Historia Ferroviaria
El proyecto del turismo a gran escala encontró fundamentos donde basarse, pero como siempre sucede, hubo daños colaterales.
Bariloche aguardó durante 18 años la llegada del ferrocarril. Cuando finalmente arribó, se produjo el efecto deseado: en 1932 el pueblo había recibido apenas 620 turistas, pero seis años después del primer convoy (1934), la afluencia se había disparado a 4000 visitantes. Como “daño colateral”, se desmoronó la producción de mantecas, quesos y cerveza, al no poder competir los locales con los productos que comenzaron a llegar de Buenos Aires y pampa húmeda.
El impacto que generó la conexión férrea puede reconstruirse al leer las páginas de “Estado frontera y turismo. Historia de San Carlos de Bariloche” (Prometeo Libros – 2010), libro todavía insuperado de Laura Méndez, si de saber del pasado barilochense se trata. La radiografía previa a la llegada del tren hace rememorar a la auténtica aldea de montaña con presencia turística, aunque todavía no decisiva.
“Hacia 1930 el turismo había crecido en el Nahuel Huapi, pero las dimensiones de la actividad no alcanzaban para paliar la difícil situación económica de la región. Para ese año, la ciudad y su entorno tenían una capacidad hotelera de 470 plazas, cinco empresas de automóviles para transporte turístico, doce restaurantes, dos confiterías, y una variada producción de artículos regionales como dulces, una cervecería y artesanías en madera y cerámica”. ¡Dos confiterías! Escala mínima.
Según el rastreo de Méndez, “en la memoria anual del gobernador Pagano de 1933, se informó que Bariloche poseía 5700 habitantes, de los cuales 2700 eran población urbana y 3000 población rural. De acuerdo con la información provista por el municipio local en su libro de actas, en el año 1930 arribaron a Bariloche 330 turistas, 440 en 1931 y 620 en 1932”. Cabe recordar que, por entonces, Río Negro era Territorio Nacional. Adalberto Pagano gobernó entre 1932 y 1943, es decir, prácticamente todo el ciclo de la restauración conservadora
Las cosas comenzaron a acelerarse. “La punta de rieles en laguna Los Juncos se habilitó en 1933. En ese año, se trasladaron desde ese punto y desde Pilcaniyeu, más de mil pasajeros, 500 toneladas de lana y 250 de cueros secos, además de 42000 cabezas de ganado, y se recibieron 9000 kilogramos de carga general”. Como puede advertirse, el perfil ganadero era todavía sustantivo.
La nueva realidad presentaría facetas divergentes. “La llegada del ferrocarril fue un camino de doble vía”, advierte la investigación de Méndez. “Al incremento en el arribo de pasajeros turistas se le agregó el de mercancías y muchas de las producciones locales -vinculadas con la producción agrícola-ganadera- no pudieron competir con las recién llegadas, como, por ejemplo, quesos, mantecas y la dupla lúpulo-cerveza, que se producían en chacras, quintas y estancias del área rural”.
Fue en esa década que el pequeño pueblo empezó a perder su antiguo carácter. “El aumento de la población urbana fue importante tras la llegada del tren: muchos albañiles y obreros que participaron de la construcción se quedaron en la ciudad”. A fin de cuentas, “el primer tren de pasajeros llegó el 12 de diciembre de 1934 y durante años las locomotoras 500 y 501 hicieron el trayecto entre Ingeniero Jacobacci y Bariloche”.
El proyecto turístico comenzó a encontrar su base de sustentación. “Inaugurado el tren, el número de turistas pasó de 620 en 1932 a 1.500 en 1935 y a 4000 en 1940. En 1937, el 75 por ciento de los arribos se hacía en tren. La posibilidad del turismo a gran escala se convertía, así, en un hecho”. El resto de la faena la cumplimentó la Dirección de Parques Nacionales con Exequiel Bustillo a la cabeza. Pero esa, es otra historia.ElCordillerano.com