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11 de julio de 2011

BIENVENIDOS AL TREN - UNA NOTA EN LA ESTACIÓN BAHÍA BLANCA SUD

El trayecto ferroviario entre Bahía Blanca y Plaza Constitución es una verdadera odisea de casi 15 horas, que pone a los pasajeros al borde del sacrificio o la exasperación. Entre manchas, basura y roturas, una mirada para conocer cómo viaja la gente.

La primera impresión es buena.

Con una iluminación cuidada, que busca resaltar sus líneas neoclásicas de inspiración francesa, la fachada exterior de la Estación Sud se muestra imponente, dominando el paisaje de la avenida Cerri con la autoridad que le confiere un siglo de existencia.

Foto: Rodolfo Risciotti

El encanto que despiertan las refacciones y la cálida confitería, con sus paredes de nogal cubiertas por discos prestados por el Club del Vinilo, se desvanece en apenas diez metros, apenas se cruza el umbral que lleva al hall de entrada.

Es ahí, exactamente en el sector previo a las boleterías, donde aparecen las primeras señales de abandono. No hay luz ni calefacción, pero sí anticipos del viento helado que corre a lo largo del andén.

Son casi las 19 horas de un jueves, y la temperatura apenas supera los 3ºC.

Dentro de 40 minutos saldrá el tren 1352 con destino a la Estación Constitución, por vía Lamadrid, en un viaje de 680 kilómetros que se parece más a la procesión de un Vía Crucis que a un recorrido comercial.

La comparación no es antojadiza: hay paradas previstas en Tres Picos, Tornquist, Dufaur, Saavedra, Pigüé, Arroyo Corto, Cura Malal, Coronel Suárez, La Colina, General Lamadrid, Las Martinetas, Olavarría, Hinojo, Azul, Cacharí, Las Flores, Coronel Boerr, Vilela, Gorchs, Videla Dorna, San Miguel del Monte, Abbott, La Noria y Cañuelas.

Si todo sale bien, el viaje demandará unas 14 horas 40 minutos. Nunca menos, pero casi siempre un poco más.

La formación de esta noche tiene siete vagones: tres de la clase Turista, dos de Pullman, uno de Primera y el coche Comedor. Datan de 1978, al igual que la locomotora diesel General Motors GT-22, rearmada hace poco en los Talleres Maldonado.

Por las ventanas, astilladas por piedrazos, puede verse que ya subieron cerca de 20 pasajeros, en su mayoría gente mayor o con niños, que quisieron resguardarse del frío invernal.

Otros cinco, más jóvenes, aprovechan los últimos minutos en el andén para fumar un cigarrilo a las apuradas o para buscar agua caliente para el termo. Todos ellos, sin excepción, llevan una frazada junto con el bolso o la mochila.

Saben que la madrugada traerá temperaturas bajo cero y que la calefacción no siempre viene incluida con el pasaje.

Los dos vendedores ambulantes que suelen caminar por la Estación ni siquiera se esfuerzan por captar su atención con ofertas de bebidas y golosinas.

Todos parecen resignados a su suerte de bolsillos vacíos.

Apenas se suben los dos peldaños de la escalerilla, la Primera clase empieza a mostrar toda su orfandad. Los baños ya están sucios, con ese olor ácido propio de la orina rancia.

En la puerta que separa a ese cubículo del vagón propiamente dicho, un aviso escrito con marcador blanco cruza la puerta en diagonal y es imposible no verlo: "Hago p... a domicilio (0227) 154...". No se sabe si es broma u oferta, pero da lástima.

Dentro, el pasillo parece con el piso recién barrido. "Esto de hoy es un lujo", suelta Eduardo, un pasajero que dice realizar el mismo viaje con cierta frecuencia. "Casi siempre es un asco, lleno de papeles, basura y charcos de agua", cuenta.

Es curioso: pese a sus críticas, remarca que no cambiaría el tren por ninguna otra forma de transporte, ni siquiera si los ómnibus decidieran bajar sus elevadas tarifas.

La mayoría de los sillones de cuerina verde están desgarrados, dejando ver sus tripas de gomaespuma. No queda claro si están así por la falta de mantenimiento o por la desidia de pasajeros desaprensivos. En todo caso, todavía permiten que alguien se siente y eso es lo único que le importa a la empresa.

