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Los correntinos no pueden ser más periféricos que el Conurbano bonaerense, esa región estigmatizada, usada electoralmente, emblemática. Corrientes resulta más postergada que ellos, muchísimo más.
La insistente transmisión de los medios de Buenos Aires sobre el descarrilamiento de una formación de tren en la zona Oeste del Conurbano dejó nuevamente al descubierto una inequidad que perdura en el tiempo.
El argentino de esta parte del país se acostumbró a ver por la televisión porteña situaciones como estas. Y luego de verlas se opina, se analiza y muchas veces generan indignación. Se toma partido por algo que no forma parte de la realidad de la región.
Los menores de 40 años jamás vieron un tren de pasajeros en Corrientes. Quizás los chaqueños del mismo rango etario vieron, hasta hace poco, un tren que unía el Sur provincial con Resistencia. Pero nada más.
En materia de trenes, Corrientes vive de la historia. Aún recorre las redes esa última imagen del tren Urquiza llegando a la terminal en febrero de 1991, después de la amenaza menemista "ramal que para, ramal que cierra". El ramal del Urquiza a Corrientes paró, y cerró.
Fue ese mismo tren que a nueve años de ese cierre, trasladó a los ex combatientes de Malvinas hasta Corrientes, la mayoría cabizbajos y tristes, algunos de ellos que cruzaban al Chaco y hacían dedo para llegar a sus pueblos en el interior después de haber defendido a la Patria, y que los militares los escondieron. Una humillación que solo sirve para recordar a ese tren y su rol en la historia.
Pero si de trenes se trata, en la referencia correntina existió uno que dejó de circular hace 56 años. El 31 de octubre de 1969 salió por última vez de la estación de la plaza Libertad, y llegó 24 horas después a Mburucuyá, El Económico. En romántico recuerdo, bucólico, el trencito muestra parte de lo que fue en Santa Ana, pero que en rigor de verdad hoy poca gente se animaría a tomarlo. Quizás solo para una aventura de vacaciones.
Pero además de estas dos referencias, bien vale recordar lo que significó el polo ferroviario en Monte Caseros, una ciudad que creció al ritmo de las locomotoras.
Pero nada más, y todo esto muestra una realidad.
Y es que a la luz de lo descripto, los correntinos no pueden ser mas periféricos que el Conurbano bonaerense, esa región estigmatizada, usada electoralmente, emblemática. Corrientes resulta más postergada que ellos, muchísimo más.
En todo esto el Estado nacional, el gran y poderoso dueño de la birome para la firma de decisiones, da a Corrientes una palmada en la espalda, y promete solo eso. Ejemplos sobran: desde Yacyretá hasta las viviendas, las rutas, los puentes, y obvio, los trenes, todo en el debe.
La realidad muchas veces supera a las demandas (o la Justicia dispuesta para ello) y se logran algunos resultados. Pequeños, otros no tanto, pero nunca aquello que pueda dar a Corrientes la importancia que tiene a nivel nacional. Lo que en definitiva es lo que corresponde. No solo esto se aplica a Corrientes, más bien a todo el Norte del país, es esa cabeza porteña que no le interesa el resto de la Argentina, esté quién esté. Desde Cristina Fernández de Kirchner a Alberto Fernández; de Javier Milei a Mauricio Macri. Todos.
En la encrucijada para entender esta realidad, la pregunta subyace y surge de inmediato: cuál sería la salida.
En un análisis sencillo, surge que si el reparto de los recursos es equitativo, se comenzaría a conseguir esa igualdad en la calidad de ciudadanía que se intenta conseguir desde el inicio mismo de la argentinidad. Un país federal, sin órdenes centralistas, que inspire a sus habitantes a entender que esa construcción de identidad viene de la mano del reconocimiento del valor de cada una de las provincias.DiarioNortedeCorrientes.com
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