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7 de julio de 2025

Bahía Blanca: José González y el adiós del último jefe de la estación de trenes bahiense

Historias Ferroviarias

Se retiró el último jefe de la Estación Bahía Blanca del ex Ferrocarril Sud. Tras 141 años, el cargo no será cubierto. "Me voy con cierta tristeza de ver que ya no hay más trenes de pasajeros", señaló.

Luego de 141 años, la estación de trenes de avenida Cerri al 700 se quedará sin un responsable a cargo, luego de la decisión de Trenes Argentinos SA de no cubrir el puesto de Jefe de Estación tras el retiro, el pasado lunes, de José González, quien venía desempeñando ese cargo desde 2015.

A González le correspondió cerrar esta historia que comenzó en 1884 con la llegada del ferrocarril y que supo tener a Arturo Coleman como uno de sus más destacados referentes.

“Es una etapa de mi vida que termina, luego de 36 años de trabajar en el ferrocarril. Me voy con cierta tristeza de ver que ya no hay más trenes. Haber pasado de diez formaciones diarias a nada no deja de ser doloroso”, señaló González a La Nueva.

El 22 de marzo último se cumplieron dos años de la suspensión del último servicio prestado por la empresa, luego del descarrilamiento del tren que desde Plaza Constitución se dirigía a nuestra ciudad con 247 pasajeros a bordo. Hacía apenas 12 días que había reanudado su funcionamiento luego de un año de inactividad por un hecho similar ocurrido en marzo de 2021.

El descarrilamiento obligó a la intervención de la justicia, que estableció a través de sus peritos las severas deficiencias que presentaban los rieles, con durmientes en mal estado, falta de fijaciones y perfiles sueltos, como así también las formaciones de trenes que tenían varias cuestiones técnicas por resolver, relacionadas con sus sistemas de frenos, amortiguadores y otros.

La situación exigía adecuaciones que involucran a Trenes Argentinos, Ferro Expreso Pampeano y la Sociedad Operadora Ferroviaria Sociedad del Estado, en un cuadro de incumbencias que nunca termina de definirse.

Hoy la justicia liberó esa suspensión pero a condición de corregir todas la deficiencias y de garantizar la seguridad de los pasajeros. Cómo nada de eso se ha verificado ni existe plan alguno de recomposición, no hubo más circulación de formación alguna.

La estación, ese lugar

Desolación, quietud, tristeza. Son algunos de las sensaciones que genera visitar el magnífico edificio de la Estación Sud.

Es difícil imaginar que esos andenes hoy vacíos supieron estar, hasta pasada la mitad del siglo XX, desbordados de gente y con un cartel indicando los horarios y vías de partida y llegada de trenes con destinos tan variados como Patagones, Neuquén, Buenos Aires, Tres Arroyos, Jacinto Arauz, Mar del Plata, Bariloche, Mendoza, entre otros, a los que se sumaban los servicios locales a Ingeniero White, Punta Alta y Villa Bordeu.

El edificio se ve en buenas condiciones, considerando que a fines de 2022 la Administración de Infraestructura Ferroviaria (ADIF) invirtió 1,3 millones de dólares en la reparación de las cubiertas, la readecuación de la planta baja y la fachada.

Se advierten sí varios daños consecuencia de los fenómenos climáticos –temporal, granizada, inundación—que sufrió la ciudad en los últimos dos años.

El último jefe

“Cuando llegan trenes repletos de obreros/Se pone contento, brilla su mirar/Gorrión de la tarde, quiere hablar con todos/Y después se queda solo en el andén”. (Víctor Heredia)

El último que apague la luz. Eso hizo José González el pasado lunes, su último día de trabajo como jefe de la estación, que además deja un cargo que ya no será ocupado.

“La verdad es que me voy de mi segunda casa, fueron casi 40 años cargados de vivencias e historias. Pero además me toca esta situación de ser un poco el eslabón perdido, de saber que cierro una historia de más de un siglo de alguien cumpliendo esta función”, indicó.

Acompañando al fotógrafo de este diario, José recorrió los distintos rincones del edificio, caminó sus andenes, llegó al histórico cartel de la estación. Tras su salida, una serie de vallas frente al edificio impedirán cualquier acceso al lugar.

“Aquí seguirá habiendo personal de las áreas de infraestructura, reparaciones y mecánica, además de agentes de la policía Federal custodiando el lugar. Pero con mi salida ya no queda gente de operaciones. Me genera una sensación muy rara saber que cierro un línea que empezó a fines del siglo XIX nada menos que con Arturo Coleman”, manifestó.

