Nota de Opinión
Por:
Ing. Román Ballesteros (para Crónica Ferroviaria)
Mucho
se habla, y más aún se muestra, acerca de nuevas maneras de transportar
pasajeros en grandes ciudades. Desde hace varios años a esta parte, y
principalmente en toda América del Sur y en gran parte del Caribe, se está
aplicando el carril guiado exclusivo para vehículos de autotransporte a
combustión interna. En algunos países se los denomina BRT (Bus Rapid
Transport), o Metrobus, o SoloBus, o MoVe o siglas similares.
Este
modo resulta ser una novedosa combinación de Metro y de Ómnibus articulado con
paradas espaciadas para trayectos con altas velocidades, cuya ventaja principal
es la de aumentar la velocidad comercial del servicio en líneas troncales de
alta demanda. Sus instalaciones fijas, o paradas de accesos e intercambio,
permiten, asimismo, facilitar el ingreso/egreso de pasajeros en menores tiempos
con pasaje pre-abonado en máquinas
expendedoras automáticas ubicadas en cada parada, fuera de las unidades
de transporte.
Hasta
aquí el sistema ofrece confort, velocidad y fácil accesibilidad, lo que al
pasajero le resulta cómodo y placentero viajar en trayectos largos y medianos,
mediante la infraestructura básica.
Sin
embargo todo ello se contrapone con otros aspectos técnicos que finalmente
encarecen el costo del pasaje, por mayor consumo de energía. El rodaje y el uso
de combustibles fósiles son caros e ineficientes para movilizar este tipo
novedoso de vehículos públicos. Veamos por qué.
El
efecto del rodaje.
La
física durante el rodaje de la unidad de transporte usada en el modo BRT ocurre
entre ruedas (caucho) y pista (hormigón).
Esto
hace mayor el esfuerzo mecánico de tracción por ser alta la fricción producida.
Esta condición también es inconveniente para las líneas de transporte con
trolebuses articulados. En cambio, en el modo del sistema ferroviario ocurre
entre ruedas (hierro) y pista (hierro). Este efecto es menor en un orden de 1/4
con relación al anterior. En consecuencia el gasto de energía de tracción
resulta ser 4 veces menor. La economía resulta ser notablemente superior. Ello
permite, por lo tanto y a su vez, aumentar la cantidad de pasajeros a
transportar o bien acoplar otras unidades más para ello. Por tal razón, el ferrocarril
sigue siendo la solución de los transportes masivos en todo el mundo.
El
efecto de la combustión interna
Bien
se sabe que el combustible fósil puede convertirse en energía eléctrica, en una
central térmica de generadores eléctricos, con mejor rendimiento en la tracción
mecánica superior al 80%, aproximadamente. Ello permite aumentar el esfuerzo
mecánico por unidad de combustible empleado. Esta ventaja es tanto mayor para
esfuerzos mayores con el uso masivo de motores eléctricos para tracción, en los
coches, siendo ínfimas las caídas de tensión de las líneas de alimentación
eléctrica las subestaciones de tracción.
En
definitiva, aprovechar la superioridad de la energía eléctrica en los
ferrocarriles urbanos tiene notablemente
mayor eficiencia, que la empleada en los carriles exclusivos con ómnibus
guiados a combustión interna. Esto último se agrava por la contaminación
directa de la calle.
Resulta
aún mayor esta diferencia tecnológica, al agregar como referencia, que las
dimensiones de los coches ferroviarios son apropiadas para transportar mayor
cantidad de pasajeros por unidad, en un 30% superior con respecto a los coches
automotores del BRT. Otro detalle a favor del ferrocarril es la mayor
aceleración suave provista con motores eléctricos.