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De acuerdo con la información suministrada por ADIFSE, la empresa pública que administra la infraestructura ferroviaria en el país, faltan al menos 15 meses para que el tren de pasajeros vuelva a San Miguel de Tucumán. Ese es el plazo previsto para las obras que acaban de ponerse en marcha en el puente que cruza el río Salí. O sea que, con viento a favor y sin incidentes que entorpezcan los trabajos, las formaciones regresarán a la estación Mitre a comienzos de 2024. Tal vez algunas semanas antes. No se trata de analizar los datos desde la perspectiva del vaso medio vacío, sino de subrayar de qué forma la burocracia estatal va extendiendo plazos: esta obra se licitó hace ocho meses y se adjudicó en julio -a la firma Panedile-, mientras que el puente había quedado inutilizado en 2019.
Por supuesto que la puesta en marcha de esta necesaria y esperada recuperación del puente es una buena noticia. Pero -todo un clásico de la Argentina- no faltan las aristas conflictivas. Por un lado, surgieron complicaciones para la elaboración de los pliegos y esto demoró la licitación, originalmente anunciada en junio del año pasado por Juan Manzur (todavía en su rol de Gobernador). Pero hay una pulseada de fondo que explica, en buena medida, los motivos de tantos retrasos. El Estado sostuvo desde el primer momento que la responsabilidad por el mantenimiento del puente era de la empresa Nuevo Central Argentino (NCA), operadora de transportes de cargas. Y que como la firma no manifestó la intención de arreglarlo, el Gobierno debió hacerse cargo de la inversión. Esta discusión insumió meses.
Lo concreto es que desde la crecida del Salí que puso en jaque al puente los viajeros deben bajar en Cevil Pozo, en medio de la oscuridad -porque el tren suele llegar de madrugada- y en una zona que no reúne los requisitos indispensables para funcionar como estación de pasajeros. Todo al cabo de un periplo de 32 horas, motivado por las carencias de infraestructura que azotan al sistema ferroviario nacional desde hace décadas.
El arreglo del puente costará 3.100 millones de pesos, consigna ADIFSE. La estructura, de más de medio kilómetro de extensión, está asentada sobre pilotes largamente erosionados por el río. La condición de cinco de esos pilotes es crítica y sobre ellos hará falta una delicada tarea de ingeniería. Pero además se renovarán las vías y se implementarán nuevas protecciones metálicas. En estos momentos se están efectuando los trabajos de relevamiento y preparación del terreno. Se entiende, a partir de estos lineamientos básicos acerca de la logística de la obra, que el retorno del tren de pasajeros a la zona de la plaza Alberdi no sea inminente.
El universo que rodea al tren ocupa un lugar preferencial en el imaginario colectivo, en especial de aquellos que fueron testigos y beneficiarios de sus años de esplendor. De allí al romanticismo hay un paso y, para ser sinceros, ¿quién puede sustraerse del encanto que provoca el recuerdo de un gran viaje en tren? Pero la realidad discurre por una trocha mucho más angosta y demuestra lo complejo que es colocar la infraestructura ferroviaria a la altura de lo que supo ser. Y ni hablar de cómo funcionan los trenes en otros países, objetivos que lucen tristemente lejanos. La del transporte -su modernización y mantenimiento- es una política de Estado que requiere de fuertes inversiones y, como quedó a la vista con el puente sobre el río Salí, suele empantanarse por responsabilidades propias y ajenas.
Contar con un sistema ferroviario de excelencia es una meta a largo plazo digna de apoyo; propio de un ambicioso proyecto de país. Pero hay soluciones que merecen destrabarse con otra velocidad; de lo contrario, lo que puede lograrse en años lleva décadas.LaGaceta.com
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