Mientras en el mundo el ferrocarril ha evolucionado --los trenes de alta velocidad como el TGV francés y el AVE español alcanzan velocidades de hasta 320 km/h, mientras que el Frecciarossa 1000 italiano llega a los 400 km/h--, en nuestro país desde la década del 50 comenzó un penoso camino de abandono, desguace y vandalización. 

La salida de José González, y con él la figura del Jefe de Estación, es un signo más de fuerte simbolismo: una puerta que se cierra acaso de manera definitiva.Por: Mario Minervino para LaNueva.com

17 de diciembre de 2010

UNA TOMA EN LAS ORILLAS DE LA VILLA 31

El martes a la noche, un grupo de vecinos de la villa de Retiro se instalaron en unas tierras pertenecientes al ferrocarril. Reclaman ser incluidos en el plan de viviendas. Denuncian que la policía intentó desalojarlos con violencia.

Retiro es uno de los nuevos escenarios porteños elegidos para otra toma de tierras. Desde la tarde del martes, a metros de la Avenida Ramos Mejía se pueden ver improvisadas carpas y loteos hechos por los habitantes de la Villa 31. El predio elegido para ocupar, que pertenece al ferrocarril General San Martín, es por el que corre la “calle 14” que desemboca en la villa. Según se informó inicialmente, en el lugar hay algo más de 200 familias, pero según un “autocenso” de los ocupantes son 700. La policía, que ahora custodia la entrada que da a Ramos Mejía, habría intentado de-salojar el lugar con acciones violentas la noche que empezó la ocupación, denunciaron los ocupantes.

Cerca de las 19 del martes, varias familias de la Villa 31 decidieron sumarse a las ocupaciones de tierras, aunque en ese mismo momento en la toma principal, en el Indoamericano, empezaban a irse del lugar. Elsa Guevara es la primera ocupante que recibió a Página/12. La mujer paga 500 pesos una pieza que comparte con su marido y sus cuatro hijos. No cobra “ningún beneficio social” porque es peruana y “por falta de dinero” no puede tramitar la documentación necesaria para acceder a los planes y programas estatales. “Necesito un terrenito”, resumió. “Mi papá trabaja en una parrilla y con lo que gana no alcanza para el alquiler”, agregó su hijo.



De fondo se escuchaba cumbia y una joven cantando “No al desalojo. Sí a la vivienda”. Las improvisadas carpas armadas con palos y frazadas emergen de entre los pastos altos, crecidos sobre la abandonada vía, otras se apoyan contra el muro que divide el terreno ferroviario del la terminal de ómnibus y algunas, del lado de enfrente, se armaron sobre los oxidados galpones de trenes.

Jorge, uno de los cinco delegados de la toma, informó que el autocenso realizado por los ocupantes arrojó “un total de 700 familias y 2800 niños”. “Es toda gente de la 31”, aseguró. En el reparto de terrenos explicó que “tienen prioridad los que se quedaron toda la noche”. “Los lotes van a ser de 4 por 4 metros y tiene que quedar una calle en el medio para que puedan pasar ambulancias y bomberos”, describió la diagramación que planean los ocupantes para estas tierras.

El referente fundamentó la necesidad de ocupar este lugar en que allí “hay robos, asesinatos y violaciones” porque “no se lo mantiene cuidado”. Pastos de más de dos metros de alto, vagones abandonados y galpones de chapa herrumbrada ambientan el predio ferroviario. “Estos terrenos se tomaron (señaló a la villa) y se está progresando”, completó su argumentación

Horas después de iniciada la ocupación, cerca de las 22, un grupo de “cincuenta policías” irrumpió entre las carpas e intentó desalojar la toma, aseguraron los ocupantes. “Se dio un pequeño pico de violencia cuando empujaron a algunas mujeres”, indicó el delegado. Tres mujeres mostraron marcas en su cuerpo producto de “golpes de la policía”. Una tenía un moretón en la espalda, otra en un brazo y una tercera debajo de un ojo. Felicitas está embarazada de ocho meses y su panza es testimonio de ello. “Un policía me levantó, me empujó con el palo y me hizo caer sobre mi panza”, narró.

Sobre la calle 14, a metros de la Avenida Ramos Mejía, quedaron apostadas una camioneta del 911 y otra de la Guardia Montada de la Policía Federal con efectivos en su interior. El grupo policial lo completaban unos diez agentes de a pie. El personal se encontraba allí “para cuidar el terreno del ferrocarril, sin orden de desalojar”, sostuvo un oficial.

Antes de despedirse y consultado sobre la imposibilidad de obtener una respuesta estatal por estar tomando tierras, Jorge planteó: “Podemos negociar con los gobiernos siempre y cuando nos dejen cerca de acá, porque todos tenemos nuestras familias en la villa. Mientras no nos manden a La Pampa o a Santa Cruz, podemos hablar”.(Fuente y foto: Página12)