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27 de marzo de 2014

Paraguay: Piden ferrocarril entre Ypacaraí y Asunción

Exterior

Autoridades y pobladores de Ypacaraí exigen que el Gobierno cumpla con la promesa de reflotar el ferrocarril que una Asunción con la mencionada ciudad.

Esta mañana se recordó el 150º aniversario del paso del ferrocarril Carlos Antonio López por la estación de Tacuaral, en el año 1864, cuando Ypacaraí aún formaba parte de Itauguá.

El paso del tren fue fundamental para el surgimiento de Ypacaraí como distrito independiente y así convertirse en una pujante zona en la actualidad.

Por ello, el intendente Fernando Negrete consideró oportuno reflotar el ferrocarril como medio de transporte, por tratarse de una opción ecológica y a la vez más económica, según reportó la corresponsal de ABC Desiré Cabrera.

Estación de tren en Ypacaraí, que funciona como espacio cultural. / Desirée Cabrera, ABC Color

También permitirá sacar la hegemonía del transporte público de pasajeros que, con la competencia, se verá obligado a mejorar el pésimo servicio.

El jefe comunal exhorta a que el proyecto no quede en meras promesas; inclusive, ya fue declarado de interés municipal y departamental.

La estación conserva su mismo aspecto de antaño, mediante un convenio con Ferrocarriles del Paraguay. En el lugar se desarrollan numerosas actividades artísticas y además sirve como museo.ABC Color

18 de marzo de 2013

PARAGUAY: LA REHABILITACIÓN DEL FERROCARRIL ES UN IMPERATIVO PARA EL DESARROLLO DEL PAÍS


EXTERIOR

El aprovechamiento de las ventajas comparativas que ofrece el Paraguay para la inversión extranjera directa depende fundamentalmente de dos condiciones clave: seguridad jurídica y disponibilidad de una infraestructura mínima de transporte multimodal que incluya, desde luego, la existencia del ferrocarril para el traslado terrestre de carga. Para ello, es de crucial importancia para el desarrollo del país que se logre rehabilitar el servicio del ferrocarril, totalmente desactivado desde 1999.

Desafortunadamente, el MOPC no solo no evitó el desmantelamiento de las vías, sino que se encargó de darle el tiro de gracia con la confiscación de su más valioso componente: la franja de terreno que sirve de asiento a las vías sobre las que corre el tren. Recuperar la franja de dominio del ferrocarril, criminalmente confiscada por el gobierno de Lugo, primero, y de Franco después, es un objetivo de máximo patriotismo que la ciudadanía debe exigir a quien salga elegido presidente en las próximas elecciones.


El aprovechamiento de las ventajas comparativas que ofrece el Paraguay para la inversión extranjera directa depende fundamentalmente de dos condiciones clave: seguridad jurídica y disponibilidad de una infraestructura mínima de transporte multimodal: carreteras, ferrocarriles, puertos y una flota naviera fluvial de trenes de barcazas. La seguridad jurídica que reclama como condición sine qua non el asustadizo capital foráneo solo requiere voluntad política de parte del gobierno, la que puede lograrse con la regeneración de la históricamente corrupta clase política paraguaya mediante presión de la sociedad civil.

En cuanto a la implementación de una infraestructura de transporte racionalmente diseñada, a más de voluntad política gubernamental, se necesitarán recursos económicos considerables que la economía nacional no está en condiciones de generar de la noche a la mañana, aunque sí de modo progresivo en un lapso predeterminado mediante una política de Estado de mediano y largo alcance.

Desde su inauguración en 1861 por el presidente Carlos Antonio López y durante casi cien años, el ferrocarril fue virtualmente el único medio de transporte terrestre de carga y pasajeros disponible en el país. Desde fines de la década de 1940, con la construcción de las primeras rutas y el gradual aumento del parque automotor, tanto de automóviles como de camiones, la estructura del transporte nacional empezó a cambiar a favor de esta nueva modalidad de locomoción, sobre todo en lo concerniente al movimiento de pasajeros.

