21 de agosto de 2025

Santa Fe: Pondrán en marcha la histórica locomotora a vapor "La Emperatriz"

Museos Ferroviarios

La icónica máquina de tren N° 191 renace tras una exhaustiva restauración que demandó años de trabajo y colaboración. Con el orgullo de los trabajadores y restauradores, se publicó en las redes sociales el avance hacia el retorno a la actividad de este emblemático símbolo del ferrocarril argentino.

Tras décadas de inactividad y casi ser considerada chatarra, la emblemática locomotora N° 191, conocida como La Emperatriz, vuelve a la vida. Esto se logró gracias al esfuerzo conjunto de trabajadores, restauradores y miembros del Ferroviario Club Central Argentino (FCCA), quienes lograron restaurar a este coloso del ferrocarril argentino, que desde hace años reposaba en los galpones de Pérez. Esta recuperación no solo simboliza el renacer de una máquina histórica, sino también el resurgir de una parte esencial de la memoria ferroviaria nacional.

La Emperatriz, diseñada por los ingenieros del Ferrocarril Central Argentino en los Talleres Rosario, fue construida en 1914 por la firma escocesa North British Locomotive Company Limited. Esta locomotora de la serie PS 10 fue la primera de su tipo y una de las más poderosas de su época. Su principal característica era el sistema de vapor sobrecalentado, que le otorgaba mayor velocidad y eficiencia.

En una época en la que el ferrocarril era el principal medio de transporte, La Emperatriz se convirtió en una joya del ferrocarril argentino. A lo largo de su servicio, alcanzó logros destacados, como el récord sudamericano de velocidad en 1926, al cubrir el trayecto entre Buenos Aires y Rosario en 3 horas y 21 minutos, a una velocidad promedio de 90,4 km/h.

A lo largo de los años, la Emperatriz no solo transportó miles de pasajeros, sino también a presidentes como Juan Domingo Perón, Hipólito Yrigoyen, Marcelo T. de Alvear, Victorino de la Plaza, y a celebridades internacionales que visitaban nuestro país, como los Duques de Windsor y Humberto Di Savoia.

Convirtiéndose en un símbolo de prestigio y modernidad. Durante 18 años, su maquinista titular, Francisco Savio, la condujo con destreza, logrando importantes récords y convirtiéndose en un referente de la época. Reconocido por su impecable uniforme blanco y su rigurosa atención al mantenimiento, fue quien transformó a la 191 en una leyenda del ferrocarril argentino.

Francisco Savio, quien fue su maquinista titular durante 18 años, era conocido por sus cualidades personales y profesionales. Por esa razón, el Central Argentino lo empleaba generalmente para relaciones públicas y sobre todo en trenes especiales. Savio integra junto a otros grandes nombres como el de Gallini (del mismo ferrocarril), el cuadro de honor de los maquinistas argentinos. Precisamente, el Duque de Windsor, luego de viajar en un tren conducido por Savio y la 191, se dirigió a la cabina y le dijo: “Gentleman, usted es el rey de los maquinistas.”

Por pedido del maquinista Savio, todo el instrumental de la locomotora fue realizado en bronce bruñido, y tanto él como su foguista llevaban uniforme blanco. Fue una personalidad ferroviaria excepcional.

La 191 es una locomotora imponente a su paso, todos quedaban, y aún hoy quedan asombrados por el diámetro de sus ruedas motrices: ¡casi 2 metros! En aquella época, en Rosario Norte, la 191 tenía un club de admiradores cotidianos, niños y adolescentes que se acercaban puntualmente en los trenes locales desde Fisherton para verla en todo su esplendor. Uno de ellos se transformó con los años en una de las personalidades más prominentes de la ciudad de Rosario, y colaboró con su restauración siete u ocho décadas más tarde.

El récord, el 10 de febrero de 1926 arribó a nuestro país procedente de España el hidroavión Plus Ultra, luego de cruzar el Océano Atlántico, lo que constituyó una hazaña de gran impacto. Para poder competir con el diario La Capital (aún hoy el diario decano de la prensa argentina), el diario porteño La Nación editó un número especial que reseñaba la hazaña del hidroavión, edición que debía estar en Rosario a primera hora del 11 de febrero. Para ello, se fletó un tren especial que debía llegar a “Sunchales” (nombre coloquial de la estación Rosario Norte) a las 7 de la mañana e inmediatamente después a Rosario Central, ya en el centro rosarino.

