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Infobae recorrió el lavadero de las formaciones de la línea Belgrano Sur, que se encuentra detrás de la estación Tapiales. El paso a paso de la limpieza y los peligros que corren los trabajadores ferroviarios frente al COVID-19
Mientras el confinamiento por el coronavirus se flexibiliza y cada vez más personas están habilitados a salir de sus casas para ir a sus puestos de trabajo, la desinfección en los transportes públicos, que son un servicio esencial, se transformó en un tarea fundamental.
Infobae recorrió las instalaciones de la estación de tren de Tapiales de la línea Belgrano Sur -que recorre desde el barrio Nueva Pompeya hasta la zona oeste del conurbano-, perteneciente a la empresa Trenes Argentinos. Allí un grupo de unos 15 trabajadores ferroviarios limpian todas las noches las formaciones para que al otro día sean utilizadas por los usuarios que se desplazan a sus trabajos.
De un día para otro, la labor de estos trabajadores tomó una importancia y una responsabilidad que ellos nunca pensaron que iba a tener. Pero, a su vez, se sienten en la primera línea de fuego frente al virus y eso les genera temores y mayores cuidados.
“De repente somos el Goycochea de Italia 90’”, gráfica el coordinador general del sector de limpieza de la línea Belgrano Sur, Pablo Moroni, de 40 años, en referencia a la preponderancia que cobró su labor ante la llegada del coronavirus.
Moroni tiene a su cargo a 240 personas, pero a raíz de la pandemia varios de sus trabajadores se encuentran con licencias por estar dentro del llamado grupo de riesgo. Así, en funciones, hoy son 160 a lo largo del día. En el turno de la noche son 30 y se distribuyen en dos grupos de 15. Se divide cada equipo de trabajo en un día de por medio, por el temor a los contagios y para no afectar a todo un plantel si algún empleado se infecta y propaga el virus en el lugar.
En la estación Tapiales, ubicada en Los Nogales 1389 en esa localidad del conurbano, se hace el trabajo más importante, el más detallado de limpieza y desinfección de trenes de esa línea. “Nuestro día comienza a las 22 y termina a las 6 de la mañana, somos el turno noche del lavadero”, dice Moroni.
“A partir de la pandemia tomamos nuestro trabajo como un desafío y en todas las jornadas se preparan para el día siguiente nueve triples (se llaman así el conjunto de tres unidades de vagones juntas) y tres formaciones de coches remolcados. Se desinfecta absolutamente todo”, agrega
El lavadero se encuentra en medio de un descampado detrás de la estación, donde en el centro del lugar está “la nave de alistamiento de trenes”, un gran galpón donde se hace la revisión técnica de las máquinas antes de partir. A su lado, bajo el resguardo del cielo, se encuentra “el lavadero” donde Moroni y su equipo hacen su trabajo.
Una vez que terminan el recorrido diario, las formaciones tienen su terminal allí. La tarea del equipo de Moroni comienza no bien arranca su turno, a las 22. Un grupo de 15 trabajadores con mamelucos blancos, barbijos y guantes se sube al tren con hidrolavadoras, trapos, lavandina, escobas, “saca chicles” y aspiradoras industriales.
“Se arranca de atrás hacia delante y de arriba hacia abajo”, dice Leonardo Scalante, de 28 años, oriundo del Barrio Libertad en Merlo, con el mameluco puesto. El lavadero está formado por dos vías por donde entra la formación y dos plataformas elevadas al nivel del tren a sus costados para que los trabajadores se muevan a lo largo con comodidad.
Son las 12 de la noche y el grupo de Moroni comenzó hace dos horas a desinfectar el tren que tiene que estar listo a las 3.25 para salir. El frío entra por los pies. Se siente la fricción de la escarcha con el pasto al caminar y de fondo una bruma invernal esconde el camino que forman las vías. De repente se escucha la clásica campana de partida de una formación. El movimiento es constante.
Fotografías gentileza: Matías Arbotto
“Los trenes tienen seis coches cada uno. Coches les decimos a los vagones. Porque así se los llama a los que transportan pasajeros. Usamos 10 litros de productos de limpieza por noche”, cuenta Scalante.
