Hace unos días decidí emprender un viaje en tren desde la ciudad de Junín a Buenos Aires. Llovía mucho y viajar en la Ruta 7 con poca visibilidad es, a mi juicio, demasiado peligroso.
Hace unos días decidí emprender un viaje en tren desde la ciudad de Junín a Buenos Aires. Llovía mucho y viajar en la Ruta 7 con poca visibilidad es, a mi juicio, demasiado peligroso. ¡Qué mejor que la seguridad del tren! -me dije y así me dispuse a comprar un boleto de tren-.
Busqué en Internet y al ratito encontré la página adecuada: http://www.ferrobaires.gba.gov.ar/ En la sección servicios comprobé que el ramal Junín-Buenos Aires sigue teniendo una frecuencia semanal y dominical de ida y otra de vuelta. Sale de Junín de lunes a viernes a las 4 de la mañana y llega a las 9.38 y los domingos sale a las 15.30 y llega a las 21.01. La vuelta desde Retiro a Junín es de lunes a viernes de 18.15 llegando a las 22.58 y el domingo sale a las 22.00 y llega a las 2.47. Asimismo, se indica en la página web que hay dos clases: una clase pullman con un costo de 46 pesos y una clase turista con un costo de 30 pesos. Inmediatamente pensé que sería conveniente comprar un pasaje lo antes posible. En la sección bocas de expendio de la página web encontré la información que precisaba: la Boletería Junín, teléfono (02362) 43-4855 tiene el siguiente horario de atención: lunes a viernes de 3:30 a 4:30 y de 9 a 11. Sábados de 3:30 a 4:30. Domingos de 15:00 a 16:30.
Tren de Pasajeros "El Martita" saliendo de estación Retiro - Foto: Pablo Salgado
Cuando llamé por teléfono, era un día lunes a las 17 horas y obviamente no obtuve respuesta. Sin embargo, a poco de explorar la página web se renovó mi esperanza. Una sección rezaba: reserva telefónica e indicaba que: "FERROBAIRES ofrece un nuevo servicio de Reserva de Pasajes llamando al 0810-666-TREN (8736). La reserva expira 72 hs. antes de la hora de partida del viaje de no ser confirmada". Mis tres intentos fueron en vano, no logré que nadie atendiera mi llamado. Conclusión: salvo que alguien pueda acercarse al horario acotado de 9 a 11 de la mañana, la única opción que existe es comprar el pasaje antes de la partida, desde las 3.30 a.m. Para un tren que sale a las 4 a.m.
Entonces, esperé a que llegara esa hora. Llego a la estación de tren a las 3.30 de la mañana en punto. Le pregunto al señor que atendía la boletería si me podía vender un pasaje pullman. La respuesta fue contundente: "No, querida, pullman no hay". Inmediatamente le pregunté: "¿Usted sabe cuándo va a haber clase pullman? Mirá -me dijo- hace un año que lo estamos esperando, no sabría decirte". Entonces, saqué la única opción disponible: clase turista.
Alguien me dijo una vez que las masas nunca se equivocan. Aunque creo que en cuestión de ideologías esa afirmación es errónea, cuando uno no conoce el rumbo, es mejor seguir a las masas. Estaba demasiado oscuro y la gente -una veintena de personas- comenzó a entrar al primer vagón. Entré con ellos. ¿El problema? la noche estaba cerrada y no veíamos nada, no había luz en los vagones. Un pasajero, bastante más experimentado a estas peripecias que yo, había llevado una pequeña linterna y con ella iluminaba los números de los asientos. Claro, el problema era que yo ni siquiera conocía el mío, pensaba mirarlo una vez en el vagón, como es lo más lógico. Entonces, no me podía sentar. Intenté alumbrarlo con mi celular pero no conseguí descifrarlo. Me dispuse a esperar. Ahí fue cuando otro viajero impaciente, y algo cansado, empezó a gritar. "Por favor, por favor, prendan las luces". La insistencia de este buen hombre trajo resultados: algún maquinista lo oyó y se apiadó de nosotros. ¡Al fin!- dijo el buen hombre, ¡nos escucharon! Y así, se hizo la luz y todos pudimos ver qué asiento nos había tocado y nos acomodamos.
Una vez sentados la gente empezó a quejarse por otra cuestión: hacía calor. Era pleno enero y la temperatura era agobiante. Muchos viajeros experimentados lograron levantar la pesada persiana de metal para dejar entrar aire fresco. La mía estaba trabada, no se podía subir ni bajar. O, al menos, yo no conseguía hacerlo. La señora sentada enfrente de mí vio mi cantidad de intentos truncos y me ofreció su ayuda. Después de algún esfuerzo, logró subir la persiana que correspondía a mi asiento.
"Bien" -me dije-, al menos estamos sentados, tenemos luz, y conseguimos subir las persianas. Sin embargo, no lograba olvidar las palabras del señor de la boletería: "No sabría decirte". ¿Cuándo mejorará el servicio?, ¿Cuándo disfrutaremos de un servicio digno?, ¿Cuándo volverá el servicio pullman que históricamente existía entre Junín y Retiro? No se sabe: esa es la única respuesta.
En el ínterin, con el ladrido de los perros como telón de fondo, el tren se puso en marcha. Eran las cuatro de la mañana. Miré el boleto y pensé que había salido a horario, también noté que el boleto no tenía horario de llegada. Al ratito pasó un señor a controlar nuestros boletos y unos minutos más tarde, como a las cuatro y media, unos viejos ventiladores de metal comenzaron a girar lentamente, levantando el polvo que entraba por las ventanas y que yacía en el piso y sobre los asientos de los viejos vagones en los que viajábamos.
