Como emulando aquella poesía de tiempos pasados, sobre elegantes trenes ingleses y pañuelos agitándose al son de los silbatos, la Estación Sud recibió ayer sobre su plataforma a una nueva generación de pasajeros.
Pasajeros (en su mayoría madres e hijos) que, seducidos ante la posibilidad de un escape distinto, se subieron al Tren Cultural --un proyecto del Instituto Cultural y de la dirección comunal de Turismo--, que tuvo por destino final Ingeniero White.
Hacia las 14, una cola de gente empezó a formarse ante la puerta del vagón, que no se abrió sino hasta cinco minutos antes de partir.
Con la picadora en mano, el guarda marcó los boletos y pronto decenas de cabezas comenzaron a asomarse por la ventanillas, para despedir a quienes eligieron quedarse.
El sonido del silbato estuvo acompañado por el de los motores acelerados y las voces de los más pequeños pasajeros, que vivieron el viaje como una inusual aventura.
Al dejar atrás los andenes de la estación, el paisaje tomó un color verde, resaltado por los rayos del sol que pegaban fuerte sobre las grandes extensiones de yuyos y pastos.
El Molino América y la Chimenea de La Quilmes se hicieron presentes para cortar con la monotonía.
Y más adelante, más precisamente al llegar a los talleres y Estación Spurr, así como al Paraje El Guanaco, la ilusión de hacer un viaje en el tiempo se completó.
Allí, gran cantidad de vecinos, que esperaban el paso del tren, agitaron sus manos hasta perderse en el horizonte.
Sin embargo, la Playa de Maniobras y los talleres de La Noria fueron los que más impacto tuvieron ante los ojos de los chicos, que parecían verse inmersos en un cuento de ciencia ficción.
No faltó mucho hasta que el tren se detuvo en su última parada, frente a una plataforma en madera, dejada allí por el equipo del museo Ferrowhite.
Los aplausos sonaron dentro y fuera del vagón. El primero de muchos futuros viajes había llegado a su fin.
Historias de butacas
"Es como si me devolvieran una parte de mi vida", dijo Rodolfo Ardires, un vecino de 64 años que no pudo evitar sonreir en todo momento.
Ya desde el 53 viajaba en tren con su padre Oscar, quien lo llevaba hasta la estación en bicicleta y lo dejaba en una guardería una vez en Ingeniero White, para poder cumplir con su trabajo en el puerto.
"En realidad, para nosotros era un sacrificio diario. Teníamos que levantarnos a las 5 para poder estar temprano en el tren. Pero hoy miro el pasado con otros ojos y al estar sentado acá siento que recuperé parte de mi niñez".
Ahora Rodolfo vive en el barrio Noroeste y espera que algún día su estación vuelva a la vida y se reactiven los viajes a Puerto Galván durante el verano.
A su lado, en la siguiente hilera de butacas, cuatro generaciones de mujeres no podían despegar sus ojos de la ventanilla. Ellas también esperan que a futuro puedan sumarse otros itinerarios, como Sierra de la Ventana o Monte Hermoso.
"Vivimos en Bella Vista y no tenemos muchas posibilidades de salir. Cuando vimos el anuncio del viaje por televisión lo primero que dijimos fue `Nos vamos sí o sí'. Va a ser la primera vez que visitemos White y esperamos poder seguir conociendo otros lugares de la zona", asegura Stella Maris Lugo, quien viajó con su hija María de los Angeles y su nieta Zaira.
En tanto, su madre Aurora, quien recuerda sus años de adolescencia en el tren con destino a Carhué, asegura que si bien viajar en tren resulta hoy una opción económica, la experiencia brinda mucho más que una ventaja.
"Es lindo sentir que uno va acompañado hacia un destino y que en todos los pueblos nos despidan agitando sus brazos y sin siquiera conocernos".
La próxima
El Tren Cultural volverá a salir el 30 y 31 de este mes. Los pasajes de ida y vuelta, a 8 pesos, se podrán adquirir en la boletería de la Estación Sud --avenida Cerri 750--, de 17 a 20.
Enfoque
El regreso tan esperado
Durante años fue un amague, una idea, una intención. Ayer, finalmente, el tren entre nuestra ciudad e Ingeniero White volvió a correr por los históricos rieles. No es un hecho menor. Es un signo que gratifica y enriquece. Porque pone en funcionamiento uno de los símbolos por excelencia de nuestro desarrollo. El gran protagonista de Bahía Blanca que asomó al siglo XX con aires de grandeza. Porque además conecta la ciudad con su puerto, esa carencia sin cadencia que tenemos los bahienses que ser más pampeanos que marítimos. Debiera ser un primer paso. Porque las vías siguen, se curvan, recorren otras tierras y pueden regresar por otros puntos. Es el inicio de una vuelta ferroviaria. Un ensayo que trasciende corazones y memorias para revitalizar también usos, costumbres y lugares. No es poca cosa.(Fuente. La Nueva Provincia)
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