Se eligió una locomotora PS8 al frente de dos furgones y un coche de primera clase, todos con carrocería de madera. La partida se preveía, según un horario rápido para las 2.45. Pero luego de dos atrasos consecutivos, la partida se postergó hasta las 3.40. Sin embargo, el tren debía llegar puntual a Sunchales a las 7 hs. Por casualidad, la 191 se encontraba allí para tomar otro servicio. Ante esta situación, el superintendente de locomotoras, el inglés Mr. E. Bullman, salió de su oficina y dijo: “Saquen a la PS8 y pongan al frente a la 191. No se modificará el horario de llegada”.

Quienes estaban allí quedaron asombrados, quizás no dando crédito a lo que escuchaban. ¡El tren partiría con mucho atraso! Se realizó el cambio de locomotora y, con el regulador a todo vapor y el avance de válvulas al máximo, partió el tren especial. Al comando de la 191 iba el destacado maquinista J. Magnelli y como su colaborador, el foguista E. Vildussi. El Sr. Bullman y el inspector de locomotoras Sr. E. Palín también abordaron el tren, tal era el compromiso ferroviario de llegar puntuales a Rosario.

No se hicieron las paradas intermedias. En pueblos como Campana, Zárate, Baradero, San Pedro y San Nicolás, solo se disminuía la marcha y desde los furgones en movimiento se arrojaban los atados de diarios hacia los andenes de las estaciones. El maquinista Magnelli condujo con una mano en el regulador y la otra en su reloj de cadena. Como ejemplo, la distancia entre Baradero y Rosario se cubrió en 1 hora y 33 minutos, es decir, la velocidad alcanzada superó los 140 km/h, una cifra impresionante para la época.

A las 7 en punto, con la precisión que los ferrocarriles observaban en esos tiempos, la 191 entró triunfante en Rosario Norte. Los cambistas y otros ferroviarios que estaban allí no daban crédito a lo que veían.

Ese día quedó establecido el récord sudamericano oficial de velocidad, que hasta el día de hoy detenta orgullosamente la 191. Días después, el maquinista Magnelli recibió una nota de felicitación del directorio del ferrocarril, nota que aún conservan sus descendientes.

El mito de la 191 se refuerza en la década del 60. Cuando fallece el maquinista Savio, que ya estaba jubilado, la 191 tiene un severo accidente en Maizales, cerca de Rosario. De este accidente fue recuperada por una verdadera proeza mecánica realizada por los Talleres Pérez, proeza que quizás no se habría realizado para otra locomotora. Desde ese momento, la 191 pasó a ser la “niña mimada” del gigantesco taller ferroviario.

Sin embargo, con el paso del tiempo y la llegada de locomotoras más poderosas, la 191 comenzó a perder protagonismo y fue retirada de servicio en 1968. A pesar de ello, su nombre perduró en la memoria colectiva, especialmente en Rosario, donde su presencia siempre fue sinónimo de elegancia y poderío.

La restauración de La Emperatriz ha sido una tarea monumental que requirió no solo una gran inversión económica, sino también miles de horas de trabajo. Desde su traslado hasta su actual estado de funcionamiento, este proyecto convocó el esfuerzo de diversas instituciones, entre ellas el Ferroviario Club Central Argentino, el NCA, la Municipalidad de Pérez y el ONABE, con la colaboración esencial de los socios del FCCA. Se estima que se dedicaron más de 7.000 horas de trabajo a esta restauración, que no solo abarcó aspectos mecánicos, sino también un profundo respeto por la historia de la máquina.

Hoy, La Emperatriz vuelve a hacer historia, no solo como un hito tecnológico del pasado, sino como un testimonio tangible de la época del vapor. Este reencuentro con la locomotora también es una forma de rendir homenaje a la memoria ferroviaria argentina, cuya rica tradición y legado siguen vivos en proyectos como este. El regreso a la actividad de La 191 no solo nos permite revivir su inconfundible silbido, sino también sentir el rugir del vapor y el eco de una época que marcó el destino de miles de argentinos.Fuente: Conclusión.com

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