EMPRESAS
El dinero
arrojado a la basura por Feve en Asturias durante la pasada etapa, con los
socialistas en el Gobierno central, es un escándalo. Gastar 40 millones de
euros en convoyes inutilizables, otro millón en el experimento de una máquina
inservible propulsada por hidrógeno, destinar 800.000 euros a restaurar una
locomotora histórica para una línea turística que ni siquiera llegó a crearse y
agotar en un mes, justo antes de ceder el poder, el 70% de la inversión de todo
un año constituyen una irresponsabilidad en el manejo del dinero público digna
de una investigación judicial de oficio.
Son
decisiones extravagantes que estimulan la sospecha. Aisladas de cualquier
contexto serían un oprobio aun en el supuesto de que las finanzas de los
ferrocarriles anduvieran boyantes. Cuando las toma el responsable de un grupo
con una deuda superior a 500 millones de euros y que sólo genera ingresos por
45 millones de euros podríamos estar ante una negligencia fraudulenta en la que
también los partidos deben tomar cartas. El presidente de Feve era un protegido
del anterior presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, y miembro de su
círculo leonés. Un filólogo metido a político que dirigió una caja de ahorros
por la que ya tuvo un paso tormentoso debido a sus controvertidas operaciones.
Otras ideas
fastuosas de idéntico tenor no llegaron por fortuna a consumarse. Con el
aplauso del ministro socialista José Blanco, el mismo gestor propuso convertir
la vía estrecha por la Cornisa
en un tren de Alta Velocidad entre trincheras y curvas, algo de dudosa
viabilidad técnica. Y poco después, colocar ancho métrico en el viejo trazado
de Pajares para llevar carbón hasta La
Robla (León). Ninguno de esos proyectos prosperó no sin
incurrir en cuantiosos gastos para los estudios iniciales. Casos de enchufismo
y nepotismo también han abundado. A un alto cargo autonómico socialista de un
Ejecutivo anterior le hicieron el favor de ascender a un familiar directo y con
la compañía hundida en el pozo un centenar de directivos, la mayoría por supuesto
amigos, acabaron contratados con sueldos millonarios.
Alguien tiene
que pagar por estas aberraciones. Los anteriores gobiernos del Principado
guardaban silencio mientras el desastre estaba urdiéndose. Algunos directamente
lo alentaron, quizá porque sintonizaban con la misma partitura de esta melodía
megalómana. El ex presidente socialista Álvarez Areces, gran especialista en
construir castillos en el aire, cuanto más caros, mejor, subió en seguida al
tren. Fue juntar el hambre con las ganas de comer, porque algunos de los que
hoy son flagrantes dispendios nacieron de ideas que él vendió como propias.
Ahí está ese
tren-tranvía del área metropolitana, o tren-tran, que iba a unir los polígonos
industriales del centro con las áreas de expansión urbanística, para el que se
compraron las modernísimas unidades ahora desaprovechadas. Del plan sólo quedan
las maquetas y la profusión de infografías con las que el entonces presidente
regional atosigó a la ciudadanía en vísperas de unas elecciones. En lo del cartón
piedra Areces se mostró un artista consumado. Su sucesora entonces en Gijón,
Paz Fernández Felgueroso, ya heredó de su etapa de alcalde los dibujos de aquel
monorraíl volador, como el de una futurista ciudad japonesa, que iba a
reemplazar la barrera ferroviaria y que también presentó en la cuenta atrás de
otra cita con las urnas.
Luego llegó
Cascos al Principado prometiendo abrir las ventanas y hacer limpieza, y nada de
esto denunció. ¿No se enteró por incompetente o no le interesó hacerlo público?
¿Prefirió, como en Sogepsa, salvaguardar las vergüenzas del arecismo?. El
verdadero «pacto del duernu» es éste, por el que quienes más tienen que ocultar
protegen su lado oscuro. El PSOE ha encontrado en Cascos el aliado más fiel
para mantener el poder en Asturias. Como una anormalidad democrática, hay que
considerar que en treinta años de autonomía la derecha no haya podido gobernar
la región. Cada vez que está a punto de lograrlo, el ex «general secretario»
que rompió con el PP aparece para despedazar a los conservadores y rearmar al
socialismo.
Una empresa
pública tiene escaso futuro, y nulo si antes que las necesidades de explotación
prima en su gestión el capricho de los políticos. Las consecuencias del
declinar galopante de Feve con estos devaneos son 148 millones de euros de
pérdidas cada ejercicio y 2,3 millones de viajeros menos. Sólo a principios de
la década de los noventa, cuando invirtió en mejorar la infraestructura y en
buen material rodante, resurgió. El caso es que, con criterio y cabeza, aún atesora
potencial para convertirse en un buen medio de transporte al servicio de los
asturianos sin costar un ojo al contribuyente.
El nuevo
presidente del Principado, el también socialista Javier Fernández, debe tener
la valentía de admitir las torpezas de sus correligionarios y trabajar, el
primero y el que más, por esclarecerlas. Porfiar, en cambio, por el populismo y
la conveniencia partidista, en debates inútiles en torno al soterramiento de
los tendidos férreos de Langreo o de Avilés, contribuye a mantener el engaño.
Pasarán años antes de que cualquier Administración acometa obras así. Por
honradez, no cabe otra cosa que hablar a los ciudadanos con franqueza y
realismo.Lne.es
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