CUENTOS FERROVIARIOS
Autor: Héctor
Aldo Valinotti (Santafesino del norte, radicado en Córdoba)
Abro la
puerta del horno y una nube de chispas salta hacia mí. Adentro, corazón rojo de
quebracho, guayacán y algarrobo, el fuego envía sus lenguas hacia la caldera,
adelante. Y da paso, hecho blando colchón de brasas, a los troncos que voy
arrojando, uno tras otro.
Uno que
entró, otro más, al fondo. Este, con un toque sobre el borde, para que sale,
justo así al costado. Carajo, uno que no quiere entrar. Picafuego. Una patada.
Ya está. Presión once kilos y aun entrando. Nivel del agua bueno, puede
aguantar. ¨Por el "detroit" una gota de aceite que pasa regularmente,
irá a unirse con el vapor. Con el agua que tiene el tender podemos llegar a Calchaquí.
En manga de
la camisa. Hace un guiño y sigue mirando al campo, adaptando todo su cuerpo al
caminar de la "Americana", una ALCO modelo 1918. Tiene sus oídos
puestos en los ruidos de la "Americana", en el soplar del vapor, al
golpeteo de las bielas, a todo lo que desprende ese conjunto de hierros
recalentados que conforman la locomotora.
La
"Americana" era lo mas nuevo que había en el Chaco. Cuando llegaron,
en 1920, le engancharon a una 60 vagones cargados sólo para ver cuanto
"tiraban". Pero un enganche se rompió, el tren se cortó y nunca pudo
saberse la potencia verdadera de la "ALCO", la sigla de la American Locomotive
Company, que vino a superar a las "Décimas" un modelo Belga de 1912.
Muy detrás quedaban las "octavas" y las "quintas", suizas
de rodado alto, útiles para trenes de auxilio.
Pistón
derecho, pistón izquierdo. Adelante el "miriñaque" sigue el ritmo y
apunta en el mismo sentido, "Da pasos". Se equivocan los que piensan
que las locomotoras van, rectas, siguiendo las vias. No, como todo ferroviario
sabe, las locomotoras ,"caminan". Sólo que sus pasos son de hierro,
donde la fuerza de una biela compensa a la otra. Y ese es el ruido (chuf-chuf)
que usted oye desde lejos.
Pero usted
nunca verá "caminar" a las locomotoras a vapor. Porque las bielas,
los cilindros, las válvulas, todo en movimiento no se lo permiten. Usted piensa
que la "Americana" tira todo este tren porque sus ruedas giran.
Ambrosig y yo sabemos que. lo hace a grandes pasos, que camina.
No siempre,
claro, pero a veces hay problemas. El material tiene más de 40 años, las
reparaciónes, por fuerza, son malas. Pero la gente hace lo que puede, se
arregla. Está, por ejemplo, el caso del Suizo aquel que, en medio del monte,
tirando de un tren forestal quedo parado con los bujes de la motriz izquierda,
fundidos.
El Suizo
estaba solo pero se arremangó, saco la biela maestra y clausuró el cilindro.
Siguió andando y llegó a su destino con sólo la fuerza del lado derecho. Igual
que si uno sólo tiene un pie sano y del otro lado sólo una muleta inútil. Guapo
el Suizo y malas las estopadas que le habían puesto. A veces, la gente del
galpón sobre todo si es sábado o domingo, no siempre hace las cosas bien.
Ambrosig hace
sonar el silbato. Un toque largo, dos cortos. Ruido de guardaganados. Al
frente, la señal está baja. Entre los paraísos se alcanza a distinguir el techo
de tejas rojas de la estación de "Gobernador Crespo"... Lo miro sacar
el cuerpo y agacharse para recoger al aro con la "vía libre" que le
alcanza el Jefe.
Desenvuelve y
me grita: "Vía Libre hasta Calchaquí. Allí cruce con el seis-veinte".
Presión: Trece kilos. El agua: Sólo dos dedos detrás del vidrio del nivel. Es
momento de hacer andar al inyector y dar más. En el horno, algún palito por
cualquier cosa. También algunas paladas de carbón para que no quedemos cortos.