Faltan algunas luces en el techo, pero eso no impide ver las pintadas que invocan a varios clubes del fútbol local, bandas de rock o apodos personales que testimonian el paso por este mismo espacio, en algún pasado reciente que también fue desangelado.

Por 55 pesos podría ofrecerse algo más digno.

El sector Pullman luce algo mejor, acaso por la brisa tibia que llega desde el sistema de calefacción, por la luz más intensa o porque los sillones, en este caso azules, están menos castigados.

Apenas hay cuatro pasajeros. Tienen caras de sueño, de frío, de ese fastidio casi imperceptible que tienen todos los viajeros en tránsito.

Nelly y Alberto, un matrimonio de jubilados ferroviarios, cree que el viaje no es tan malo y que si bien la era dorada de los rieles terminó hace décadas, algo mejor aguarda en las estaciones del porvenir. Para ella, hay una esperanza concreta: Dios se encargará de salvar a los trenes argentinos.

Aquí también el piso parece limpio, pero la mugre de las ventanillas apenas si deja intuir qué hay del otro lado, quizás el lado optimista que doña Nelly logra ver con su fe. Pero lo más parecido que pasa es la sombra de un perro.

La clase Turista es la que reúne más gente, pero también más descuido. Hay restos de envoltorios, una tira de papel higiénico, manchas que parecen de algún café derramado, apoyabrazos que se salen de su lugar y hasta una de las ventanas no cierra del todo. Sólo falta que se corte la luz para completar la humillación.

Ya nada queda de los tiempos del pujante Ferrocarril del Sud, de cuando los trenes llevaban y traían trabajo, esperanzas y novedades; esto ni siquiera se parece a la etapa más modesta del Ferrocarril Roca, cuando sus vías mantenían con vida a varios pueblos de la provincia.

Hoy sobrevive algo llamado Ferrobaires, un complejo esquema burócratico-sindical que se reparten las firmas Ferro Expreso Pampeano, Ferrosur Roca y la Ugofe, enemistadas entre sí y siempre dispuestas a no darse una mano.

Nada parece alterar este esquema. Ni siquiera las supuestas buenas noticias llegadas hace poco desde La Plata: la intervención a cargo de Antonio Maltana anunció una serie de modernizaciones, las primeras en décadas.

Fue una noticia que los viejos empleados de la estación tomaron con un optimismo moderado, como si ya la hubieran escuchado varias veces. Y no están tan equivocados, porque hasta ahora todo se limitó a recibir vacunaciones contra la gripe y promesas de otra tanda de vacunas contra el tétanos.

Aunque, en verdad, hay algo más: desde Maldonado cuentan que toda la modernidad prometida se limitará a una prolija pintada de vagones y locomotoras con los colores naranja y blanco, como ya deslizaron desde las oficinas centrales.

Son los mismos tonos que utliza la gobernación en su publicidad institucional.

El guarda, que se presentó como "Fumagalli", hace sonar el silbato: es el último aviso antes de la salida.

Son unos 40 pasajeros; el resto se irá subiendo a lo largo del derrotero.

El motor diesel aumenta la potencia y comienza a adelantarse, primero con desgano, como desperezándose. Pero enseguida la mole de acero cobra impulso y empieza a perderse por el punto de fuga que va hacia el cruce de la calle Brandsen.

Igual no podrá acelerar mucho. De hecho, difícilmente supere los 40 kilómetros por hora. El estado de las vías no lo permite.

Es lo que hay. Buen viaje. (Por: MARIANO BUREN de La Nueva Provincia)

1 de junio de 2011

MAR DEL PLATA: SE APROBÓ EN COMISIÓN DE OBRAS EL PROYECTO PARA LA VIEJA TERMINAL

Se aprobó en la Comisión de Obras del Concejo Deliberante, el pliego del llamado a licitación de la Vieja Terminal de Ómnibus, con los votos favorables de los ediles de Acción Marplatense (AM), las abstenciones de Verónica Beresiarte (FPV) y Nicolás Maiorano (UCR), y la oposición de Carlos Katz (UCR).

