NOTA DE OPINIÓN
Por: Norberto Rosendo (Para Crónica Ferroviaria)
-¡Cómo te va!, me preguntaban el otro día, a lo que conteste.
-"Todo bien, excepto la realidad".
Como saben la mayoría de mis conocidos, he dedicado mi vida a dos
objetivos, el primero los trenes y en segundo lugar la educación.
En esos dos campos nunca se gastó tanta plata como ahora. En el
ferrocarril venimos erogando un promedio de 300 millones de dólares por año, y
en educación el monto trepa al 6,5% del PBI, que sin duda es mucha plata. Nunca
tampoco estuvimos tan mal en ambos temas.
Una de las principales líneas ferroviarias de nuestro país esta
simplemente al borde del colapso, en un amplio sentido, lo cual se viene
manifestando todos los días después del grave accidente de Once.
Durante el último mes nadie cobró boleto en esa línea, y a nadie se le
movió un pelo, y probablemente si todos los ferroviarios de ese ferrocarril no
hubiesen salido a manifestarlo con un paro, que es la única forma de hacerse
escuchar, ni nos hubiésemos enterado.
Es la misma línea en la que sus trabajadores piden como algo
revolucionario que los trenes sean capaces de abrir sus puertas y frenar, nada
más y nada menos.
Es la misma línea en la que se está construyendo el soterramiento a un
costo de 1/3 del total de nuestra cosecha de soja.
Es la misma línea en la que las barreras no funcionan por obsoletas y
casi todos los días un tren se come a algún desprevenido automovilista,
situación ésta que habría podido resolverse a un costo por lo menos 100 veces
menos que el soterramiento, construyendo simplemente bajos o sobre nivel en
lugar el faraónico túnel.
Las demás líneas no funcionan mucho mejor que el Sarmiento, y seis
personas por metro cuadrado son la norma y no la excepción en un sistema que se
encuentra colapsado por donde se lo mire.
El costo del combustible que necesitamos para llevar nuestra cosecha a
puerto es casi el 20% de lo que nos da la cosecha, sin embargo seguimos
insistiendo con la carga en manos de los privados y un esquema que nos ha
dejado sin ferrocarriles y que nunca nos permitira tenerlos.
La ausencia de trenes de pasajeros interurbanos y tener toda la carga
sobre las rutas nos cuesta nada mas y nada menos que 7.000 muertos por año,
pero muertos de buena calidad, de esos que están entre los 20 y los 30 años.
La mitad de mis alumnos deja la escuela antes de terminarla, y de los
que quedan, tres de cada cuatro no es capaz de entender una hoja de texto
escrita a máquina.
Solo cinco de cada treinta son capaces de pensar por si mismos, y más del
50% tiene un vocabulario que no sobrepasa las trescientas palabras.
El 80% de los electricistas que
egresarán este año no entienden la diferencia entre disrruptor, disyuntor o interruptor.
Escucho a la
Presidenta de la
Nación que me habla como si fuera el peor de mis alumnos, no
por lo malo sino mas bien por mi incapacidad de entender, y no entiendo.
Nunca cobré tanto como docente, ni nunca gane tan poco; mis impuestos
superan largamente los mil pesos mensuales, la pregunta que cada vez me hago
con mas fuerza es: ¿para qué trabajo?
No entiendo porque si tenemos todo lo tiramos por la borda de la manera
que lo hacemos. Simplemente no entiendo.
Que fácil sería si fuera como en el relato, lastima, la realidad.