Nota de Opinión
Estamos ya lejos de la época en que George Stephenson construyó en 1814
su exitosa locomotora impulsada por vapor. De ese famoso "caballo de
hierro” -que se puso en boga a partir de 1825- hemos pasado a bólidos que
circulan por encima de los 300 km por
hora. El AVE (Alta Velocidad Española) y el francés TGV (Tren a Gran Velocidad)
hoy son parte cotidiana del escenario europeo. Algo similar ocurre en China y
Japón, otros dos Estados que impulsaron al máximo su desarrollo ferroviario
durante los últimos años.
Pese al aporte enorme del ferrocarril para lograr en los Estados Unidos
la conquista y expansión bioceánica de su ahora extenso territorio, desde hace
varias décadas ese país mantiene un sensible atraso en la materia. El perenne
romance del norteamericano con el automóvil parece haber superado la utilidad
práctica del clásico tren. Aunque Barack Obama prometió al inicio de su mandato
un "resurgimiento ferroviario”, tal cosa no ha sucedido hasta el presente.
Es así como Estados Unidos está aún lejos de Europa, Japón y China, lugares en
donde el ferrocarril impone su presencia y es cada vez más usado.
Europa se percató tiempo atrás de la necesidad de ampliar su extensa red
ferroviaria. Por otro lado, los TGV circulan ya desde principios de 1980; ahora
lo hacen con mayores frecuencias y nuevos adelantos tecnológicos. En España, el
crecimiento del sistema "AVE” ha sido también notable.
A la par de estas innovaciones, el tradicional tren se mantiene en uso
permanente, simplificando mediante sus largos convoyes tanto viajes como
carguíos.
Todo lo contrario de lo ocurrido en Europa sucedió en Sudamérica. En
nuestra región los ferrocarriles decayeron, varias líneas fueron suspendidas o
–es el caso actual de Argentina- se manejan al borde de la catástrofe. El
sistema ferroviario suburbano que une la Capital Federal con el Gran Buenos
Aires sigue siendo usado pero con fuerte deterioro, continuos accidentes,
múltiples protestas del sufrido público usuario y sin ninguna inversión
significativa ni privada ni pública.
Tampoco se ha percibido alguna expansión notable en el resto de países,
Bolivia incluida. Tiempo atrás, Cristina de Kirchner habló de la construcción
de un tren bala entre Rosario y Buenos Aires. Al poco tiempo el entonces
presidente brasileño Lula Da Silva anunció un proyecto similar para el eje Río
de Janeiro-San Pablo. Hasta ahora todo ha quedado en bla bla bla. Dudo que se
concreten esos planes en ninguno de los dos países.
Hay que tomar en cuenta que un TGV no solamente requiere vías
especiales, sino también conductas apropiadas como fruto de una cultura del
orden, algo todavía precario en Brasil y Argentina. Imagínense el desastre si
un tren bala arrolla animales o gente que inadvertida o imprudentemente cruza
las vías de rodaje. Toda una mentalidad tiene que cambiar.
En Bolivia se abandonaron proyectos, entre ellos el de Aiquile-Santa
Cruz, se cerraron ramales y el funcionamiento de los ferrocarriles deja hoy
también mucho que desear. Mientras, en otras partes del mundo el FFCC reina
como monarca de un transporte colectivo rápido, seguro y eficiente.
Agustín Saavedra Weise es economista y politólogo.
En Bolivia se abandonaron
proyectos, entre ellos el de Aiquile-Santa Cruz, se cerraron ramales y el
funcionamiento de ferrocarriles deja
mucho que desear.PáginaSiete.