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27 de abril de 2011

EL LEGENDARIO ORIENT EXPRESS ESTACIONA POR SORPRESA EN UN ANDÉN DE PARÍS

El legendario tren de lujo que enlazó durante algo más de un siglo Londres y París con el este continental, el Orient Express, llegó hoy por sorpresa a una estación de la capital francesa, ante el asombro de los viajeros

Se trata de siete vagones que sobrevivieron a la época dorada del ferrocarril, aunque la línea denominada Orient Express no dejó en realidad de funcionar hasta 2009, cuando el Tren de Alta Velocidad dio la estocada final ese mito del transporte que fue inmortalizado en la célebre novela de Agatha Christie.

Los vagones, que datan de 1929, cuatro de ellos clasificados como patrimonio histórico, estacionaron durante unas horas en un andén de la Gare de l'Est, desde donde salió el primer tren Orient Express con destino a Constantinopla (actualmente Estambul), el 4 de octubre de 1883.

Actualmente una línea de explotación privada denominada "Venecia-Simplon-Orient Express" cubre la ruta entre la ciudad de los canales en Italia y la capital británica, pasando por París y utiliza algunos de los vagones históricos.


Hoy, la apertura de puertas del tren no tardó en atraer a un enjambre de curiosos, deseosos de pisar la moqueta del salón-restaurante en el que se prodigaron en el pasado actores rutilantes, figuras históricas de la política y realeza, en sus viajes a la costa azul francesa así como al centro y este de Europa.

La llegada del tren se enmarcó en entrega del premio de novela negra de la compañía ferroviaria francesa SNCF, que quiso rendir homenaje al que fue escenario de numerosas intrigas literarias y crímenes de ficción.

En el interior del Orient Express, los vagones dejan poco que envidiar a los transatlánticos de lujo. Grabados de pasta de vidrio y polvo de plata, paredes de marquetería, sofás de cuero, cortinas de terciopelo azul y lámparas de vidrio soplado son sólo algunos de los detalles que ornamentan cada rincón del convoy.


En el bar y sala de fiestas, un piano pone la guinda a un medio de transporte diseñado para la recreación absoluta de las clases pudientes, en un momento en que el ferrocarril se impuso por su comodidad y rapidez como el medio de transporte por excelencia para las largas distancias.

El historiador del ferrocarril Vincent Cuny explicó a Efe que el trasfondo de glamour que ha dejado el Orient Express en la mente de las personas se debe a que "todos los grandes nombres" de la época se desplazaban en sus vagones.


"En aquella época se privilegiaba el confort mientras que hoy en día se favorece la rapidez", añade el historiador, quien asegura que la literatura se encargó de tejer la leyenda ya que el tren permite "una unidad de lugar y tiempo en la que se encuentran personas muy diferentes, bloqueadas durante al menos toda una noche", lo que deja un gran resquicio para la imaginación.

Aunque "Asesinato en el Orient Express", que data de 1934, es quizá la obra más famosa que se desarrolla en los vagones del célebre tren, la novela negra no ha escatimado en el uso de este medio de transporte como escenario de una investigación.

Así, sucesos como el asesinato del juez Poinsot en 1860, atribuido a Charles Jud, el "asesino de los trenes", propiciaron la instalación de las palancas de alarma y alimentaron la mente de las grandes plumas de principios del siglo XX.

La historia del Orient Express es también la de su larga decadencia, un hecho que alimenta la nostalgia.

En su período de máximo desarrollo, la Compañía Internacional de los Vagones-Cama y de los Grandes Expresos Europeos, gestora de los famosos trenes, llegó a disponer de 4.000 vagones de lujo, de los que apenas 60 sobreviven hoy en día.

Desde 1929, las malas noticias para el ferrocarril comenzaron a encadenarse: el "crash" bursátil, la Segunda Guerra Mundial, el surgimiento del automóvil como vehículo de masas y finalmente la popularización del avión entre las élites, la llamada "jet set", que abandonó los trenes por el transporte aéreo.

Los vagones del Orient Express fueron desapareciendo "a partir de los años sesenta", señaló Cuny, que relata cómo los trenes eran quemados enteros para recuperar el metal, sin considerarse el valor de sus interiores.

A los que salieron indemnes de la quema, la moda impuso unas cubiertas de formica que camuflaban las marqueterías antiguas, recuperadas años más tarde con gran dificultad, para satisfacción de los viajeros que transitaban esta mañana por la Gare de L'Est. EFE