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8 de junio de 2017

Línea San Martín: Dieron comienzo cursos de capacitación

Actualidad

Redacción Crónica Ferroviaria

A partir del día martes 06 y durante el día miércoles 07 de Junio del corriente año, dieron comienzo en la localidad de Justo Daract (Provincia de San Luis) los Cursos de Capacitación a los Revisadores, como así también, para la obtención del carnet habilitante para la conducción de Zorras de Vía a motor pertenecientes a la empresa Trenes Argentinos Cargas (Línea San Martín). Además, al mismo tiempo se realizaron Cursos para trabajadores de Vía y Obra en Palmira (Provincia de Mendoza).





Durante los días de enseñanza al personal de trabajadores ferroviarios en Justo Daract, contó con la presencia del directivo a nivel nacional del gremio Unión Ferroviaria, señor Víctor Hugo Rodríguez, y el representante del Instituto de Capacitación, el señor Carlos Márques.



Desde Crónica Ferroviaria vaya nuestras felicitaciones a todos los trabajadores cursantes y representantes gremiales de la Unión Ferroviaria

11 de noviembre de 2013

MENDOZA: EL DÍA QUE PALMIRA SE NEGÓ A MORIR

HISTORIA FERROVIARIA

La jornada de trabajo del lunes 15 de noviembre casi había finalizado.

Las locomotoras se posicionaban y enganchaban los vagones en la maniobra, los cambistas con las camisas transpiradas entraban y salían de los cortes en forma magistral sin tener el miedo lógico que a cualquier observador le daría, años de entrar, enganchar  y salir de los vagones en movimiento, hacer señas y seguir, sin mirar atrás.

Los revisadores esperaban que se terminara de armar el tren para hacer la tarea de dar frenos y avisar a la estación que su tarea estaba concluida.


Sonaba la bocina de la locomotora y con un lento movimiento el tren avanzaba rumbo a su destino final, llevar la preciada carga, pero a pesar de tantas trabajosas labores algo no andaba bien, se respiraba un aire raro, de repente, alguien avisó que estaban llegando telegramas de despido.

A partir de ahí la reacción fue unánime hay que juntarse en la estación, hay que tomar el toro por las astas, hay que organizarse, no queremos que nos sigan despidiendo sin hacer nada de nada.


El pacífico pueblo de Palmira, ese que creció con el ferrocarril en medio de las ciénagas, ese pueblo donde se conocen todos, ese pueblo donde las farmacias cierran a las 12:30 para acogerse a la siestita reparadora,  ese pueblo donde hay un solo banco por la maldita segunda década infame, ese pueblo que tiene más jubilados ferroviarios que ninguno en Argentina, justo en ese pueblo, comenzó a cocinarse una historia de lucha un lunes 15 de noviembre de 1999.

Fueron 14 días de lucha pacífica, una reacción ante la injusticia con barricadas, humo de gomas quemadas y la negación propia de que esta vez los derechos del trabajador no serían avasallados, porque el pueblo de Palmira estaba ahí de pie.


Como siempre ocurre en momentos así, aparecieron los oportunistas de siempre, políticos que buscaban su rédito a costa de los despidos de los obreros ferroviarios, comenzaron más versiones para desalentar a los huelguistas que estaban dispuestos a todo, no había lugar para nada más, los telegramas siguieron llegando y la cifra de despidos pasó de 56 a más de 200.

El pueblo entero entró en huelga, si así tal cual lo escribo, cerraron el comercio, el municipio, las escuelas, la iglesia y hasta la zapatería de la Mabel que atiende las 24 horas del día, bajó la reja.

La huelga tomó estado público gracias a los medios de información y los empresarios brasileros se dieron cuenta que el conflicto no sería solucionado como ocurre en su país de origen, con porotos negros, matones y baile al ritmo del carnaval.

Enseguida aparecieron las grandes ollas, esas que se suelen usar para los descarrilos en los inhóspitos campos donde recorre nuestro tren, comenzaron a hervir las papas, los zapallos, los camotes, el osobuco y todo lo que sirviera para el puchero ferroviario, la gente comenzó con las donaciones y la olla popular hervía como la sangre de esos defensores de la fuente laboral.

Mientras en la provincia Luis Miguel cantaba en el Estadio Malvinas, el gobierno de Arturo Lafalla estaba en retirada y los radicales de Iglesias armaban su llegada al gobierno casi sin entender el conflicto, en el país ocurría lo mismo, se iba del gobierno el gestor de tanta miseria, Carlos Saúl Menem y el tibio Fernando De La Rua decía en los spot’s de campaña “que metería en la cárcel a los corrutos, que un peso un dólar, que sería presidente para hermanar al pueblo, que no haría el ajuste con el pueblo, bla, bla, bla”, sin entender que tiempo después sería acorralado por la famosa Banelco en el senado y lo peor, que el patilludo riojano le dejaría debajo del famoso sillón de Rivadavia una bomba de tiempo que tenía fecha y hora de explosión.

Los obreros ferroviarios de los talleres de Mendoza también reaccionaron ante tanta injusticia y tomaron los talleres.
Todo estaba paralizado no se movía nada de nada, los matones brasileros comenzaron a mostrar sus armas pero los obreros ferroviarios no se dejaban amedrentar y el conflicto fue tomando un color mucho más oscuro que el negro azabache, los clientes comenzaron a protestar y la pérdida de rentabilidad comenzó a minar el bolcillo de los empresarios que se dieron cuenta que así no podrían imponer el famoso “plan CERO”, que tantos resultados y beneficios le había dado a Jimmy Carter en EEUU.

El conflicto parecía que no tendría solución, hasta que el viernes 26 de noviembre a eso de las 18 horas llegaba la noticia que todo se había solucionado y no habría despidos en el personal en convenio de la Unión Ferroviaria.


Diario UNO y Los Andes darían el aporte necesario en noticias y el análisis de las costosas negociaciones, los obreros ferroviarios habían ganado la pulseada y el pueblo de Palmira demostraba que esta vez no sería igual como en el ‘93 o ‘94, el pueblo de Palmira sabedor que su micro economía caería, el pueblo de Palmira ese que creció con la llegada del ferrocarril, ese que le peleó palmo a palmo a las ciénagas, al aislamiento y a la desidia, ese 15 de noviembre y los días que le siguieron defendieron con uñas y dientes su fuente laboral, porque el pueblo de Palmira sabe que con un trabajo honesto, un obrero puede formar una familia, puede alimentarla, puede educarla, en síntesis puede vivir, PORQUE EL PUEBLO DE PALMIRA SE NEGABA A MORIR.(Nota enviada por el señor Rubén Lloveras)