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Este medio de transporte vuelve a ser considerado como herramienta clave para potenciar la logística exportadora, aprovechando los trazados vigentes.
Como sabemos, Argentina es un país muy extenso y, en su gran mayoría de llanuras. Esto hizo que en el siglo XIX el ferrocarril se comenzará a desarrollar aceleradamente como el medio de transporte que acompañó al crecimiento de la población y de la producción.
Esa tendencia se mantuvo hasta avanzado el siglo XX, cuando alcanzó, en 1951 su mayor pico de redes, tráfico y cargas. Los ferrocarriles fueron inicialmente privados, de allí su desarrollo poco ordenado, en cuanto a trochas, material rodante y trazados.
El Estado dejaba hacer porque la economía dependía fundamentalmente de la exportación de productos agropecuarios. En 1948 se nacionalizaron y a partir de 1960 comenzó el declive del ferrocarril, y desde aquellos 55 mil kms de vías, llegamos a los poco más de 18 mil kms que están activos hoy, y, en particular el de cargas, en manos nuevamente privadas desde 1993.
En pleno siglo XXI, y con una estructura productiva que sigue siendo fundamentalmente agroexportadora, con el agregado ahora de minerales, el ferrocarril vuelve a ser considerado como herramienta fundamental para potenciar la logística exportadora, aprovechando los trazados vigentes, que siguen apuntando a los puertos principales, entre los que se destaca nuestro puerto.
Las empresas privadas han mostrado, salvo excepciones, que son capaces de llevar adelante el negocio de la carga, y el país conserva un importante know how ferroviario. Además de que se cuenta con una base industrial apta para las cargas por trenes.
Sin olvidar el generalizado reconocimiento de las ventajas ambientales y de seguridad de transporte ferroviario. Y esta opinión pública se traduce al conjunto de la política.
La gran oportunidad que brinda la existencia de un mercado mundial en exponencial crecimiento en la demanda de alimentos, que Argentina puede producir, o de la producción minera, cuya explotación crece permanentemente, potenciada hoy por una impensada guerra en Europa, nos tiene que hacer repensar en el tema ferroviario, especialmente el de carga, si pretendemos aumentar significativamente nuestra participación en ese demandante mercado internacional.
En los últimos años, se ha agregado la nueva fuente de energía: el shale, de Vaca Muerta. Este yacimiento, que será fundamental en la economía Argentina de las próximas décadas, tiene una alta demanda de arenas y productos siderúrgicos, y la cuenca está recorrida por un ferrocarril que pasa por nuestro Puerto.
Es evidente que para fortalecer, modernizar y ampliar la capacidad de desplazamiento, tracción y carga, se necesitan grandes capitales y programas de mediano plazo.
Nada es imposible si se genera un consenso entre estado y privados, donde el primero tome a su cargo las obras de infraestructura de vías, accesos y playas de intercambio logístico, y por un método de peaje, los privados, que se harán cargo del material rodante, transporten las cargas.
Es negocio para ambas partes y el estado se asegura un programa de apoyo a las exportaciones en condiciones competitivas.
Nuestras redes de carga son para equipos mecánicos y hay una sobre oferta mundial de locomotoras y vagones de segunda mano, en muy buenas condiciones, inclusive para transporte de pasajeros, que podría ser aprovechado. Es el método más común que emplea por ejemplo Aerolíneas Argentinas u otras compañías aéreas, que compran aviones usados.
Con este modelo, el estado se asegura recuperar la inversión, controlar el equitativo flujo de cargas, el uso compartido de trochas para distintos operadores y la mejora constante del sistema.
Es probable que se logre recuperar poblaciones del interior que al desaparecer el ferrocarril que ocupa mano de obra, migraron a las grandes urbes, creando los problemas que todos conocemos.
Con este tipo de políticas, y teniendo en cuenta que el tren es el adecuado para transportes en distancias largas, como es el caso de nuestro país, y en especial nuestro Puerto, podría incrementarse significativamente la calidad de vías y cantidad de material rodante, para poder abastecer la creciente demanda mundial.
Bahía Blanca, además, es un nodo de vías ferroviarias, con trochas compatibles con los ramales de carga del centro, este y oeste del país, lo cual permite ampliar significativamente el potencial exportador del Puerto, más si se tiene en cuenta que los buques cada vez son más grandes y por lo tanto requieren de estaciones marítimas como la nuestra.LaNueva.com