Esto trajo consigo la gradual reducción de la rentabilidad del Ferrocarril Central del Paraguay, entonces en manos de capital inglés, con el consiguiente progresivo deterioro de la calidad del servicio que prestaba, por falta de mantenimiento y renovación del material rodante. Ante la renuencia de la empresa propietaria de seguir invirtiendo para mejorar la calidad del servicio y con la finalidad de evitar su total paralización, en 1961 el gobierno del general Alfredo Stroessner lo nacionalizó, a un costo de 200.000 libras esterlinas.

Al pasar a manos del Estado, la administración del vetusto ferrocarril se transformó en un ente autónomo, con la denominación oficial de Ferrocarril Carlos Antonio López, en memoria de su fundador.

Cabe suponer que la intención inicial del presidente Stroessner haya sido la rehabilitación plena del servicio con la renovación de las vías y del obsoleto material rodante mediante recursos nacionales o empréstitos de entidades financieras internacionales. Lamentablemente, esto no se dio en la práctica, probablemente más por desinterés gubernamental que por falta de recursos, habida cuenta de que en un tiempo mucho más difícil y siendo el Paraguay un país mucho más pobre, don Carlos Antonio López se agenció para iniciar la construcción del histórico ferrocarril que tanto sirvió a la Nación por más de un siglo, en la paz y en la guerra.

Tras casi 35 años de gobierno, el dictador fue finalmente defenestrado del poder, pero la indolencia gubernamental hacia el cada vez más precario servicio ferroviario continuó sin solución hasta su total desactivación en 1999, bajo el gobierno de Luis Ángel González Macchi, quedando como entidad pública privatizable con la denominación de compañía Ferrocarriles del Paraguay Sociedad Anónima (Fepasa), regida por normas del derecho privado y convertido en presa burocrática para la clientela política de los gobiernos de turno, tanto de la ANR, como del PLRA, incluida la administración del ex obispo Fernando Lugo de por medio.

En vez de cuidar del maltrecho patrimonio histórico, sus administradores de turno, asociados con los infaltables carroñeros que medran en las trastiendas del Estado, procedieron a robar las vías de acero para venderlas como chatarra, al igual que vagones y cuantos objetos de algún valor pudieron encontrar en la ruinosa, aunque por siempre bella Estación Central de la capital. Emulando la sinvergüencería de sus jefes, encargados de las estaciones hicieron lo propio con lo poco que restaba de las otrora bulliciosas instalaciones terminales enclavadas en las ciudades y pueblos servidos por el ferrocarril, las que quedaron virtualmente desmanteladas, pues hasta las chapas de los techos desaparecieron sin dejar rastro. Todo este pillaje se hizo con total desfachatez, sin que las autoridades nacionales responsables se dieran siquiera por enteradas. Obviamente, al amparo de la impunidad propia del poder político de turno.

No se tiene noticia de que los depredadores se hayan alzado con alguna locomotora, tal vez debido a su tamaño y peso, aunque esta posibilidad no debería descartarse a priori, habida cuenta del antro de corrupción en que se ha convertido últimamente el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC), cartera del Estado que sirve de nexo a Fepasa con el Poder Ejecutivo.

A propósito, en este punto cabe traer a colación una cruel ironía: en vez de impedir el pillaje, o castigar a los depredadores de uno de los más emblemáticos patrimonios históricos con que cuenta el país, el MOPC se encargó de darle el tiro de gracia con la confiscación de su más valioso componente: la franja de terreno que sirve de asiento a las vías sobre las que corre el tren. Los rieles, las locomotoras y todo el material rodante pueden reponerse si se tiene dinero. Pero lo que difícilmente puede recuperarse, sobre todo en las áreas urbanas, es la franja de terreno con casi 50 metros de ancho que corre desde Asunción hasta Encarnación, técnicamente denominada “franja de dominio”.

