Escondida entre comerciantes y el barullo de La Cancha, se erige la estación central de ferrocarriles Cochabamba. En su parada principal, a las 7:30 espera firme y puntual lo que parece un pequeño micro, de 25 pasajeros, adaptado a los rieles de la via férrea. Es el viejo bus carril “253”, el único sobreviviente de la capitalizada Empresa Nacional de Ferrocarriles (Enfe).
Pacientes y curiosos, cargados de sus bultos, un grupo de campesinos espera la orden para subir. Los técnicos realizan el trabajo de mantenimiento. La voz del “253” ha quedado muda. Su estruendosa bocina, afectada por el paso del tiempo, sufrió un desperfecto y es imposible partir sin ella. En no más de media hora superan la falla y ¡Todos a bordo! Una pequeña escalera móvil, similar a la de un avión, facilita a los pasajeros subir hasta el canastillo y entregar sus bultos a Jorge Navía, el ayudante de 21 años, que los acomoda según el orden de destino de cada uno.
“¡Angostura!.. Tarata!..” -empieza Jorge llamado a los pasajeros. “¡Nadie!” responden algunos. Continúa: “¡Cliza, San Francisco!” y suben algunos. Anzaldo, Sacabamba, La Cumbre, Sivingani y llegan otros más.Vila Vila, P’ajcha, Ch’awarani, Tin Tin, Mizque, Aiquile. Sin olvidar ninguna, Jorge anuncia las 16 estaciones cuyas oficinas están en ruinas.
Estrechos, pero acolchonados asientos aguardan a los pasajeros. Al abordar, la amabilidad de la gente valluna se hace sentir en un cálido saludo: “Buen día”.Hugo Aguilar Arauz, cataveño de nacimiento, porta orgulloso el uniforme del único motorista en Cochabamba. Una vez a bordo, el “253” arranca con un estrepitoso bocinazo haciendo gala de su agraciada apariencia y anunciando su partida hasta su retorno al día siguiente.Una desenfrenada y entretenida carrera de alborotados perros acompañan la partida, cual si fuera un improvisado comité de despedida. En todo el recorrido, los perros se arrojan a las vías en lo que parece una competencia que desafía la velocidad del “bus carril”, a 40 kilómetros por hora.
Al final de la estación, el sargento David Ayala, abre las puertas hacia la populosa avenida 6 de Agosto. Presuroso, detiene el paso de vehículos y transeúntes para evitar accidentes.
Molestia de los comerciantes y fascinación de transeúntes se percibe en este trecho. Los primeros vociferan por el susto y alboroto que provoca la bulliciosa bocina, los segundos sacan apurados los celulares para no perderse la sorpresa e inmortalizarlo en una fotografía.
Es el inicio de un extraordinario viaje de cinco horas hasta Vila Vila. El resto de los pasajeros continua su viaje hasta Aiquile a cuatro horas más.
El espectacular recorrido
Un bosque de ulalas y cactus en Tarata inicia lo que será un impresionante recorrido de paisajes diversos, túneles de piedra, cascadillas de agua y comidas nativas.
Llegando a Cliza, un cautivante cerco de molles y sauces adornados por coposos arbustos de sunch’us amarillos rodean los cultivos de maíz. El pan ch’amillo es un reflejo de su producción. Luego de una primera comilona de k’awi, en la zona del Politécnico, en Sivingani llegan a la carrera señoras del lugar, con mesas, bañadores y ollas a cuestas, todas impregnadas al sabor de la comida a leña. Sajta de papalisas, ch’uma con lacayote, mote de habas secas y pejtu de chuño con papas, todo acompañado con la llajua de los respetados “huerta locotos”, abren de inmediato el apetito de los pasajeros.
Praderas de cebada, maíz y quinua marcan el paisaje al llegar a San Francisco. El correteo de vizcachas por Jatun Pampa es parte de su atractivo. Entre Matarani y Sacabamba se vislumbra un antiguo cementerio con tumbas parecidas a moldeados hornos de barro. Desde La Cumbre, el recorrido es por quebradas y túneles, matizados por caídas de agua cristalina en las peñas.
El servicio sobrevivió en el tiempo por la exigencia de sus pobladores
Diversos factores como los problemas económicos del Gobierno, la nacionalización de la Empresa Nacional de Ferrocarriles (Enfe) y la baja en la explotación agrícola y minera de oriente hacia el Pacífico, así como los constantes derrumbes y líneas en banda ocasionaron que gradualmente se retirara el transporte ferroviario en Cochabamba, reducido hoy a un pequeño bus carril de 25 pasajeros que fue peleado por los pobladores del valle.
Por estos factores, hasta el año 1999 el último servicio ferroviario desapareció de la estación de Cochabamba. Durante el gobierno de Carlos de Mesa, los sindicatos agrarios del Valle Alto y el Cono Sur exigieron a las autoridades y representantes del Comité Cívico la restitución del servicio. Desde hace 6 años un solo bus carril realiza 3 viajes por semana, según relata el administrador de la Estación de Cochabamba, José Aguilar. El tramo a Oruro no tuvo la misma suerte.(Fuente. Opinión.com.bo)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Usted podrá dar su opinión libremente, pero aquellos comentarios que vengan con insultos, improperios, etc. y sin colocar nombre y apellido, nombre y/o pseudónimo (debajo del mismo) no serán publicados.