluntad, todavía falta que confíen en quienes
no vemos esto como un negocio”.
La huelga ferroviaria de 1991 fue el último gran paro en defensa de los
trenes. La anterior de 1961 había sido contra el plan Larkin, primer intento de
desguace del sistema de transporte ferroviario, por mandato del Banco Mundial.
La medida de fuerza se extendió desde el 13 de febrero hasta el 28 de marzo del
’91, y había sido protagonizada por las bases que decidían en asambleas.
Precisamente por decisión del plenario en Santos Lugares, levantaron la medida
al aceptar la propuesta del gobierno que reconocía a los delegados y
reincorporaba a los despedidos. La huelga se levantó formalmente en Plaza de
Mayo, donde estaban los ferroviarios en huelga de hambre y las Madres de Plaza
de Mayo, en su tradicional ronda de los jueves. Además lograron entre un 70 y un
100 por ciento de aumento salarial. Sin embargo, un año después, en la huelga
de 38 días, la burocracia se había recompuesto y el gobierno apostó fuerte a la
campaña mediática sobre un “ferrocarril deficitario” y al famoso “ramal que
para, ramal que cierra”, lo que finalmente dejó de ser slogan cuando Menem lo
concretó. Esa derrota de los trabajadores dejó a 85 mil de ellos sin trabajo,
además de liquidar economías regionales y aislar a muchos pueblos y ciudades
del interior, al reducir los kilómetros de vías de 35 mil a apenas 8 mil.
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