Con semejante medida, tanto el gobierno de Fernando Lugo como el de Federico Franco y sus respectivos ministros de Obras Públicas han cometido la torpeza mayúscula de usurpar la franja de dominio del ferrocarril en el tramo Asunción-Luque para construir dentro de ella la sobredimensionada y sobrefacturada autopista de seis carriles conocida como autopista Ñu Guasu.

Al respecto, al ser requeridos por la opinión pública sobre el particular, tanto el ministro Salyn Buzarquis como sus colaboradores han mentido descaradamente afirmando que se ha dejado una franja de 6 metros de ancho como separador central de los carriles de circulación de la autopista que corren en uno y otro sentido para que dentro de ella se construya en el futuro la nueva vía férrea, si así se decidiera, pues hasta el más lego en ingeniería vial sabe que no puede tenderse una vía férrea en tan estrecha franja, donde apenas cabría el tren, pero no los andenes y otras instalaciones accesorias de este sistema de transporte, incluidos las estaciones de parada y el espacio mínimo de seguridad exigido por las normas legales. Un absurdo total digno de figurar en las páginas de Guinnes. Por idénticas razones, ni siquiera un ferrocarril elevado podría construirse en tales condiciones.

Recuperar la franja de dominio del ferrocarril, criminalmente confiscada por el gobierno de Lugo, primero, y de Franco después, es un objetivo de máximo patriotismo que la ciudadanía debe exigir a quien salga elegido presidente en las próximas elecciones.ABCColor

20 de marzo de 2012

PARAGUAY: EL TREN DE LOS ORGULLOSOS

HISTORIAS FERROVIARIAS

Mucho se ha escrito sobre el tren, pero esta propuesta se presume novedosa. Entre la ruina de lo que fue y las promesas de lo que será, esta crónica reivindica el tren actual y propone otra manera de entenderlo. Solamente hay que subirse a una bicicleta.

Al ver a un ciclista que viaja a lo largo de una antigua línea férrea paraguaya, una persona cualquiera en un pueblo cualquiera dice: “¿Sabés que el tren del Paraguay fue el primero de toda América?”.


Aunque eso no es cierto, y al parecer tampoco fue el primero en Sudamérica, no importa. El orgullo es el orgullo, como el enojo es el enojo. Esa misma persona, u otra cualquiera, al marcharse dice: “Se fue el tren y se llevó el progreso”.

El ferrocarril del Paraguay, que era de vapor, fue sepultado por el progreso poco a poco, pero podría decirse que fue en 1997 en forma de un embalse que engulló las vías. El progreso es el de otros, se entiende, porque el de los habitantes de muchos de los pueblos por donde pasó quedó allí mismo, al costado de la vía. Por lo visto, en los últimos años, los pobladores del interior podían sospechar que a aquel tren no le quedaba mucho tiempo.




Lo que no esperaban era que el vapor se iría y ellos volverían al siglo XIX. A los caminos de tierra como única vía, a la autarquía absoluta de una huerta familiar o, en el mejor de los casos, únicamente a la pérdida de su identidad y la emigración de los más jóvenes.




Cuando uno llega en auto grande, dicen, suelen pensar que es un empresario que viene a llevarse los rieles, los ladrillos, o lo que queda de un puente. Recorrer las vías en bicicleta es la única manera de hacerlo lento, como el propio tren lo era. Las personas se abren al punto de albergar a un desconocido a cambio sólo de que las escuche. Así, se descubre que el tren ya no se oye pero que aún es funcional, o podría serlo si alguien le prestara la suficiente atención o no hubiera permitido, al menos, que el expolio continúe. Porque no todo es dinero.




El tren es una mina de orgullo y una buena muestra del respeto de un pueblo por su historia y por la salud emocional de sus habitantes. El tren ya no pasa, pero aún existe.

En Luque, por ejemplo, la familia de Ana González vive en la estación y agradece que sus niñas ya no tengan que acudir al médico seguido porque la polución les haga daño. Veinte kilómetros fuera de Asunción, ellas corretean por el prado verde que es ahora la playa de vías y, aunque no les corresponde, salen a barrer la basura porque el tren fue siempre parte de su vida.

