NOTA EDITORIAL
Por: Carlos Alberto Salgado
El miércoles 22 de Febrero pasado fue un día muy triste para quien les escribe, como seguramente para la mayoría de los argentinos. Hemos vivido un día atroz, que algunos, como visionarios, preveíamos que iba a suceder ya que hay varias notas, artículos periodísticos que así lo indican, pero lamentablemente la ceguera, la negligencia y la inoperancia de unos pocos hizo que hoy estemos llorando la muerte de 50 compatriotas y la mutilación y heridas de cientos de usuarios de la Línea Sarmiento.
Esta editorial será corta y sentida. Ustedes saben muy bien cuál fue siempre mi pensamiento y la de todos los que integramos Crónica Ferroviaria, con relación a la actual política de este medio de transporte. Por eso aflora en mi, en estos momentos, un sentimiento de bronca por algo que se podría haber evitado, si desde la empresa, los organismos de control, el Estado Nacional y de los gremios se hubiese cumplido con los reglamentos ferroviarios (el viejo R.I.T.O., por ejemplo, que hoy pocos usan).
En estos días hemos escuchado muchas voces diciendo esto y aquello, algunas bien orientadas (generalmente dichas por gente experta en ferrocarriles) y otras no tanto, que por ignorancia del tema decían cualquier cosa. Por algunos días "Fuimos todos Ferroviarios" y ante la tristeza que vivíamos y sentíamos, por momentos me esperanzaba porque veía a la totalidad de la gente hablar de que una vez por todas se comience a recuperar los ferrocarriles, no con "jarabe de pico", si no con pronta ejecutividad.
Por eso hoy sale de mi alma un grito pidiendo justicia y castigo a los culpables, a los verdaderos. Que el hilo no se corte por lo más delgado como es costumbre en nuestro país y que los responsables de siempre salgan indemnes cuando son, a la vista de todos, los verdaderos responsables, no sólo de este grave accidente sino de otros que hubo a lo largo de todo este tiempo. Aunque sea, háganlo por las víctimas inocentes de todo este mal manejo que impera en el sistema de transporte ferroviario.
Para aquellos que tenían que haber actuado desde hace varios años controlando y que siempre miraron para otro lado o hicieron oídos sordos de lo que se les estaba anticipando que iba a ocurrir. A los grandes ausentes, aquellos que no dieron la cara ni siquiera para consolar a los heridos y familiares de los fallecidos, a todos esos les digo que si tienen dignidad, que se vayan. Basta de inoperancia. Todos queremos vivir en un país serio y creíble.