22 de febrero de 2011

RECUERDOS

Cartas de Lectores

Señor Director

Me parece muy bien que Crónica Ferroviaria mantenga viva la memoria e informen lo que está pasando ¡¡¡ES UN MONTONAZO!!!.

Nací en Bolívar, una pequeña ciudad de la provincia de Buenos Aires, y cuando a los 17 años me mudé a la Capital, extrañaba tanto que viajaba todos los meses a mi pueblo y lo hacía en TREN. Viajar en tren es maravilloso: el olor singular que hay en los vagones, el chu-cu-chu-cu del sonido de las ruedas en el riel de las vías, el anuncio de su llegada cuando se acercaba a las estaciones, el jefe de estación que hacía sonar la campana, los parroquianos que bajaban y subían, y otra vez el silbato de salida. Cuando llegaba a mi pueblo, todo era alegría y me retiraba presurosa de la estación rumbo a la casa de una amiga.

El domingo a la madrugada regresaba a la Capital, llegaba temprano a la estación y me sentaba en algún banco de madera. El jefe andaba de acá para allá. De a poco la gente empezaba a amontonarse en el andén hasta que de pronto llegaba el tren. Todos nos subíamos presurosos. Me sentaba. La última mirada a la estación y a la gente que despedía a su familiar. Yo estaba sola y sentía una profunda tristeza por mi partida. De pronto comenzaba el chu-cu-chu-cu-chu-cu y el tren emprendía su marcha. Acompañada de ese sonido y del movimiento pendular del tren, con lágrimas en mis ojos me alejaba de mi pueblo.

De a poco me dormía, hasta que luego de unas horas, una voz me despertaba al grito de “!!Constitución!!”. Tomaba mi bolso, y apenas salía del andén, la realidad de “la gran ciudad” se apoderaba de mi alegría. Atrás había quedado ese tren que me condujo a mi añorado paseo de fin de semana. Al mes siguiente, todo volvía a repetirse y yo sentía que el tren era maravilloso: me llevaba a mi mundo.
Liliana Giambelluca
lilianagiam@hotmail.com

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