Cartas de Lectores
Señor
Director:
La
cámara de Diputados terminó de convertir en ley lo que por el momento es el
paso que cierra esta etapa de recuperación y retorno de los ferrocarriles.
Se
puede hablar de milagro al menos por dos motivos. El primero es la amplitud el
voto positivo. El segundo es que pocos creían que habría un retorno del
ferrocarril en recorridos de larga distancia. Languidecían las estaciones de
tren, algunas de ellas asignadas para otros fines muy distantes del original.
Se veían las líneas telegráficas que acompañan a las vías despojadas de sus
cables, algunos de ellos cortados y colgantes, como un testimonio de abandono.
En lugares cercanos a las carreteras podía verse cómo algunos vagones de carga
y coches de pasajeros cedían al desgaste del tiempo. Es triste presenciar el
espectáculo del abandono y el trabajo de desgaste que inician los rateros y
prosiguen las lluvias y los vientos. Los nostálgicos del tren seguían con su
pena y poco a poco se iban resignando.
Como
columnista he sido uno de esos nostálgicos y es seguro que se puede contar por
decenas las veces que llené este espacio para hablar de los trenes, en
ocasiones para reclamar el retorno y en otras para juntar recuerdos acumulados
desde una infancia que se desarrolló cerca de las vías. Recuerdo en particular
una nota en la que hablaba del Santa Rosa que estaba muriendo en la memoria de
los pobladores, cuya edad los acercaba a la despedida final. Sabían que esa
memoria y ese tiempo moriría con ellos.
En
mi caso, aparte de los momentos de penosa evocación, escribía sobre el retorno
de los trenes por saber que no son un medio de transporte que haya sido
totalmente superado. Andando por el mundo, había podido ver en las naciones
desarrolladas la vigencia del ferrocarril y su empeño por seguir el ritmo de
los procesos de cambio, cada vez con marchas más veloces y con mejor oferta de
comodidades para los pasajeros. La ausencia de los trenes y las estaciones casi
fantasmales eran señales de una traición o de nuestra incompetencia para
defender el bien común necesario.
En
Santa Rosa gustaba yo acercarme a los señaleros y en no pocas ocasiones
presencié absorto el trabajo de los bolseros que se afanaban en el sector de
galpones. Y los días martes yo estaba en la estación porque era el día de
llegada de mi revista de historietas y relatos y me colocaba de manera de poder
comprarla apenas bajada del furgón. Y los miércoles fui infaltable en la casa
de una familia amiga de la mía que compraba un diario que, ese día, traía una
sección de historietas.
Ahora
siento que mi propia duración ha sido una espera del tren, no para atarme al
pasado ni a la ilusión del eterno retorno, sino como certidumbre de que la
recuperación del ferrocarril es un acontecimiento que gratifica la voluntad que
tuvimos tantos para no renunciar a este medio de transporte con cuya
instalación comenzó el demorado y lento proceso de la integración argentina y
con cuyo abandono en los años noventa pareció que borrábamos toda la cercanía
de una población escasa distribuida en un territorio extenso. El noroeste y la
Patagonia volvían a quedar demasiado lejos y cada vez nos distanciábamos más de
la región, de los antiguos territorios de los virreinatos y gobernaciones
hispanos.
El
retorno del ferrocarril y la recuperación del papel del Estado nos restablece en
el demorado punto de partida para ser una nación y para avanzar en la
integración regional. El corte de esta comunicación (y el de la aerolínea y el
de la flota mercante) fueron tajos para dividir y alejar. Ahora tenemos también
la revolución de las comunicaciones y el desarrollo de la red de carreteras y
nos vamos quedando sin pretextos para poner en marcha la voluntad de ser una
nación integrada y al mismo tiempo convocante de toda la región para completar
de una vez el proceso de la independencia y avanzar en la demorada ruta que
buscaron los libertadores.
Atentamente:
JOTAVE
Fuente:
La Arena