13 de noviembre de 2019

El día que Palmira se negó a morir

Historia Ferroviaria

Por: Rubén Lloveras (para CRÓNICA FERROVIARIA)

La jornada de trabajo del lunes 15 de Noviembre de 1999 casi finalizaba.

La locomotora se posicionaba y enganchaba los vagones, los cambistas con las camisas transpiradas entraban y salían de los cortes en forma magistral sin tener el miedo lógico que a cualquier observador le daría, años de entrar, enganchar, salir de los vagones en movimiento, hacer señas y seguir sin mirar atrás. Faltaba dar frenos y avisar a la estación que todo había concluido.

Sonaba la bocina de la locomotora, con lento movimiento el tren avanzaba rumbo al destino final, transportando con seguridad la preciada carga.
También para el sol, la tarea finalizaba, iniciaba la lenta despedida rumbo a las encumbradas montañas mendocinas.


Los obreros agotados por la dura tarea se reagrupaban para disfrutar del reparador mate, todo parecía que el día se iría como uno más, nada presagiaba lo que ocurriría horas después.

Desde las afueras de la estación un rumor crecía, algo no andaba bien, la triste noticia de la llegada de telegramas de despido tomaba con sorpresa a las familias.

A partir de ahí la reacción era unánime, todos actuaban de la misma manera, “… juntarse en la estación, tomar el toro por las astas, organizarse… no queremos que nos sigan despidiendo sin hacer nada…”.

El pacífico pueblo de Palmira que creció en medio de las ciénagas gracias al ferrocarril, donde se conocen todos, donde las farmacias cierran a las 12:30, donde hay un solo banco por la maldita segunda década infame, que tiene más jubilados ferroviarios que ninguno en Argentina, justo en ese pueblo comenzaba a escribirse una historia de lucha y resistencia.

Fueron 14 días de cruda protesta, con barricadas, humo de gomas quemadas y la negación propia a que esta vez los derechos del trabajador no serían avasallados, el pueblo de Palmira estaba de pie.

Como siempre ocurre, aparecieron los oportunistas de siempre, políticos que buscaban su rédito a costa de los despedidos, comenzaban versiones para desalentar a los huelguistas que estaban dispuestos a todo, no había lugar para nada más, los telegramas seguían llegando, la cifra pasaba de 56 a más de 400.

En virtual apoyo, el pueblo entero entraba en huelga, cerraba el comercio, el municipio, las escuelas, la iglesia y hasta la zapatería de la Mabel.

Los ferroviarios de la ciudad reaccionaban ante los despidos, se atrincheraban en los talleres de Tiburcio Benegas, ellos también eran parte de la lucha.

Gracias a los medios de información la huelga tomaba estado público, los empresarios brasileros entendieron que el conflicto no sería solucionado como ocurre en su país, repartiendo porotos negros, amenazando con matones armados y bailando al ritmo del carnaval.

Aparecieron las grandes ollas, esas que se usan en descarrilos en los inhóspitos campos donde recorre nuestro tren, hervían las papas, los zapallos, los camotes, el osobuco y todo lo que sirviera para el puchero ferroviario, los pobladores llegaban con donaciones.

En la provincia Luis Miguel actuaba en el Estadio Malvinas, el gobierno de Arturo Lafalla preparaba la retirada, los radicales de Iglesias armaban el ingreso al gobierno, en el país se iba del poder Carlos Saúl Menem, gestor de tanta miseria, llegaba el tibio Fernando De La Rúa que recitaba de memoria los spot’s de campaña “que metería en la cárcel a los corruptos, que un peso un dólar, que sería presidente para hermanar al pueblo, que no haría el ajuste con el pueblo, bla, bla, bla”.

Mientras en Palmira todo estaba paralizado no se movía nada, la justicia ordenaba el desalojo de las vías, los matones brasileros comenzaban a mostrar sus armas, relucían pistolas 9 milímetros y metralletas cortas, generando más furia en los huelguistas que no se dejaban amedrentar.

El conflicto crecía, los clientes protestaban, la pérdida de rentabilidad minaba el bolsillo de los accionistas, entendían que en una situación tan extrema les sería casi imposible imponer el famoso “plan CERO”.

La pueblada duró hasta el viernes 26 de noviembre a las 18 horas, cuando el rumor se transformaba en noticia, todo se había resuelto, no habría despidos, esta vez no sería como en el ´92, ‘93 o ’94.

Los ferroviarios apoyados por el pueblo de Palmira habían ganado la partida, defendiendo con uñas y dientes la fuente laboral.

Desde ese momento cientos de historias y vivencias se compartirían con las futuras generaciones, los niños de aquel entonces hoy son parte de la familia ferroviaria, muchos compañeros de aquella memorable lucha están jubilados, otros partieron dejando un emotivo recuerdo.

Se cumplen veinte años de aquella gesta cuando el pueblo de Palmira, se negó a morir.

1 comentario:

  1. Y en la tapa del periódico el marmota de "de la ruina"....pensar que varios garcas radichetas chupa culos del macrismo, lo quieren revindicar como "un buen presidente"....solo algo posible, en el universo paralelo de macrilandia!

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