Por arriba de las formaciones cuelgan dos sogas con distintos agarres. Allí, uno de los trabajadores sube a la parte superior del tren y se ata con arneses para no caerse. Como un equilibrista, con una hidrolavadora en mano camina rociando la cubierta del vagón con agua caliente a presión, mientras sus compañeros a los costados friegan con lavandina y detergente las ventanas y puertas del coche.
Una vez que se terminó con la parte exterior del tren, es el turno de su interior, lo más importante. Primero se trapean los techos, barandas, pasamanos, paneles y ventanas. Luego, Scalante utiliza un artefacto de desinfección que bombea para conseguir el liquido y después rociar por una especie de manguera las barandas, asientos, andariveles, apoya bolsos y manos, puertas y ventanas. Busca el detalle, no deja nada sin regar.
Después toma la aspiradora y repasa los asientos de lona azul. Mientras el resto del equipo avanza, Scalante termina con las butacas y busca el “saca chicles”, así la llaman. Es una aspiradora más pequeña a vapor. Busca entre los asientos cualquier sustancia pegajosa y con precisión las limpia envuelto en una nube blanca producida por la herramienta.
“Cuando todo esto comenzó tenía miedo. Porque estamos en contacto directo con el lugar donde posiblemente haya pasado el virus o esté todavía ahí. Entonces tenemos que tener cuidado. Ahora ya me acostumbré. Igual cuando vuelvo a mi casa dejo las zapatillas afuera y voy directo a bañarme, por las dudas”, dice Scalante.
Una vez que la formación quedó desinfectada, es llevada a “la nave de aislamiento”, un galpón enorme donde el equipo de “material rodante” revisa el funcionamiento de las formaciones antes de salir al servicio. “Si el tren no está desinfectado, no permito que mi equipo se suba a revisarlo”, dice Luis Murlo, de 53 años, el jefe técnico de “la nave”, con 35 años de experiencia en materia ferroviaria.
Por eso, la cuadrilla de limpieza no solo es importante para los pasajeros, sino también dentro de la cadena de trabajo tiene una valor sustancial. Sin ellos la secuencia se rompe.
El 3 de abril pasado, la línea Belgrano Sur tuvo que interrumpir su servicio porque una enfermera que iba a la estación de Tapiales a realizarle el control de alcoholemia a los conductores de trenes antes de que comiencen el servicio, comenzó a tener síntomas de coronavirus.
Entonces,162 empleados fueron aislados y el servicio se detuvo hasta que al otro día el resultado dio negativo. “Acá el problema es si se contagia alguien, hay que parar todo, como esa vez, por eso separé los grupos de trabajo en días de por medio. Cuando sucedió esa situación aún no teníamos tan aceitados los protocolos. Ahora, en cambio, es distinto. Estamos más preparados”, cuenta Moroni.
El jueves pasado sucedió algo similar en la línea San Martín. Se cancelaron dos servicios a último momento por la aplicación del protocolo de COVID-19, que afectó a 130 empleados, según informó la empresa. Ese hecho terminó con escenas de pasajeros regresando a sus hogares amontonados, uno al lado del otro y sin distanciamiento social. Situación que puso en alerta a las autoridades sobre el peligro de un foco de infección dentro de un servicio esencial como son los trenes.
Por eso, el transporte público ocupa un lugar central dentro de las preocupaciones para las autoridades. Allí, en esos espacios, se esconde un gran peligro de contacto y por ende de contagio. El cóctel de situaciones como la cercanía entre pasajeros, lugares cerrados y pequeños, el amontonamiento en horas picos y el traslado de gente, se transformó en uno de los mayores temores de quienes toman las decisiones para que el COVID-19 no se expanda.
Así, el presidente de Trenes Argentinos, Martín Marinucci, dijo a Infobae que “los protocolos para enfrentar la pandemia incluyen entre otras medidas, la desinfección de todas las formaciones al momento de llegar a las cabeceras, por las noches el alistamiento de todos los trenes, y la limpieza permanente de los diferentes espacios por donde circulan las personas. El tren es un servicio esencial y por eso nos preocupamos en cuidar tanto a los pasajeros, pasajeras como a nuestros trabajadores”.
Mientras tanto, el equipo de Moroni todas las noches con un trabajo puntilloso prepara los coches apunto para salir al servicio.Infobae.com