Foto: Carlos A. Salgado
Esta breve historia ejemplifica otra frustración de un proyecto conjunto entre los dos países del Plata. Un proyecto anunciado con bombos peronistas el 29 de agosto pasado cuando Cristina Kirchner, en plena campaña electoral, descendió en el andén de Salto para abrazarse con José Mujica. La breve presencia de la presidenta en suelo oriental, acompañada por estruendosos partidarios y rodeada por cámaras de televisión, fue presentada en Argentina como un éxito más de la era Kirchner. Fue entonces que un jerarca de Trenes de Buenos Aires, la empresa privada argentina operadora del sistema junto con AFE, vaticinó que en noventa días las dos capitales quedarían unidas por vía férrea.
En Uruguay, en tanto, el canciller Almagro, comentó que la conexión ferroviaria entre ambas naciones, coronada por el abrazo entre presidentes, tendría en el futuro "un efecto simbólico". Y así fue, porque en los hechos aquello no pasó de ser un símbolo de anhelos inalcanzables. Hoy, esa idea de enlazar por tren a Montevideo con Buenos Aires desnuda su condición de utopía.
Foto: Carlos A. Salgado
Para empezar, a comienzos de septiembre, el primer servicio regular, con pasajeros que pagaron su tique, estuvo plagado de contratiempos. Apenas internada en nuestro territorio, la locomotora sufrió desperfectos y quienes iban a Paso de los Toros, siete estoicos viajeros en total, llegaron finalmente a bordo de dos taxis. Poco después, en otro servicio, el "Tren de los Pueblos Libres" chocó contra un automóvil en un paso a nivel en Concordia, y allí se quedó.
Semanas más tarde, la empresa Trenes de Buenos Aires informó en su web que la ciudad uruguaya de destino sería Paysandú y no Paso de los Toros.
Hoy existe apenas un servicio semanal que cubre la línea Paysandú-Pilar. Sale los lunes a las 3 de la madrugada, hora incómoda si las hay, para iniciar el retorno el jueves por la noche. Quien desee informarse sobre el tema e ingenuamente telefonee a AFE aquí en Montevideo recibirá una respuesta desconcertante: "de ese asunto se ocupa la gente de Paysandú, llame para allá, acá no sabemos nada".
Así son las cosas en un ente estatal cuyos funcionarios boicotearon desde el principio el acoplamiento ferroviario uruguayo-argentino. Y lo siguen haciendo porque el gremio que los agrupa olisquea en esta integración el pérfido y tan temido aroma de la privatización. Esa actitud entre desconfiada y enemiga del cambio es la que enfrentaron, hasta ahora sin éxito, tanto esta como la anterior administración del Frente Amplio.
En efecto, aunque al asumir la presidencia José Mujica anticipó que en dos años habría trenes circulando por nuestro país "a sesenta kilómetros por hora", no existen trazas por el momento de que tal cosa vaya a ocurrir. La transformación de AFE en una empresa cuya operación se rija por el derecho privado sigue trabada por la Unión Ferroviaria, un sindicato que rechaza las reformas propuestas por el gobierno para obtener capital privado. Los cabildeos con los dirigentes gremiales prosiguen con una lentitud capaz de desanimar al más audaz inversor.
De ese rechazo no se salvó siquiera Cristina Kirchner cuando se reunió con Mujica en Salto en aquella cruda mañana de invierno. El cruce de Concordia a Salto debió hacerse con un maquinista argentino porque la Unión Ferroviaria no permitió que uno de los suyos se hiciera cargo de la locomotora, lo que generó discusiones y reproches múltiples. Así de azarosa fue desde siempre la existencia del "Tren de los Pueblos Libres".
Medio siglo atrás, cuando AFE vivía su relativo esplendor, una de las canciones más populares de la época era "El chachachá del tren", que los memoriosos aún recordarán. Con ese alegre ritmo de origen cubano se alababa el transporte ferroviario con estrofas tales como esta: "¡Qué gusto da viajar cuando se va en el tren!" Este no es el caso. Editorial Diario El País de Montevideo