ACTUALIDAD
"Perfume
de flores frescas/ en el patio de esa bella estación./ La Madrid al caer la tarde/ a
esperar que llegue el tren a Concepción".
El músico y
compositor cordobés Alejandro Drube evocó con poesía y color, en su zamba
"El viejo tren marrón", la importancia y el rol que la estación
ferroviaria General Araóz de La
Madrid ocupó en el quehacer cotidiano de los tucumanos y de
viajeros de los tiempos dorados del transporte más popular del mundo (menos en la Argentina ).
"Cantando los changos me recibían/ con miel de caña, quesillos, tamales/ y
toda luz del sol en sus ojos/ vistiendo la fiesta del viejo tren marrón",
consigna la segunda estrofa.
NATURALEZA MUERTA. La centenaria estación inglesa y la imponente pasarela peatonal son desolados legados de un grandioso pretérito ferroviario, que hizo nacer y crecer a un pueblo que fue eje y cabecera del ramal CC-12. LA GACETA / FOTOS DE OSVALDO RIPOLL
La realidad
hoy es diferente. Sólo cuatro empleados la operan y transitan, a razón de uno
por turno. El movimiento ferroviario es escaso. A pesar del deterioro, la
construcción estilo inglés -en la que predominan la chapa y la madera- se
mantiene en pie. Vetusta, pero útil. Las vías -principal y secundaria- exhiben
vestigios de uso reciente. Las otras a veces se camuflan con el verde cuando
los yuyos de la playa de maniobras crecen. Recuperan la traza cada vez que los
cortan.
Poco para ver
El desolado
paisaje se completa con dos pilas de durmientes de quebracho, otros rieles que
se van mimetizando con la nada y uno que otro vagón de carga en desuso. En ese
espacio donde contrastan el ayer y el presente todo es incomprensible. Y la
monotonía se altera con algún esporádico ciclista, un vecino curioso, el perro
del frente, una intrusa gallina o un elegante gallo de riña.
La imponente
y reacondicionada pasarela peatonal albirroja, que atraviesa a lo ancho la
otrora concurrida parada ferrocarrilera, todavía es requerida por la comunidad,
que cruza desde la Perón
a la Belgrano
o a la inversa.
La estación La Madrid aún late, como un
corazón cancino, al oeste del kilómetro 97 de la ruta nacional N° 157. Casi en
el centro del pueblo y al término de la cuarta cuadra del boulevard Roca. La
arteria de acceso a esa jurisdicción comunal también es paralela y lateral a la
plaza Congreso de Tucumán.
Sin los
talleres ni la plataforma giratoria para locomotoras, los fantasmas y la nostalgia
acechan a los habitantes. Además, la ausencia de trenes de pasajeros condenó a
la estación a la soledad. La ocasional llegada de formaciones de cargas le
devolvieron una ínfima y tenue porción de vigencia a esa población parida por
el ferrocarril.
Demasiada
nostalgia
"Tucumán
al llegar, la magia de tu gente,/ estación por estación/ despierten sus trenes
dormidos/ gigantes que esperan en un viejo galpón", consigna el estribillo
de la zamba de Drube. Don Manuel Estergidio Pérez reside desde hace más de 52
años en la esquina de Presidente Perón (ex General La Madrid ) e Independencia,
frente a la estación, recuerda sus tiempos de pasajero y de vecino del intenso
movimiento.
"Al
frente estaban los talleres de las máquinas. Era impresionante la cantidad de
gente que transitaba por acá, ya fuera para abordar los trenes o el coche
motor. Había una formación a la que le decían el tren de palo. Durante un
tiempo se lo tomaba en el Central Córdoba y después en El Provincial, la
estación que en la capital estaba en Buenos Aires y Roca", detalló don
Pérez, de 81 años y jubilado de la
Policía.
"Aquí
paraba el Cinta de Plata, el tren VIP del ex Belgrano. Reunía una multitud de
viajeros y acompañantes en el andén que ahora está casi en desuso. También
estaba el tren marrón -"El Directo" le decíamos, porque no paraba en
todos partes-. Viajaban muchas familias, conscriptos y estudiantes que iban o
retornaban a Jujuy, Salta, Córdoba, Rosario de Santa Fe y Retiro. También en
este andén se bajó Perón, cuando era coronel y secretario de trabajo en la
década de 1940", contó Celín Fernández Chanta, de 79 años, un barbado y
enciclopédico vecino conocedor del pasado de su comunidad. "Que saben de
Taco Ralo, / y de ese cielo abierto de Simoca/ Y de esos pueblitos perdidos sin
caminos/ por esas vías pasaba la ilusión", remata la composición del
cordobés Drube.La Gaceta