El viaje se desarrolló sin mayores sobresaltos. El único, que era algo absolutamente previsible, fue una rotura del tren muy cerca de llegar a Retiro. El tren se paró de golpe y nadie sabía por qué. Una señora dijo que se había roto, pero no hubo, como también era de esperar, ningún anuncio oficial. Habremos estado unos veinte minutos o media hora frenados y luego, con su marcha lenta, el tren volvió a arrancar.
Llegamos a retiro cerca de las 10 de la mañana, a seis horas de nuestra salida de Junín.
Luego de este viaje, pasaré a detallar cuáles son -a mi juicio- las razones por las cuales el servicio que hoy ofrece Ferrobaires es absurdamente ineficiente.
Velocidades prehistóricas
El recorrido de Junín a Buenos Aires tiene un tiempo estimado de 5 horas 38 minutos. Si todo sale bien, claro. Un promedio bueno es que el tren llegue a destino en 6 horas. La velocidad promedio que alcanzan las viejas locomotoras es de entre 40 y 45 kilómetros por hora a la ida, y a la vuelta, entre 50 y 55. En la época de Ferrocarriles Argentinos, en la década del 90, corrían a 70 kilómetros por hora. En la época en que mi abuelo Moisés dirigía este diario, el 12 de noviembre de 1937, el viaje desde la ciudad de Buenos Aires a Junín demoraba 2 horas 40 minutos yendo a un promedio de 105 a 115 kilómetros por hora (ver reproducción de la nota). 75 años después el viaje demora más del doble. Insólito.
Esta es la progresión:
Año 1937: 105-115 kilómetros por hora, 2.40 horas aproximadas de viaje.
Años 90, 70 kilómetros por hora, 4 horas aproximadas de viaje.
Año 2012: 40-45 kilómetros por hora, 6 horas aproximadas de viaje.
Falta seguridad
A casi un año del trágico accidente de San Miguel (murieron cuatro personas y 120 resultaron heridas), ocurrido el 16 de febrero del año pasado, entre una formación de Ferrobaires que viajaba desde Retiro a Junín y el vagón furgón de un tren de la línea San Martín, el servicio sigue sin contar con las medidas básicas de seguridad. "El servicio sigue igual o incluso peor al día del accidente", aseguraron fuentes fidedignas. "Las locomotoras que vienen a Junín están a la miseria", afirmaron. Fundamentalmente en verano, los cañadones al costado de la vía también tornan peligroso el viaje, y provocan que los pasajeros tengan que mantener las ventanillas cerradas para evitar lesiones o roturas del vidrio.
Falta iluminación
Cuando se encendió la luz en el vagón estábamos felices. Pero, ¿cuál es la iluminación que hoy se ofrece? En mi vagón había 18 lámparas, de las cuales 7 estaban en funcionamiento. La luz era tenue y no se apagó en ningún tramo del camino. Según tengo entendido, en los servicios pulman la luz se apaga de noche para que la gente pueda descansar. Y cuando está prendida ilumina correctamente. Pero en la clase turista no. La diferencia, en algo tan básico como la iluminación, no se entiende.
Faltan baños adecuados
La higiene de los baños es deplorable. Al punto que rara vez se ve a alguien usarlo. Falta higiene, agua y las puertas generalmente no se cierran.
Falta limpieza
Viajar en tren es sentarse en asientos con polvo y ver cómo este se levanta del piso con el andar de los ventiladores. Es saber que uno se sube al tren con la ropa limpia y se baja con la ropa sucia. La falta de limpieza generalizada no es una novedad, siempre fue así, pero tampoco -claro- se hace nada para mejorar esta situación.
Falta ventilación
En el vagón hacía calor y por ello la gente levantó las persianas. De todos los ventiladores existentes en el tren, sólo la mitad funcionaba. Los ventiladores son antiguos (los mismos que en los años 50) andan a duras penas y no ventilan lo necesario. Por ello, la mayoría de las personas se vio obligada a dejar las persianas abiertas durante todo el trayecto.
Conclusión
Si algo hay de certero es que el servicio que hoy ofrece Ferrobaires es absurdamente ineficiente. Es barato, claro, pero por ello no debería ser malo. Ojalá, algún día, pueda escribir la anhelada crónica de un viaje en tren entre Junín y Retiro que implique un servicio que sea eficiente, competitivo y que ofrezca condiciones de viaje dignas. Diario Democracia (Nota enviada por nuestro colaborador señor Ivo Gustavo Cháves)
Hacer una reparación integral de la vía desde Junín a Retiro es una inversión muy grande; ¿Pero tanto hay que gastar para mantener limpias las formaciones?, creo que hasta alguien que tiene un fitito lo lava de vez en cuando y lo limpia adentro; ¿Tanto hay que inventir para colocar aire acondicionado o al menos un sistema de ventilación?, ¿Para mejorar el tema de la iluminación?; hay muchos aspectos que son síntoma de mala intención y no de problemas presupuestarios; otro tema: estoy más que seguro que este tren no tienen ninguna medida de seguridad, no debe tener matafuegos, ni botiquín de primeros auxilios, ni debe existir un plan de evacuación en caso de accidente; y por supuesto que la locomotora no debe contar con elementos como bengalas o petardos.
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