Cartas de Lectores
Señor Director de Crónica Ferroviaria
Buenos días, cada 01 de Julio, o cada vez que se publican fotos de la locomotora diésel Nro. 9074 de la ex Ferrobaires, se recuerda el accidente ocurrido en el paso a nivel de la RN 205 en proximidad de la ciudad de Lobos (Provincia de Buenos Aires) como una tragedia ferroviaria, que cobró la vida de los conductores del tren y también del camión involucrado.
Cómo bastos son los datos y la información sobre el accidente, después de tantos años he querido contarles quién era el conductor de ese tren. Mi papá.
Quiero rendirle a través de estas líneas un pequeño homenaje, y que no sea sólo un nombre pintado en una locomotora.
Ingresó al ferrocarril más por necesidad que por gusto allá por el año 1981 cuando yo nací en la ciudad de Bolívar. Mi abuelo ya trabajaba en el ferrocarril.
Pero él poseía un don especial, y sobre todo, para plasmar su arte. Pintaba, dibujaba y tenía una mente muy creativa, era "medio inventor", dice mi abuela. Cocinaba y lo hacía muy bien, es más, me parece en algunos momentos "verlo" haciendo panqueques.
Dejó la secundaria por una enfermedad y ya no retomó; no recuerdo bien porqué, pero tuvo algunos laburos y a los 18 años el ferrocarril le dio esas primeras herramientas en el taller de locomotoras. Herramientas que le ayudaron a soltar esa locura de crear.
Mis primeros recuerdos de papá en el taller son de los años 86/87. Mi abuelo en esos tiempos era Jefe de Personal. Papá en los ratos libres te hacía una parrilla o un velador con un pedazo de miriñaque roto que le habían sacado a alguna locomotora que agarró vacas atrás de la escuela Agrícola. Hasta que se alistó en la carrera de "foguista", y Remedios de Escalada fue su destino ferroviario.
En el bolso llevaba más herramientas que ropa. Inexperto pero inteligente, ya recibido de conductor corría con una locomotora diésel GE modelo U13 el tren de pasajeros denominado "El Bolívar" y le tomaba ese gustito a la conducción.
Desde la butaca izquierda era simpático verlo detrás del controller, casi un niño, a las órdenes de algún viejo cascarrabias con bigotes o algún "socio" de los buenos.
En la década del 90 querían cerrar el tren de pasajeros a Bolívar y participó activamente junto a sus compañeros en todo lo que pudo para evitarlo, pero era una pelea arreglada y los más nuevos a la calle o traslado sin viáticos.
Mi abuelo tomó el retiro. A Papá le tocó Quequén. Le gustaba mucho pescar en los muelles del puerto cuando se podía, sino lo interrumpía el llamador a cualquier hora en bici a nombrarlo para tomar servicio. Eran tiempos de cambios, movían vagones de un lado a otro, muchas cargas a puerto. Y se usaban algunas locomotoras de los pasajeros que ya no corrían. Imagínate, sos nuevo y te tocaba Liviana a Balcarce a buscar vagones en una GT22CW flama. Que sueño nene!!
Una mañana bajaban a puerto con una locomotora diésel GM modelo GR12CW y detrás de unos silos, en un PAN, se les metió un camión tanque de GLP. Se asustó tanto que se tiró al suelo de la cabina con el compañero, el camión libró apenas por metros el paso del tren, que tenía todo el freno aplicado. Pero un día una Ploclain no pasó y su conductor pagó con la vida, pero a papá no le pasó nada. Nada por fuera. Por eso pescar lo relajaba.
La UEPFP (Ferrobaires) se hace cargo de los servicios interurbanos de pasajeros y comienzan a reclutar personal y volvemos a Bolívar. Papá empieza a correr el pasajero y como las cosas parecía que mejoraba, lo llamaron a completar la carrera de conducción. Por la falta de educación secundaria se tuvo que pelar las pestañas un poco más para poder recibirse de conductor.
Entraba al amanecer y salía con las últimas luces de la local, jugando casi una carrera con algún Toshiba. Colgado de la bocina amaba la curva al cruzar la RN3, cuando te pones de costado por el peralte. Después de tanto traqueteo de vía venía lo bueno. Saliendo tomaba el aro en Cañuelas. Tenían la comuna en Lomas y se aflojaba a la pasada para cargar provisiones o saludar al “Halcon”, un Ovejero Alemán que Papá había llevado y era el perro de todos los muchachos. Amaba al perro y él amaba verlo por la reja pasar con el Bolívar.
Sentía vértigo al cruzar el puente del Salado en Ernestina, pasaban despacio por la precaución y de paso chusmeaban como iba la pesca, pero se le erizaba la piel en el PAN de la 205 en Unzué, ya había tenido un accidente. El camionero no los vio y se mandó. Le pegaron al tráiler del camión que traía maquinaria agrícola y un tractor cayó sobre la cabina de la GT que circulaba trompa corta. Se salvaron de milagro con su "socio".
Pasaba navidades o cenas de fin de año arriba de la locomotora. Hasta había un cuaderno con anécdotas, también era escritor. Mi papá era genial. Siempre llevaba su walkman con algunos casettes para escuchar en el viaje.
Siempre nos miraba dormir cuando se iba, a modo de despedida.
Tenía solo 36 años cuando tomó servicio con el Tren de Pasajeros Nro. 358 esa madrugada helada del año 1999. Dejaba la bicicleta en la casa de mi abuela que vivía a pocas cuadras de la estación, y caminaba apuradito siempre con el tiempo justo. El "negro" Arribas seguramente lo esperaba con todo anotado, ese día corrían juntos. Ya había amanecido cuando salieron de Lobos. Papá iba a cargo de la 9074.
3 meses después del trágico accidente y con apenas 18 años de edad, ingresé al ferrocarril. Atte.
Marcelo Contreras (h)