Ex Estación ferroviaria Mar del Plata Sur

“Hoy se dio un gran paso en el proceso del llamado a licitación de la Ex Estación Terminal. La semana anterior se obtuvo el visto bueno de la Comisión de Educación y ahora se obtuvo el mismo resultado en Obras. Hablamos de una de las iniciativas más trascendentes de los últimos tiempos, con una inversión para dicho predio de 26 millones de dólares”, explicó Héctor Rosso, de AM.“Por si fuera poco, el proyecto garantiza que el edificio que otrora fue la Estación del Ferrocarril Sud del balneario, será preservado y que también se lo restaurará para borrar las modificaciones que le quitaron su originalidad”, destacó.

“La existencia de una plaza pública y otra semipública aseguran la utilización popular de ese espacio, más allá de los emprendimientos comerciales, naturales para dar lugar a una inversión de la magnitud citada”, agregó.“Asimismo –remarcó-, la apertura de la calle Rawson es otro elemento que le añade un gran valor y el dato más relevante es el que asegura que el edificio principal será utilizado a pleno con fines culturales”. (Fuente y foto: Código Mar del Plata)

20 de mayo de 2011

ANIVERSARIO ESTACIÓN GENERAL BELGRANO


Cartas de Lectores

Señor Director:

El motivo de esta carta, es para recordar el 140º Aniversario de la inauguración de la estación General Belgrano, allá por el 19 de mayo de 1871, gracias al Ferrocarril Sud, bajo el nombre de Salado, en un predio de 4 hectáreas donadas por Juan Bonnement, que con la creación del partido de General Belgrano el 1º de Agosto de 1891 pasó a denominarse como este nuevo partido.

FOTOGRAFÍA DE LA COLECCIÓN MUSEO ALFREDO MULGURA DE GRAL. BELGRANO



Hay que destacar, que según algunas datos históricos, también se llamo Mitre aunque por un muy breve tiempo, dado que este era el nombre con mayor consenso para el nuevo partido. La estación se encuentra en excelente estado de conservación, la municipalidad es quien la mantiene y utiliza, aunque lejos de la función para la cual fue creada.

Desde el momento que se suprimieron los servicios de pasajeros por este ramal, la misma perdió “el alma”. Ya no se ven en su andén a las familias despidiéndose o esperando a los suyos, a los novios esperando ansiosos la llegada del tren, la tristeza de la despedida, o un pueblo vitoreando y ayudando a los chicos que pasaban para Malvinas, ya no sos más la protagonista de la famosa “vuelta al perro” tan características de los pueblos.

Todavía conservo en mi memoria el entrar a tu Sala de Espera, tocar el timbre donde el Jefe de Estación, señor Guibaudo, abría la boleteria para despacharnos los boletos, o estando en el andén, y ver al señor Cora (h), mover las palancas de las señales.

Hoy todo ello quedó en el olvido, aunque desde lo más profundo de mi corazón espero algún día verte recuperar “el alma”. Saludos
Ariel Arocena
Colaborador Museo Ferroviario Ranchos
ariel_sud@yahoo.com.ar

17 de diciembre de 2010

LA HISTORIA DE MR. ESTEBAN LEEDHAM, UN JEFE DE AQUELLOS

Por: Jorge A. Mantese - Fotos: Colección Crónica Ferroviaria

Para que nuestros lectores tengan un panorama más acabado de las vicisitudes sufridas a lo largo de la vida de Mr. Esteban Leedham, es que transcribo un reportaje que le efectuara Bautista Martin en el mes de Junio de 1917 en la Revista del Ferrocarril Central Argentino, y que nos permitirá conocer en profundidad quién era estge caballero venido de Inglaterra.

-¿En qué año llegó usted a este país, Mr. Leedham?

- ¡Oh!, hace muchos años. Yo, antes de ser empleado de ferrocarril en la Argentina, ya lo había sido del Ferrocarril Midland de Inglaterra.

-¿Le sucedió algo de importancia desde la salida de su patria hasta su arribo a ésta?

-Muchísimas cosas. Para venir a la República Argentina salí de Inglaterra en el vapor "San Martín". Fue en un día de gran niebla.

