Antes de que los trenes de alta velocidad trajeran la modernidad a España, los polizones viajaban escondidos bajo los butacones de esos infernales expresos de medianoche que cruzaban la piel de toro en interminables trayectos desde Barcelona hasta Cádiz. Ante la atónita mirada de los turistas escandinavos, que se divertían con las pintorescas peculiaridades del «typical Spanish», se escabullían debajo de los asientos cada vez que el revisor pasaba por el compartimento para picar los billetes. En países mucho más poblados y con bastante menos sitio donde ocultarse, como Indonesia, a los polizones no les queda más remedio que encaramarse al techo de los trenes si quieren llegar a tiempo a su destino, ya sea para vender verduras en un mercado de barrio o para atender las llamadas de una oficina en un rascacielos del centro.
Un tren de Indonesia circula abarrotado de personas, muchas acomodadas en el techo
Al igual que en la India, en Indonesia los trenes viajan tan abarrotados de pasajeros que sus cuerpos sobresalen de las ventanas y puertas de los vagones. En las estaciones, una marabunta enloquecida corre en busca de un asiento y hay quien incluso entra por las ventanas para ahorrar tiempo. Y cuando se llenan los vagones —que, por cierto, es siempre—, se suben a su techo para así escapar de las estrecheces de la multitud y viajar sintiendo el frescor de la brisa sobre la cara.
La mayoría lo hace para evitarse pagar el dinero del billete, pero otros muchos, conocidos como los «surferos» del tren, se divierten manteniendo a duras penas el equilibrio entre los traqueteos del recorrido. Cada año, docenas de polizones mueren o se rompen los huesos al caer a las vías.
En la imagen. los gálibos con bolas macizas de cemento al paso del tren
Para acabar con esta especie de rodeo férreo, las autoridades indonesias han intentado de todo: desde disparar pintura roja contra los polizones hasta perseguirlos con perros o colocar alambre de espino en los trenes. Nada ha funcionado y los techos de los vagones siguen estando a veces tan transitados como las propias estaciones.
La nueva medida contra los «surferos» del tren promete ser mucho más contundente: instalar sobre las vías unos arcos con bolas macizas de cemento de tres kilos que quedarán a pocos centímetros del techo de los vagones para golpear y derribar todo aquello que sobresalga. O a todos aquellos, como, por ejemplo, los polizones. Directo a la cabeza, es algo más que un toque de atención para que pasen por taquilla.
La empresa estatal de ferrocarriles PT Kereta Api confía así en disuadir a los «surferos» de los vagones. Pero ya hay quien se cree capaz de sortear también dichos gálibos, que pueden ser mortales, porque parece que habrá espacio suficiente para tumbarse sobre el techo del tren sin ser golpeado por estas bolas.
Al margen de su efectividad, tan drástica solución ha suscitado la polémica en Indonesia. Según informa EFE, el portavoz de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Ifdhal Kasim, ha criticado que «esta medida es un atajo que demuestra la pereza de los burócratas para buscar otras opciones y pone muchas vidas en peligro». Indignados, los viajeros le recuerdan a la compañía ferroviaria PT Kereta Api que no debería invertir el dinero en trampas mortales, sino en nuevas líneas, ya que sigue explotando los mismos trenes que circulaban durante la época colonial holandesa.ABC.es
Después nos quejamos de TBA donde la gente viaja con las puertas abiertas!!
ResponderEliminarNos querran llevar a esto???
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