Cultura Ferroviario
Por: Luis Alberto Cristiano (*) (para Crónica Ferroviaria)
Tren detenido. Hubo un suicidio. Alguien decidió aún creer en el amor y se colgó a la vera de la vía.
Usó una señal, en cruz, como soporte para sostener el peso de su existencia, y así estrangular su cuello y quitarse la vida.
Toda una imagen arquetípica, por donde se la mire. Todo un sinfín de simbolismos, significantes vacíos y otros que se llenan.
Un rodillo de preguntas: por el tiempo, los actores implicados, la efectividad de los procedimientos.
-“Y qué querés, es el día”, sentencia un guarda con una mueca, mientras abre una puerta neumática para entrar a la sala de máquinas.
Se me viene una palabra en inglés: “sorrow”, hace días que la tengo en la cabeza. Hay que tener realmente una profunda y real pena en el alma, siquiera en el corazón, para la tamaña decisión que implica quitarse la vida.
Quitarse..., como algo que alguien se saca del cuerpo, y deja a los emisarios de la muerte el paso abierto a la putrefacción de la materia inútil.
Sacarse, algo que no hemos pedido (¿o sí?) para venir a este mundo de maravillas o pesadillas. ¡Es que hay que matarse un 14 de febrero! ¡Vaya mensaje! ¡Vaya entendimiento! ¿Y por qué no? Quién lo dice. ¿Por qué elegir otro día para apagar el corazón y decirle basta a la vida?.
Como sea, este relato es una verdad a medias. Pues sólo somos fiscales de fábula y no de oficio, y es mejor que así sea.
A la luz de los hechos, y los simbolismos, sólo puedo aseverar una cosa: sea verdad o no el desamor como causal de suicidio, es cierto y evidente que las armas del amor lastiman, siempre, más de la cuenta.
(*): El autor escribió este relato en el tren de pasajeros Nro. 304 que une Mar del Plata - Plaza Constitución de la Línea Roca, el cual se vio demorado luego de que una persona decidiera quitarse la vida a la vera de la ruta.