Aunque apenas es un caserío, en Patiño han sacado el orgullo hasta la ruta. A falta de un cartel que les dé su lugar en el mundo, plantaron allí en medio el tablero del viejo ferrocarril que anunciaba la parada. Así, los conductores no tienen que enterarse de dónde están porque les cuente, en letras rojas y blancas, el cartel gigante de un refresco de cola.




En Sapucai, Alicia Álvarez se baja del colectivo para vender frente al museo sus tacitas y remeras con la locomotora 151 impresa, y llora al recordar cuando volvió de Chile a su antigua Villa Inglesa. Había dejado indicaciones para preservar el inventario y se encontró con todo vendido por unos pocos guaraníes.




Tras toda una vida trabajando para el tren, en Villarrica, Herminio González lamenta que en la restauración de la estación que cuida estén añadiendo unos murillos posmodernos y sacando las vallas de madera punta de lanza, el distintivo principal de los ferrocarriles del Río de la Plata. Alguien diseñó desde un despacho y nunca lo consultó, pese a que su familia se mudó a Ciudad del Este y él prefirió quedarse para seguir viviendo junto al tren.

En el núcleo ferroviario de San Salvador, en el enorme desierto que es ahora el predio del tren, Francisco Báez, exmaquinista, se sube al bastidor de lo que queda de una locomotora rescatada, mira al horizonte, recita de memoria los poemas de Jorge Stephenson, aquel inglés que aprendió a leer a los 18 años y que luego hizo circular algo que llamaron railway. Para Francisco, el padre del ferrocarril no es George, sino Jorge, porque si no, cómo iba a saber rimar tan bien en castellano.

En Iturbe, igual que en Caballero, están de suerte. Sus estaciones-biblioteca las defienden paisanas con más fervor que el de los candidatos que hacen gala de sus dotes cívicas pintarrajeando otras estaciones como los perros marcan las esquinas. Marlene Mereles y Reina Gallinar, que fue amiga personal del escritor Augusto Roa Bastos porque el literato creció en Iturbe, aceptaron la llamada de la Santa Educación como si fueran religiosas de la Orden de los Libros.

Félix y Bernardo Martínez ya no se lamentan porque el tren no llegue a Isla Alta. Se lamentan porque la antigua compañía vendió los rieles de las vías y ya no tienen cómo bajar a los enfermos si se ponen malos en la noche. El colectivo llega cada dos días por los caminos de tierra, y eso si no llueve, y hasta hace unos pocos años se valían de una zorra manual para bajar a los enfermos al sanatorio de Coronel Bogado, a 15 km, empujándola bajo la luna entre varios.

La hidroeléctrica que subió el nivel del río y enterró al ferrocarril rescató en Carmen del Paraná una estación hermosa, pero Sofía Kravchuk, en un castellano que aún resuena a Ucrania, lamenta que, aunque indemnizaron a los propietarios del molino sumergido, ya no hay manera de levantar otro. Y lo que quieren los molineros a veces no es dinero, solo su molino. A metros de ella, un niño parece feliz jugando en la nueva playa, pero desvela que del lado argentino “van a abrir un hoyo para que se vaya el agua y así podamos construir de nuevo”.

En Caraguatá, donde antes debió de haber un paradero, una empresa arrocera y de alimento ganadero está asfaltando los 7 km que distan desde su embarcadero privado hasta la Ruta I. Solo por eso, cualquier habitante entre Caazapá —capital departamental— y el pueblo de Yuty podría gritar más alto su derecho a salir del barro.

Y al fin se llega a Encarnación. Esta es probablemente la última ciudad con trenes a vapor del continente. En Asunción y Sapucai hay pequeños museos con locomotoras de vapor. Mientras, en el Km 375, en el último confín del Paraguay, la vida de cuatro atemporales hombres no tiene nada de museo. Entre rumores de un nuevo tren que nunca llega, por si acaso, hacen el boca a boca a cuatro locomotoras centenarias para extender la agonizante historia del vapor americano.

