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18 de noviembre de 2010

EL PATRIMONIO FERROPORTUARIO

Del fenomenal crecimiento que tuvo el ferrocarril en Bahía Blanca y su región, quedan hoy, en esta ciudad y su partido, valiosos testimonios de patrimonio industrial, destacables tanto por la envergadura como por la calidad de sus expresiones.

Se trata de un conjunto de construcciones, equipamientos e instalaciones directamente emparentados con la arquitectura ferroviaria de ascendencia inglesa en nuestro país. Un patrimonio de excepción, al que debe sumarse el magnífico stock de construcciones portuarias, con sus silos, elevadores y depósitos, claros testimonios del desarrollo alcanzado por el enclave portuario bahiense a principios de siglo XX, cuando ferrocarriles y puertos estructuraban el nuevo modelo de país.

Vista de Puerto de Bahía Blanca - Foto: Gustavo Lobos


Teniendo en cuenta los valores y la significación de estas expresiones, la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos, a partir de una presentación efectuada por el municipio de Bahía Blanca, procedió a la declaratoria de un conjunto de bienes que, por sus atributos testimoniales, arquitectónicos y paisajístico ambientales, deben ser salvaguardados y protegidos, por pertenecer al patrimonio cultural de la Nación.

Tales bienes, fruto tanto de la acción del F.C. del Sud (el primero que se habilitó, el 7 de mayo de 1884) como por las restantes empresas ferroviarias (F.C. Bahía Blanca y Noroeste, 1888; F.C. de Buenos Aires al Pacífico, 1904; F.C. de Rosario a Puerto Belgrano, 1910; F.C. G. Roca, desde 1948), aglutinan una serie de construcciones ferroviarias y portuarias que representan un claro ejemplo de la decisiva influencia que tuvo el fenómeno ferroviario en la evolución de la urbe bahiense, de su partido, y, de manera especial, como factor fundamental de la consolidación territorial y la integración económica de vastas regiones del sur del país.

Dentro de las expresiones que hoy conforman el rico patrimonio ferroviario bahiense, se destaca el complejo de talleres, almacenes y depósitos construido hacia 1891 por el F.C. de Bahía Blanca y Noroeste, y, dentro de ellos, el conocido como Mercado Victoria, un conjunto que llegó a totalizar (merced a sucesivas ampliaciones) más de 35.000 m2. Este centro de acopio de frutos, lanas, cereales y cueros estaba servido por veinte desvíos ferroviarios con capacidad para 600 vagones.

Otro ejemplo destacable es el Barrio Inglés de la calle Brickman (1908-09), un conjunto de viviendas ferroviarias para empleados del F.C. de Buenos Aires al Pacífico. Cada edificio agrupa cuatro unidades o departamentos (dos en planta alta y dos en planta baja), conformando un total de 56. Este barrio conjuga la tradicional calidad de diseño y materiales de la arquitectura residencial inglesa, con elementos de la tradición funcional y el universo de soluciones tipificadas del sistema ferroviario.

No podemos dejar de mencionar otras construcciones igualmente valiosas (también construidas por el F.C. de Buenos Aires al Pacífico), como son el puente de hierro en avenida Colón (1908-09) y la usina en Brickman y Donado (c. 1907), destinada a abastecer de energía eléctrica al alumbrado público, el servicio de tranvías y los guinches elevadores de puerto Galván.

Párrafo aparte merecen la terminal Bahía Blanca del antiguo F.C. Sud (Av. Cerri 750), de líneas afrancesadas, reedificada sobre la primera estación de 1884, que poseía el típico volumen alargado de ladrillos vistos, longitudinal a las vías; y la estación Spurr (Tierra del Fuego 2.000), un muy buen ejemplo de estación intermedia, con la arquitectura característica de la última etapa de las estaciones levantadas por el F.C. Sud en la Provincia, cuando sus estaciones fueron simplificando el tratamiento de la envolvente exterior, tamizando toda referencia historicista a favor de los revoques rústicos en los paramentos y los lisos bordeando vanos de ventanas, puertas y acompañando zócalos de basamento y remates de cornisas en muros.

Por cuestiones de espacio, esta breve reseña no incluye otros edificios y lugares tan unidos al tren como antes mencionados. Es que, además de los edificios ferroviarios en sí, el ferrocarril creó ambientes, lugares y sitios donde aún hoy se encuentra indeleble su huella.

Otro tanto podríamos decir de las monumentales construcciones portuarias, como los elevadores de puerto Galván (1908) y demás instalaciones, testimonios admirables de patrimonio industrial.

Una reflexión final sobre la visión que ha guiado la declaratoria de Monumento Histórico Nacional de estos bienes: Tal reconocimiento lejos se encuentra de una visión apologética y nostálgica a ultranza de un pasado que, aunque rico en enseñanzas y testimonios, se intente recrear. Es la dimensión dinámica de nuestra cultura, de nuestro patrimonio industrial, la que interesa sobremanera y la que procuran enfatizar declaratorias como la presente. Una cultura que se expresa en estas construcciones ferroportuarias, en su arquitectura, en sus obras de ingeniería, su equipamiento y maquinarias.

En una época que exige compatibilizar preservación y desarrollo, cultura, economía y sociedad deberían caminar juntas, si se pretende construir un porvenir para estos testimonios de nuestro pasado ferroviario e industrial en general.

Por ello, entendiendo que el patrimonio ferroviario de Bahía Blanca forma parte genuina de la trama de nuestra propia cultura y de sus rasgos identificatorios, la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos, a través de las citadas declaratorias, ha querido rendirle justo homenaje y, de manera especial, contribuir a su necesaria salvaguarda y protección.

Jorge D. Tartarini es arquitecto, experto en patrimonio ferroviario e industrial, director del Museo del Agua y de la Historia Sanitaria (AySA), vicepresidente 2° de la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos y autor de numerosas obras sobre temas afines.(Fuente. La Nueva Provincia)