Jefes de Estación del Ferrocarril Central Argentino


En el vapor, en lugar de hacerse uso de los petardos se tocaba la corneta, a cada rato, como en nuestros trenes eléctricos. El viaje fue largo, 39 días. ¡Cuánto sufrí!...Dado que el buque era francés, no se nos daban más que porotos en cada comida y esto me ponía enfermo. Recuerdo que desembarqué como a ocho milas del muelle, en una lancha; despuéstransbordamos a otro bote más chico. Al llegar me encontré con una cantidad de changadores que me decían: "Ché, inglés, ¿quieres que te lleve el baúl?.

-¿Dónde fue a hospedarse?, Mr. Leedham

-Fui a parar a un restaurante que había frente al Retiro Viejo. El techo del edidficio era muy original, pues representaba un boto patas para arriba. A las pocas semanas de mi llegada al país sabía decir: "Sí y no; pagado y a pagar". Recuerdo perfectamente que un día, sirviendo ya en el Ferrocarril Sud, vino un señor a despachar un cadáver. Yo le entendí que quería despachar un caballo y le señalé la oficina de cargas. El hombre se fue, pero más tarde se me presenta de nuevo con un empleado de la oficina a la que lo había mandado.

El empleado me explicó en ingléslo que aquel señor deseaba: "You fool; he wants to despatch a corpse, not a horse"...

Estación BELGRANO "C"


¡Cuánto sufría por no saber el idioma!. Resolví en definitiva, para quedar bien, decir que sí a todo lo que en castellano se me preguntara. Y por eso, otro buen día en el hotel, me sucedión un caso curioso. Me dice uno de los mozos que servían a la mesa: "Mister, ¿ha comido usted pescado?". Yo naturalmente, siguiendo el sistema que me había impuesto, le dije que sí, y ya comprenderán ustedes....me quedé sin comer pescado...¡y tanto que me gustaba y gusta!.

Aburrido por no llegar a dominar el idioma castellano, y encontrándome en Tres Arroyos de empleado en la oficina de cargas, resolví dimitir a mi cargo y retornar a Inglaterra. Esto lo llevé a la práctica ese mismo año.

-En Inglaterra, ¿volvió al Ferrocarril Midland?

-No. Ya habría probado el dulce encanto de las aventuras. A las dos semanas de arribar a mi patria me embarqué con rumbo a Boston en Estados Unidos.

-¿Le fue mejor allí?

-¡Qué esperanza!. Al contrario, sufrí mucho más que en la Argentina.

-¿A pesar de conocer el idioma?

-No obstante eso, no pude encontrar trabajo adecuado a mis condiciones. Escaso de dinero víme obligado a conchabarme en un restaurante como ayudante de cocina. Me levantaba a las 4 de la madrugada y trabajaba hasta las diez de la noche. Como no me pagab an salí de allí y me coloqué de cochero en una compañía de tranvías. Más tarde, habiendo dejado este puesto, me metí de peón de albañil.

-¿Le agradó el oficio?

-Figúrense ustedes si me agradó, que procuré salir lo más rápido posible de los Estados Unidos.

-¿Cómo ocurrió su salida de ese país?

-De una manera muy curiosa. Un día en que vagabundeaba por el puerto de Boston, me encontré con un buque de vela, el "Bark Anna", que estaba por salir con una carga de madera para Montevideo. Pregunté al capitán cuando me iba a cobrar por el pasaje, a lo que me contestó: "Venga mañana que hablaremos. Tal vez lo lleve gratis para ayudar...De cuando en cuando podrá barrer un poco..."

Cuando buque salió de puerto: ¡cuánto lamenté haberme embarcado y cómo cambiaron las cosas!. Se me mandó subir a lo último de los palos para arreglar las velas juntamente con otros tripulantes. La comida era malísima, el trato detestable. Aquél barco era, propiamente, un barco de piratas. Además resultaba un gran colador. Había más agua dentro de las bodegas que en el mar y los marineros pasábamos los días y las noches bombeando, sudorosos, para impedir un naufragio.

-¡Qué interesante!. ¿Cómo pudo usted soportar esa vida?

