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La región del Alto Valle tiene graves problemas de comunicación: un tránsito interurbano muy alto, el paso de camiones de gran porte, la actividad económica interna y una infraestructura vial que no está acorde a la densidad demográfica actual. Los siniestros viales se multiplican a diario; la lista de víctimas aumenta; y circular entre una ciudad y otra demanda cada vez más tiempo.
En 2015 comenzó lo que iba a ser una “experiencia piloto”: se puso en marcha el “Tren del Valle” entre Neuquén y Cipolletti con ocho frecuencias diarias y una formación de dos coches. La promesa era viajar cómodo, en coches muy nuevos y en un tiempo mucho menor que lo que demanda ir por colectivo o automóvil particular. El proyecto se fijaba como objetivo ampliar la experiencia al resto de las localidades del Alto Valle en forma gradual.
Siete años y varias postergaciones después, el tren no pasa de ser una promesa. Aunque el vínculo emocional de las poblaciones de la región sigue inalterable: una gran mayoría considera que el ferrocarril es la esperanza para solucionar los problemas de conectividad entre las ciudades.
Abundan los argumentos a favor: es más económico, ya que en una sola formación se pueden transportar mayor cantidad de pasajeros; es más ecológico, porque ahorra combustible; dará mayor seguridad al disminuir la carga de colectivos y autos en las colapsadas rutas regionales. Pero todos los argumentos suelen chocarse contra la dura realidad, tan dura como el puente ferroviario ubicado en el cruce de la ruta 22 en Cipolletti. El mismo que cada dos por tres se lleva puesto algún camionero desatento. Y que provocó, entre otras cosas, que se suspendiera sin fecha el servicio a Cipolletti.
En la actualidad, el Tren del Valle se limita a un recorrido entre Neuquén y Plottier. Demora 45 minutos para hacer un recorrido de 15 kilómetros. Si una persona pierde un servicio, debería esperar nada menos que 100 minutos para poder subirse al siguiente, lo que lo vuelve poco operativo para quienes tienen que cumplir con horarios.
Una cuenta simple nos permite suponer que para cubrir los 45 kilómetros que median entre Roca y Neuquén, la formación tardaría un poco más de dos horas en un andar constante. Si se le suman los minutos de detención en las estaciones intermedias, se necesitarían dos horas y media. Con lo cual tendríamos una frecuencia cada… cinco horas. No sería una solución para el problema regional.
Esta limitación es física: existe una sola vía para circular. En las regiones donde el sistema ferroviario funciona con servicios urbanos e interurbanos, se construyó el par de ida y vuelta. Habría que estudiar la posibilidad de conformar “dársenas de espera”, tramos de vías en que una formación podría desviarse para permitir el paso de otra. Es un problema logístico que debe analizarse muy bien para evitar riesgos de colisión y que no entorpezca el tránsito interno de cada localidad.
Si se llegara a encontrar una solución, después hay que pensar en quién se debe hacer cargo del sistema de seguridad que necesita el paso del tren: las barreras automáticas son caras, se necesitan unas cuantas y demanda una inversión de varios millones de dólares. Para el Ferrocarril, los municipios deberían colaborar con esa inversión. Los municipios entienden que esas cifras escapan a las posibilidades de sus respectivos presupuestos.
A modo de ejemplo de lo que significa el choque entre buenas intenciones y realidades, vale recordar el frustrado intento de extender el servicio entre la estación de Cipolletti y Circunvalación, para acercarse a las facultades de Ciencias de la Educación y Medicina. Son apenas 18 cuadras y dos pasos a nivel. Pandemia mediante, que trastocó cualquier plan, nunca se pusieron de acuerdo en quién debería hacerse cargo de la construcción del parador o de las barreras.
Con el agravante de que ahora ni siquiera llega a Cipolletti, por el inconveniente que existe en el puente ferroviario que atraviesa la ruta 22. Los camiones suelen superar la altura máxima permitida para cruzar (4 metros), y desacomodan la estructura. Ante la reiteración de hechos, Trenes Argentinos suspendió el servicio.
Con el agravante de que ahora ni siquiera llega a Cipolletti, por el inconveniente que existe en el puente ferroviario que atraviesa la ruta 22. Los camiones suelen superar la altura máxima permitida para cruzar (4 metros), y desacomodan la estructura. Ante la reiteración de hechos, Trenes Argentinos suspendió el servicio.ANRoca.com