A mitad del recorrido, en la estación-biblioteca de Iturbe, coincidí con tres chicas jóvenes que venían a traer a Reina unos folletos de senderismo desde la oficina de turismo regional. Las rutas correspondían a senderos del mismo departamento, pero muy alejados, y Reina me explicó que ellos, los convecinos de los libros de Roa Bastos, habían quedado fuera de la ruta turística regional porque no tenían hoteles ni carretera de asfalto. Las chicas se sorprendieron de ver a un viajero en bicicleta que no pudo sino soñar con una ruta cultural que uniera, si no hay dinero, al menos en un folleto, algunas de esas estaciones y puentes. Dijeron que les parecía una buena idea, mientras Reina, con una cámara fotográfica en la mano, me tendía en la otra un bolígrafo, abría un libro de visitas y señalaba presurosa el próximo renglón en blanco.

Según el historiador Luis Verón, Paraguay fue el quinto país en contar con ferrocarriles. Entre los primeros que tuvieron este sistema de transporte se encuentran Estados Unidos, Cuba, Guatemala y Perú.

Pedaleada

El autor (de barba, foto superior, en Ypacaraí)pedaleó cerca de 500 km en 9 días y contó su viaje en un blog. Caloi y Kausa Central Creativa se sumaron aportando la bici y dando difusión, y ahora Pablo busca quien le ayude a editar un libro en el que cuenta estas y otras historias. ABC Color

5 de enero de 2011

PARAGUAY: EL FERROCARRIL SE QUEDA SIN INGRESO ANUAL DE 400.000 DÓLARES

El aumento de la cota del embalse de Yacyretá dejó bajo agua el tramo ferroviario del lado argentino afectando el intercambio comercial que dejaba un ingreso anual de US$ 400.000 a la empresa Ferrocarriles del Paraguay. Unos 60 funcionarios corren el riesgo de quedar sin empleo.

A fines de noviembre, los técnicos de la Entidad Binacional Yacyretá (EBY) elevaron la cota del embalse dejando bajo agua el tramo ferroviario del lado argentino que une con nuestro territorio.

El hecho afectó a la entrega de cargas que se venía realizando en la estación del ferrocarril, del lado paraguayo, según la denuncia.

Las transacciones comerciales dejaban una ganancia de US$ 400.000 al año a Ferrocarriles del Paraguay SA (Fepasa) porque la empresa que arrienda la estación desde el 2008, Custodia SA, le abonaba la suma de US$ 1 por cada tonelada de carga que entraba y salía por el lugar.

Esos recursos eran destinados al pago de salario de los alrededor de 60 funcionarios de la estatal y al mantenimiento de las viejas estaciones, que no son utilizadas, según Eduardo Laterza Rivarola, presidente de la empresa del Estado.

Señor Eduardo Laterza Rivarola

“La EBY inundó unos 300 metros del lado argentino de la vía, con lo cual se cortó la comunicación ferroviaria entre Paraguay y Argentina dejando inactiva nuestra estación de Encarnación, en la cual cargábamos soja y trigo para exportación y recibíamos fertilizantes y cemento. Al no circular el tren dejamos de percibir los 400.000 dólares”, manifestó Laterza Rivarola.

Agregó que Fepasa queda prácticamente sin recursos económicos porque era la única entrada que la sustentaba.

Los técnicos de la EBY habían asegurado que construirían una vía alternativa porque esto iba a ser solo por un tiempo, sin embargo, subieron la cota e inundaron la vía del lado argentino sin haber construido la otra vía.

Laterza Rivarola se quejó además de que la binacional hasta ahora no cancela la deuda de US$ 450.000 que mantiene con la institución por la expropiación de la antigua estación, anegada por las aguas del embalse.

Alternativas

Por su parte, Daniel Frigola, presidente de Custodia SA, empresa que arrienda la estación ferroviaria de Encarnación, dijo que están buscando otras alternativas para continuar con el negocio, porque todo indica que no habrá solución a corto plazo del problema suscitado en la EBY.(Fuente: ABC Color)