-¿Qué remedio me quedaba?. Y la tuve que sufrir pacientemente durante los cinco meses que duró el viaje. Como les manifesté, el trato no podrá ser más detestable e inhumano. El capitán, un sujeto de Nueva Escocia, era cruelísimo. Los dos oficiales igualmente.

Una mañana, en que se encontraba el primero de los oficiales con dos marineros raspando la pintura vieja del casco, se rompió el andamiaje en que se hallaban y cayeron al mar. Los tiburones, que seguían la ruta del buque en aquella zona tropical, dieron cuenta inmediata de ellos. Se los devoraron. Cuando quisimos acudir en su auxilio no vimos más que una gran mancha de sangre sobre la superficie de las aguas. La escena fue rápida, brutal y aterradora.

-¿Con esto, sin duda Mr. Leedham, terminarían las desventuras?

-No. En aquel barco maldito no había orden, nadie experimentaba sentimientos humanitarios. Otro día, ¡cómo lo recuerdo aún pese a los años transcurridos!. Dos marineros intentaron asesinar al capitán. Le pegaron 18 hachazos, los suficientes para matar a dos hombres, sin embargo no murió el condenado. Como el viaje se hacía imposible por el agua que inundaba las bodegas, tuvimos que pedir auxilio a un barco austríaco y conseguimos que nos remolcara hasta Montevideo.

-Usted respiraría sin duda, al encontrarse en tierra firme, ¿verdad?

-Desde luego. ¡Ah!, olvidaba decirles que en el viaje se me cayó encima una cocina portátil, franturándome dos costillas. Esto de la fractura lo supe después por un médico oriental, a quién fui para que me revisara. El malvado capitán, cuando ocurrió el accidente y una vez que quedé vendado, me dijo estas textuales palabras: "Su enfermedad no es nada. En el mar esas cosas se curan fácilmente trabajando. Vaya a la bomba a sacar agua de las bodegas". Y no me quedó otro remedio que lo ordenado.

Y bien amigo lector, con la transcripción del reportaje hemos puesto en su conocimiento los vaivenes que debió sortear nuestro personaje a lo largo de sus años de juventud, y los inclementes momentos que le tocó vivir, por lo que ahora nos ocuparemos de su actuación como empleado del ferrocarril.

Al regresar de Montevideo el 12 de Octubre de 1889, Mr. Leedham logró emplearse en el Ferrocarril Central Argentino. Recordemos que entre el 13 de febrero de 1888 y el 8 de diciembre de ese mismo año se desempeñó en el Ferrocarril Sud.

Su foja de servicios en el Ferrocarril Norte era la siguiente: 13-10-1889, recibidor de cargas en Retiro; 09-11-1889, dependiente de cargas y encomiendas en Belgrano; 01-08-1891, Segundo Jefe en la misma estación; 24-01-1894, Jefe de estación San Fernando y, por último, a partir del 13-08-1896, Jefe de la Estación Belgrano "C".

Contaba Mr. Leedham que cuando él llegó a Belgrano la vía era doble desde la Estación Central hasta allí, y sencilla desde ese lugar hasta Tigre. Los trenes desde la cabecera hasta Belgrano tardaban 25 minutos, pero cuando la locomotora salía de Palermo, ya se escuchaba el "tract, tract" que producía sobre los rieles.

Cuando a Mr. Leedham se le preguntaba por Belgrano manifestaba sentir un gran cariño por esa localidad, pues aseguraba que cuando llegó allí había muy pocas casas, y en el Bajo casi ninguna, por lo que solía repetir: "lo he visto adelantar, paso a paso, y transformarse en lo que es hoy", agregando "ni el comisario de policía es tan conocido como yo".

También nuestro biografiado solía jactarse de la cantidad y calidad de los empleados ferroviarios que habían pasado por dicha estación.

Bueno estimados amigos, con esta pequeña biografía pretendemos que se conozca un poco más la vida de uno de los tantos personajes que ayudaron a que nuestro ferrocaril fuese en su momento uno de los mas importantes de América, sino del mundo. Vaya desde Crónica Ferroviaria nuestro homenaje a Mr. Leedham, y como a él, a tantos otros personajes anónimos, que con su esfuerzo y dedicación tanto han hecho por el engrandecimiento de nuestros queridos ferroviarios.