Carta de Lectores
Señor Director de Crónica Ferroviaria
Saco a relucir, aprovechando la ocasión de la nota referida al Ferrocarril Trasandino de Juan Carlos Cena, mi experiencia en la vía con mi ferrocleta en la cual adjunto pocas fotos, pues todos mis álbumes quedaron en la Argentina.
Adjunto fotos varias de la ferrocleta. La foto que tiene 4 exposiciones en una sola, hay una ubicada en la parte superior izquierda que corresponde a la ferrocleta desarmada para transitar por ruta como acoplado, en este caso en la ciudad de La Rioja; la de arriba de la derecha es en un ramal en Catamarca; la de inferior izquierda corresponde a una parte de Córdoba, lo mismo que para la inferior derecha, ya con techo de media sombra pues el calor era importante.
En la segunda fotografía estoy con el ex presidente de la Nación, Carlos Menem. En la tercera estoy en la estacion Roque Pérez de la Línea Roca (ubicada entre Lobos y Saladillo), precisamente ese día se conmemoró el 119 Aniversario de la llegada del tren a dicha estación, y yo allí con mi "ferromoto" de 50 cms cúbicos con dispositivo con suspensión confiable para baja velocidad, en segundo lugar la ferrocleta y en tercer lugar un velocipedo que estaba en Empalme Lobos y lo use un buen tiempo.
En la cuarta fotografía es en el regreso de Roque Pérez; había un automóvil en la vía con personas que resultaron ser amantes del ferrocarril de visita en la estación Salvador Maria. El de la foto es Nicolás Di Rosa, a quien lleve de Salvador María del Carril hasta la laguna de Lobos en la ferrocleta, y este muchacho tiempo después, se abocó a la tarea de revalorizar y limpiar el Companía General entre las estaciones Marcos Paz y Salto.
Lo que prosigue es la misma nota que les envió como comentario a publicar en dos partes, dado el largo del comentario. Envío las fotos por correo ya que por "publicar un comentario" no puedo hacerlo. Gracias y ustedes tienen la última palabra de cómo publicar mi relato, claro, si es de su agrado.
La nota
Muy buena la nota publicada en
CRÓNICA FERROVIARIA con el título "Tren Trasandino de Mendoza a Chile" por Juan Carlos Cena, a la vez que saco a relucir que en Enero de 2020 se cumplirán 25 años del primer cruce de Los Andes en ferrocleta, del cual el periódico Los Andes de la ciudad de Mendoza (a mi regreso de Chile) me hizo una excelente nota en la cual me otorgó foto y comentario en primera página, y toda la contratapa del diario para esta epopeya, y Canal 7 de esa misma ciudad me hizo una linda nota también en la estación Mendoza del ex Ferrocarril General Belgrano.
Fue una aventura maravillosa que me permitió valorar muchas cosas, y luego proseguir mi viaje por 7 provincias más, incluso transité por La Rioja donde conocí al entonces presidente de la Nación, Carlos Menem, gracias a la ferrocleta independientemente del mal que le hizo al ferrocarril.
Antes de llegar a la localidad de Las Cuevas (Mendoza), por motivos de avalanchas una camioneta me pasó hasta la frontera con Chile. Migración en ese país la pasé a pié con la ferrocleta armada, pero llevándola de tiro sobre el asfalto, y luego un camión me bajó por Caracoles (Chile), ya que era imposible transitar por las vías en el año 1995, y me bajó en Río Blanco donde tuve la oportunidad de poner mi ferrocleta en la vía de trocha angosta, pero por cuestiones de seguridad no pude transitar, ya que hay tráfico diario y no era conveniente arriesgar, de todos modos por la gentileza del personal ferroviario de Chile, pusimos la ferrocleta en un vagón que tienen 2 ó 3 tolvas, y entre medio de éstas viajé hasta Los Andes admirando un paisaje bellísimo, donde sí pude transitar por las vías en esa estación.
Decir que mi vehículo causó admiración, es poco. Al día siguiente, tuve que ensanchar la ferrocleta pues comienza el tramo de vía de trocha ancha, en el cual me transporté hasta San Felipe. La vía no estaba en buenas condiciones, muchos clavos sueltos o flojos, pero yo andaba allí. Hasta esta ciudad llegaba el "Merval" que era un servicio de tren local eléctrico que llegaba desde Valparaíso, de ahi su nombre MERVAL, o sea, metro de Valparaiso.
Tuve intenciones de ir hasta esa ciudad, pero realmente no era fácil, pues violaba las reglas en país ajeno, de todos modos tuve oportunidad de moverme desde San Felipe hasta el cruce con la ruta 60, diría que a unos 10 kilómetros más adelante (salí después del MerVal) donde me desalojé de la vía en espera de un tren de carga que me seguía.
Recuerdo que le dije en la estación al personal antes de salir, que iría unos kilómetros y me saldría de la vía para que me pasara el carga, pero una confusión hizo que retrasaran la salida del carga porque yo no llegaba, y cuando el carga llegó al paso a nivel donde yo esperaba a un lado de las vías con mis dos banderas argentinas y mis dos escudos en el frente, el conductor me vio con anticipación, pasaron muy lento el paso a nivel porque venían con precaución quizás por mi, y desde la puerta de la locomotora color naranja con cuerpo entero afuera me dijo muchas palabras que si bien fueron de reproche e insultos, no las tomé en cuenta, dado mi entusiasmo por estar en otro país. En mi experiencia igualmente los saludé.
En el paso a nivel, los automovilistas miraban asombrados pues nadie había hecho nada parecido. Entonces regresé a San Felipe algo tarde, tipo 19,00 horas de la tarde en ese verano, y le comenté el percance al personal de la estación.
Al día siguiente, emprendí mi regreso por la vía a Los Andes como si nada hubiera pasado, y allí saqué mi ferrocleta de la vía y me fui a la carretera que está a un costado de la vía en espera que algún gentil camionero me llevara hacia la frontera, lo cual ocurrió.
Ya en territorio argentino, una camioneta me llevó hasta antes de Las Cuevas donde pude poner en la vía otra vez mi vehículo y de allí regresar sin prisa a la ciudad de Mendoza.
Fue una experiencia de vida maravillosa, recorrer kilómetros de vías sin prisa y con total libertad de avanzar, o de retroceder o de caminar a pié donde quisiera, y disfrutar la montaña como nunca lo había hecho.
En el regreso confieso que disfruté menos, pues la pendiente descendiente hizo que disfrutara más la facilidad de moverme casi sin pedalear, lo que hizo que me centrara más en la vía que en los paisajes, mientras que en la ida fue todo un sacrificio tener que esforzarme en las subidas, y hasta incluso, molestarme tener que detenerme porque había piedras en la vía y luego retomar el ascenso.
Me gustaría estar presente otra vez allí, pero no podré, y recomiendo que quien lo pueda hacer, lo haga, son experiencias de vida que no se repetirán y quizás más adelante no se puedan hacer si levantan las vías. Gracias. Atte.
Claudio Garcia
ferrocleto@gmail.com