Accidentes Ferroviarios
Al menos 40 personas murieron esa tarde de octubre de 1957. Los datos recuperados por un archivo, dos museos y los recuerdos de una enfermera ayudaron a reconstruir lo sucedido. No te pierdas las fotos históricas...
Cuando Graciana Belich llegó ese jueves al Hospital Regional de Allen, todavía no había amanecido. Era primavera y seguramente la brisa corría tibia, con el perfume de esas primeras horas, pero lo que se venía estaba lejos de ser apacible. No pasó mucho para que las alamedas vieran pasar la Ford blanca que les servía como ambulancia, veloz rumbo a Choele Choel, por Ruta 22: Graciana y dos compañeras enfermeras más, junto a Evaristo Pérez, el chofer, fueron los enviados por el nosocomio para ayudar a sus colegas del Valle Medio. Allá faltaban manos para cuidar a los heridos que sobrevivieron a una tragedia ferroviaria como pocas.
La formación del Ferrocarril General Roca entre Buenos Aires – Zapala había descarrilado 15 horas antes, entre las estaciones “Fortín Uno” y “Benjamín Zorrilla”, después de pasar por Río Colorado. La distancia, los malos caminos y la falta de comunicación demoraron todo. Un día después, en la edición del viernes 25 de agosto de 1957, la tapa del semanario RÍO NEGRO ya hablaba de 40 muertos, oriundos de Bahía Blanca, Huergo, Neuquén y hasta Centenario. Hubo quienes enviudaron esa tarde lamentable y matrimonios que perdieron a sus hijos pequeños.
Del hecho poco y nada se guardó en la web. Apenas algunas menciones en los valiosos grupos de historia local que cada vez son más en Facebook. Por eso la importancia de los museos para recopilar fotos y recuerdos, además del Archivo periodístico, a veces único registro de la vida de los pueblos. “Contornos de dramático tuvo el gravísimo accidente”, describía este medio, junto a los datos que se habían podido recolectar antes del cierre de la edición: 15,30 horas del miércoles, el momento del desastre.
La rotura de un eje del vagón petrolero que viajaba en la formación, fue la causa. Y en el medio, decenas de pasajeros atrapados en los vagones de madera, que se incrustaron uno dentro de otro. Carreras era el apellido del maquinista. Sólo se salvaron los dos últimos coches dormitorio y un coche pullman. “Aproximadamente a las 4 de la mañana del jueves, arribó a nuestra ciudad (Roca) el tren que, procedente del lugar de la catástrofe, trajo a los sobrevivientes que no sufrieron daños (…) Paralelamente partió otro con destino a Bahía Blanca, llevando también numeroso pasaje”, contó el impreso.
Desbordado, el sencillo hospital de Choele Choel, que hoy sigue siendo de complejidad IV a pesar de ser el más convocante de su región, debió recibir los casos más urgentes. Había sido inaugurado 13 años antes, el 14 de octubre de 1944, como Sala de Primeros Auxilios, confirmó Liliana Zacarías, del Museo local. En 1951 pasó a categoría de Hospital Rural y en los años ‘70 a Hospital Zonal.
Ese jueves de 1957, cuando los enviados de Allen llegaron al lugar a media mañana, había heridos hasta en varios colchones acomodados en el suelo. Los médicos locales y de otras ciudades vecinas, iban de una cama a otra, asistiendo y organizando la tarea de los enfermeros. Graciana recuerda que le encomendaron la colocación de inyectables de penicilina, para casi la mayoría de los afectados. Había heridos de todo tipo, desde golpes y simples suturas hasta los de mayor gravedad. En esa oportunidad, esta vecina que hoy ostenta 91 años, conoció al doctor Francisco López Lima, quien luego se convirtió en su jefe en el centro de salud allense y hoy su nombre es emblema en el hospital de Roca.
Según consignó RÍO NEGRO, otros 20 damnificados fueron asistidos en el Sanatorio Modelo, de Roca, que funcionaba en calle Buenos Aires 436, con el teléfono 226.
Si bien la memoria colectiva recuerda con nostalgia los años del “Zapalero”, la tragedia ferroviaria se dio en un contexto de reclamos a Nación, por la postergación que se notaba contra esta línea del interior argentino. Exactamente una semana antes del descarrilamiento, este medio pedía el reemplazo de los vagones y asientos de madera en segunda clase, mejor buffet y más económico en primera, puntualidad en los horarios, limpieza de los sanitarios a bordo y reparación de la calefacción. En junio se había aumentado 25% en el precio de los boletos y los intendentes de ese tiempo pensaban reunirse para exigir que se pusieran en condiciones las playas de maniobras a lo largo del territorio, sin yuyos, con veredas cementadas y pavimento.
“El progreso impetuoso de estos pueblos lo reclama (…) en honor a zonas como estas, que tributan en fletes cuantiosas sumas de dinero», opinaban en primera plana.
El sitio exacto del descarrilamiento se ubicó en el kilómetro 936, contando por las vías, desde Plaza Constitución, confirmó Raúl Galván, referente del Museo Ferroviario de Darwin. “Fue cerca de una cantera de piedra donde cargaba el ferrocarril, era un kilómetro de desvío”, contó. En la reconstrucción que vienen impulsando desde la entidad, un hallazgo reciente sirvió para ponerle imagen al suceso. “No hace mucho en la casa de los Sarazola se descubrió la única foto del accidente, en una caja antigua”, reveló. Y así la historia sumó una pieza más, para que lo ocurrido no quede en el olvido.DiarioRíoNegro.com
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