Allá afuera,
el sol se esta poniendo detrás de una avenida de eucaliptos. Mientras me agacho
hacia la tapa del horno, miro de reojo hacia el fuego rojo del astro, a través
de un pasar de cortaderas y postes de telégrafo.
Tengo sed y
me tomo casi la mitad del agua que llevo en una bolsa mojada, colgando fuera
del tender. Cae la tarde y la carbonilla que tira la chimenea, comienza a
brillar con lucecitas rojas, despacio, sobre el camino que corre junto a las
vías. En el campo, los paisanos arrean las lecheras hacia los corrales y nos
saludan con el brazo en alto. En la punta de ese brazo está siempre el
rebenque. Ambrosig les devuelve el gesto con un pitazo corto y bajito ("Para
que no chille el guarda. Ese vago que, con toda seguridad viene tomando mate
con alguno que trae "degollado" (1) en el furgón")
Y piensa en
voz alta: "Esta noche, cuando llegue al Depósito, me baño, me lavo bien la
cabeza, me calzo el traje y me voy a ver las chicas de la calle San
Martín.."
Los faroles a
kerosen de la Estación
de Ramayón pasan como fantasmas amarillos y quedan atrás los candiles de los
boliches del pueblo (caballos atados, volantas), con sus molinetes Wincharger
sobre los techos, en busca de luz eléctrica o de energía para escuchar la
radio.
Es el último
relumbrón sobre un horizonte totalmente negro.
—"Llegar
a foguista tiene su importancia. No al pedo trabajé cuatro años de pasaleña.
Luego viene el examen. Pero el verdaderamente bravo es el curso y el examen
para llegar a maquinista".
El comentario
de Ambrosig me trae a la memoria al maquinista Humberto Massoni, que sólo con
una carbonilla y dibujando sobre el "tender" me enseñó, una siesta,
la demostración del Teorema de Pitágoras.
Ese que dice
que, en un triángulo rectángulo, la suma del cuadrado de los catetos es igual
al cuadrado de la hipotenusa. Esto ocurrió en el cuarenta y tres y sesenta años
depues tomó nota de cuánto hemos perdido en el campo educativo y cual es la
distancia real entre los obreros actuales y los que supimos tener entonces.
Abro el horno
y seguro que -si viene medio dormido- el croto (2) que viaja en el techo, como
veinte vagones más atrás, cree que sale el sol.
Lo crea o no
seguro que se está quemando toda la ropa con las brasitas que salen despedidas
por la chimenea. No entiendo a estos linyeras, En algunas épocas del año pasan
hacia el Sud , en otras suben nuevamente hacia el norte. La papa de Necochea y
el algodón del Chaco, pueden tener que ver en estos traslados.
Eso sí,
siempre se los ve igual: Mugrientos, con hambre atrasada, con el
"Mono" al hombro. El maquinista Ruiz decía de ellos que eran gente
sin tierra, víctimas del latifundio.
¡¡
LARGATE....!!!
Más que un
grito, el de Ambrosig fue un desgarrarse... Abajo y adelante la
"Americana" caminaba sobre una masa viscosa de huesos, carne y cuero.
LARGATE..!!! Es un grito que escucho todavía perforando el ruido tremendo de la
máquina cayendo hacia un lado -su lado- con las motrices fuera de las vías y
montadas sobre el cuerpo triturado de una vaca. De una vaca que se había
hechado a rumiar sobre los rieles y cuyo dueño jamás apareció como siempre
suele suceder.
En este
ambiente blanco y sin plombagina del hospital donde he despertado ahora sé que
nunca pudimos llegar a Calchaquí- Y que, tampoco nunca podré llegar a ser
maquinista.
Junto a la
cama una muleta nueva me espera y me recuerda, no sé bien porque, la biela
fundida que el suizo saco de su máquina, para llegar a destino con un solo
pistón.
(1) Pasajero
furtivo que el guarda lleva en el vagón de cola, o furgón, y al cual
"cobra" un pasaje que ingresa a su propio peculio.
(2) Como
"croto" fue conocido el obrero rural temporario que el Ministro de
Agricultura, del mismo apellido "benefició" con la gratuidad del
traslado ferroviario siempre que viajara sobre los techos de los vagones.